3 de febrero de 1852: La caída de Rosas, por Pablo Vázquez
Por Pablo A. Vázquez*
Los ataques del extranjero, junto a los unitarios, intentaron afectar la jefatura de Juan Manuel de Rosas al frente de la Confederación Argentina, quien mantuvo la soberanía nacional impidiendo cualquier disgregación territorial.
Pero el problema vino del frente interno y de uno de sus socios: el caudillo enterriano Justo José de Urquiza.
El Imperio del Brasil se aprestó a vencer a Rosas. Para ello reforzó su alianza con Paraguay y el Uruguay de Fructuoso Rivera, intento un cerco diplomático sobre la Confederación Argentina, con anuencia de Gran Bretaña, y se pertrechó para la guerra, al punto de contratar mercenarios europeos para reforzar sus ejército.
Pronunciamiento del 1° de mayo de 1851 mediante, Urquiza logró sumar a la provincia de Corrientes, neutralizó, con asistencia militar brasileña, al federal oriental Manuel Oribe y trenzó acuerdos con el Brasil, para luego armar su “Ejército Grande Aliado”.
Fermín Chávez, en tanto, señaló en Historia del país de los argentinos, las faltas de Rosas: “Cometió graves errores en los momentos decisivos, previos al choque armado. Ya había extrañado su incomprensible medida, de agosto de 1851, cuando ordenó la separación de las fuerzas argentinas al mando de Oribe. Y habiendo aceptado ir a la guerra contra Urquiza y el Brasil, retardó inexplicablemente su acción ofensiva… Sospechó del general Pacheco y con razón. Hoy sabemos que en el campamento de este jefe los oficiales brindaban por el éxito de Urquiza…También debemos señalar que don Juan Manuel cometió el grave error de no aceptar el plan expuesto por Martiniano Chilavert y por Pedro José Díaz (en la Junta de Guerra del 2 de febrero) consistente en hacerse fuerte en la ciudad con la infantería y artillería, moviendo la caballería por los flancos de Urquiza, para hostigarlo”.
Y llegó el 3 de febrero de 1852 en Caseros donde, señalado por Hernán Brienza en su libro sobre Urquiza del 2017, se dio el primer ensayo de la Triple Alianza contra Rosas, la que años después depredó el Paraguay.
José María Rosa en La caída de Rosas explicitó como se materializó“la aurora de la libertad y la civilización” de los vencedores: “(Martiniano) Chilavert, apresado después de su heroica defensa, había sido llevado ante Urquiza la misma noche de la batalla; el bravo unitario tuvo la osadía de jactarse “de haber servido a la independencia del país, sirviendo a Rosas…”. Urquiza ordenó fusilarlo inmediatamente por la espalada, como traidor… El coronel oriental Palleja, o sus tropas dieron muerte en el hospital de sangre de la casa de Caseros al joven médico y poeta Claudio Mamerto Cuenca por el delito de atender a los heridos federales; al anochecer, Martín Santo Coloma era apresado en el camino a Santos Lugares: el veterano de Obligado y del Quebracho fue degollado por orden directa de Urquiza; los soldados de la División Aquino, que se habían negado a combatir junto a los brasileños contra sus hermanos, fueron apresados, fusilados y colgados de los árboles en la residencia de Palermo, donde Urquiza había instalado su cuartel general”.
Derrota y exilio de Rosas mediante, marcó para muchos el fin de la tiranía, esperanzados en tener mayor autonomía de las provincias, sin depender tanto de Buenos Aires, aunque para los brasileños significó la venganza de Ituzaingó y no preocuparse más de la Argentina como competidor en la región.
Urquiza con su lema “no hay vencedores ni vencidos” intento conjugar su federalismo originario con el ideal unitario “civilizatorio”. Rosas en Inglaterra y la Constituyente en marcha, separación de Buenos Aires mediante, marcaron su derrotero como Presidente de la Confederación y hacedor de la Constitución Nacional, a costa de ceder las Misiones Orientales para Brasil, arrear las banderas federales luego de Pavón y realizar pingües negocios con Brasil en la guerra contra el Paraguay.
Urquiza vio tarde, o se resignó, a la hegemonía porteña, ahora en manos de los unitarios liberales, y la influencia de Gran Bretaña.
Calles, ciudades y parques mantienen dolorosamente el mito de la “derrota de la tiranía”, sin comprender que la caída de Rosas sirvió para acallar las últimas voces contrarias a la supremacía unitaria de Buenos Aires y lograr la unidad con los fusiles porteños.
Caseros fue, siguiendo a una pléyade de autores revisionistas, una derrota argentina, que nos debe enlutar, a pesar que en Entre Ríos aún lo conmemoren junto al “Pronunciamiento”, y que, para el liberalismo vernáculo, siguiendo la línea “Mayo - Caseros”, defiendo dicho hecho de armas como el fin de la “barbarie”.
* Politólogo. Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas