E-lecciones de Racing
En este mundo tan virtual, ya ni siquiera plastificado, las elecciones se siguen ganando o perdiendo en los papeles. Contando palitos. Sorprendiéndose por viejas noticias. Corroborando la confirmación con sesgo de.
En Racing ganó Diego Milito, el último gran ídolo futbolístico. Frente a una fórmula que secundaba Víctor Blanco, el presidente que lo convocó para ser artífice del revivir que tuvo el club a partir de 2014. Una década entera en que, deportivamente, Racing tuvo altibajos pero nunca volvió siquiera a temer los viejos subsuelos: riesgo de descenso, acefalía, deudas siderales.
Un primer punto: la elección del domingo 15 concentró gran atención y convocatoria, sin ser en un día de partido. Los discursos proselitistas reprodujeron los del volátil escenario nacional de los últimos años: cambio a más, o evitar los fantasmas de la enajenación.
Un segundo ítem: puesto sobre la mesa el tema de las Sociedades Anónimas Deportivas, Milito –acusado de promotor- debió salir en reiteradas oportunidades a aclarar que no formaban parte de su plataforma para el club que buscaba presidir. Como con todo, habrá que ver. Pero lo que los hechos ya demostraron es que en nuestro país, o al menos en un Racing con traumáticas experiencias al respecto, no se puede aspirar a ganar una elección agitando esas consignas.
Tercer aspecto: Blanco perdió los comicios tres semanas después de haber sido el primer presidente del club que ganó una copa internacional –el gran anhelo académico- en 36 años.
¿Es una sorpresa? Cuanto menos, da para pensarlo dos veces. Si el resultadismo deportivo se imprimiera sin más en la política de los clubes, el ex gerenciador Fernando Marín no tendría el nivel de rechazo que aún conserva: en 2001 fue campeón después de otra extensa racha, aquella de 35 años, y durante el resto de su ciclo contrató jugadores con los que Racing no podía ni soñar en el lustro previo.
Evidentemente, son otros los factores que pesan más en la negativa valoración sobre el empresario: lo institucional, lo económico, el carácter mismo de privatista. Llegar a esa conclusión abre un panorama un poco más optimista.
Podrá responderse: son épocas distintas. Sí. Aquella tenía sus principios, era rebelde en un sentido casi diametralmente opuesto al actual. Pero cada ciclo nace del disconformismo anterior, de la crisis de la previa hegemonía. Boca fue, incluso contra la prédica de un Maradona todavía jugador, el primer trampolín macrista. Hoy es su principal resistencia.
Entonces, ¿cuáles son los ingredientes que hacen a este resultado académico? La pregunta sigue abierta. Podría ponerse el foco en las redes sociales, o en el alegre desconocimiento de la historia. Y estaría bien. Pero eso no exime de buscar causas más profundas, que indaguen sobre la tarea política. Lo que faltó hacer, o se hizo mal. ¿Está perdida la batalla contra las redes? ¿Ha sido deficiente la pedagogía sobre la historia?
Tal vez ni Blanco ni Milito sean los grandes arquetipos en que se metieron o los meten. Pero suponiendo que lo fueran, cabría preguntarse: ¿se equivocó el electorado de Racing?
Cuatro décadas ininterrumpidas de democracia llevan a interrogantes incómodos. Uno puede ser, ya en general: ¿se equivocan los electorados? Es un serio dilema conceptual. El resultado de noviembre de 2023 parece responder por sí sólo. Pero, si las urnas se equivocan, no significa que lo hagan solas. Dar el voto por descontado es, en un club o en la política nacional, un error hijo de la soberbia o el desgano dirigencial.
En el universo más pequeño del fútbol, otra pregunta podría ser si siempre ganan los ídolos futbolísticos. Hoy parece una premisa indudable. Tanto como aquellas que el devenir político mostró enteramente endebles. Habrá que ver qué pasa cuando se tracen evaluaciones sobre los ídolos como dirigentes. La caída de Daniel Passarella de los pedestales de River puede ser exagerada, pero en cualquier caso demuestra que un gran ídolo no está por encima de la camiseta.
Más allá de lo particular, la pelota vuelve a lo general. En toda derrota política, poner en factores externos la responsabilidad de un resultado es autocomplaciente, cómodo. Pero si se acepta eso, cualquier acción política queda clausurada. Si se concede que no hay modo de ganarle a las redes sociales, por ejemplo, nada tiene mucho sentido.
En Racing aún queda por develar qué es lo que viene: si el proyecto de Milito es el que pintaron sus adversarios o no, como dilema central.
Un par de datos del domingo electoral no parecen tan malos: el padrón no vota cegado por un éxito deportivo reciente y para conquistarlo hay que esconder a personajes vinculados a pasados de vaciamiento. A un amigo racinguista le debo una lectura interesante: cuando el oficialismo nacional promociona a las SAD como panacea, los socios de una asociación civil responden con una masiva concurrencia a las urnas.
No son malos indicios. Si Milito avanza efectivamente hacia andariveles de enajenación, habrá que esperar manifestaciones de la hinchada que marquen el camino correcto. Como fue casi siempre en Racing. Un club al que, en reiteradas oportunidades, salvó su gente.