El foco sobre los agroquímicos, por Roberto Rovasio
Por Roberto A. Rovasio
La simple búsqueda Googleana de “glifosato-cáncer” arroja más de 220 mil fuentes y la dupla “glifosato-malformación” más de 55 mil. Pero esto, sólo tiene valor a condición de preocuparse por el tema.
Los agrotóxicos en la “grieta”
Luego de décadas de (mal) uso masivo del agrotóxico, aún se habla de su “seguridad sanitaria”, emulando al exMinistro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, cuando dijo: el glifosato es inocuo como agua con sal. O como informan los laboratorios de las empresas que lo producen y venden, no sólo de Monsanto.
Una básica sensatez debería incitar a científicos, comunicadores de la ciencia, profesionales y legos a retomar este poco divulgado asunto, difícil de detallar acá aunque con mucho material a disposición del interesado (1)(1). Como ejemplo, sólo la 5° edición de una conocida recopilación, cita más de mil publicaciones sobre la toxicidad del glifosato (2)(2). Todo un abanico de información integrada en una grieta global, dominada –como en otros asuntos– por interesados medios hegemónicos locales y planetarios.
Un abanico donde se proponen impuestos al uso de agroquímicos a condición de eliminar la retención a la exportación agropecuaria (¡?). Un abanico donde, reconociendo los daños sobre el ser humano y el ambiente, el “opinador” de turno sólo reconoce falta de acatamiento a las regulaciones del manejo de esos venenos, y pone como ejemplo a países del Primer Mundo, donde se respetan porque son “civilizados”.
Lo que no se dice es que en muchos países de ese Primer Mundo, el glifosato (y similares) están prohibidos desde hace años, lo mismo en muchos Estados del Gran País del Norte. Y cuando se elogian conductas de países escandinavos y su respeto por el medio ambiente, tampoco se menciona que instalan sus fábricas contaminadoras en países del Tercer Mundo.
Y así, se pretende negar la grieta salud-negocios imponiendo la idea que el agrotóxico favorece el “costo de producción”, disminuye el gasto de “mano de obra” necesaria para una producción sana y dificulta la producción de “alimentos para el mundo”.
Argumentos que el gran pool de siembras instala, el chacarero medio repite por ignorancia y la población acata por desconocimiento. Esa gran empresa agrícola supranacional también es responsable de la inhumana explotación extensiva, la que destruye el bosque reemplazándolo por soja y la que exporta de contrabando desde sus propios puertos privados.
Glifosato y análogos
En 1996, Argentina inició el cultivo de soja transgénica en un combo integrado por unas 39 mil toneladas de glifosato; en 2013 aumentó la superficie sembrada y la aplicación del herbicida subió a 240 mil toneladas; en 2015 la siembra transgénica se expandió a más de 25 millones de hectáreas –habitadas por 12 millones de personas–, y la fumigación con glifosato se elevó a 360 mil toneladas (1). Entrando en el siglo XXI, la aplicación de glifosato aumentó 100 veces, con un mayor incremento en la actualidad y el futuro por nuevas explotaciones y resistencia de las malezas (3)(3).
Durante el menemato neoliberal de los años 1990s, el combo soja-glifosato irrumpió en la Argentina con 1 litro por hectárea; en 2005 subió a 3 litros, con rápido aumento a 12 o más litros por hectárea. En la Argentina del último decenio, en la vanguardia mundial, se aplicaron 300 millones de litros de glifosato por año, el equivalente a 7 a 8 litros fumigados sobre cada habitante(1).
Aunque coexiste con otros herbicidas (incluso más tóxicos), el glifosato se utiliza en forma creciente en cantidad y concentración. La producción de soja fumigada con glifosato pasó de 16 millones de hectáreas en 2005, a casi 40 millones en las últimas temporadas. Y lo más alarmante, la distribución geográfica de soja-glifosato coincide con el mapa de riesgo infantil por pesticidas(1). También se ha demostrado la contaminación en las cuencas de los ríos que cursan por regiones agropecuarias fumigadas, así como en su fauna piscícola y en insectos polinizadores, todo ello ignorado por las autoridades, que tampoco controlan la fumigación vecina a las viviendas.
Mientras tanto, el establishment agropecuario, las mega-empresas supranacionales, los medios masivos de comunicación y casi todos los gobiernos de países “beneficiados” siguen hablando del óptimo resultado económico de la dupla soja-glifosato. El nuevo combo transgénico “trigo HB4 + glufosinato de amonio”, recién debuta y no parece preocupar a (casi) nadie, aunque se sabe que es más tóxico que el primero, y lo tendremos en el pan. Pero los perjuicios ambientales y sanitarios de las familias fumigadas siguen mostrando los efectos nocivos de la irracional y ciega búsqueda de ganancias a cualquier costo.
Como diálogo de sordos, el inaceptable riesgo de la exposición humana a agrotóxicos se intercala con expertos insistiendo en la necesidad de investigar sus bases de acción, como también de actualizar su regulación y control, ya que los estándares actuales son obsoletos y no contemplan en forma adecuada la salud pública ni ambiental (3). Sólo como un ejemplo a considerar, la información de la FAO sobre el “glifosato como herbicida de baja toxicidad en el manejo de malezas en países en desarrollo”, data de 1996, y su más reciente bibliografía de 1993 (¡?) (4)(4).
Por otra parte, ya en los años 1990s, la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. denunció a científicos que falsificaron resultados en los laboratorios contratados por Monsanto para estudiar el glifosato. En aquel fin de siglo, el propietario y tres empleados del laboratorio fueron acusados con 20 cargos, condenados a prisión y multados con 15 millones de dólares y 4 millones de indemnización. Esos laboratorios habían realizado estudios para 300 empresas, además de Monsanto, quienes en sus informes nunca citaron los resultados de aquella investigación.
Y la ciencia “seria”, ¿qué dice?
Dice mucho, pero se conoce poco, encerrada –como en otros tópicos–, en su Torre de Marfil y con poco espacio para su comunicación social. Cuando un científico argentino, reconocido en todo el mundo, se ocupó del tema (5)(5), fue perseguido por el poder real, fue ignorado por el CONICET que había presidido y fue desautorizado por el Ministro arriba mencionado. Sus descubrimientos, en cambio, fueron considerados por la comunidad científica internacional.
Además de los estudios del Dr. Andrés Carrasco en la primera década de este siglo, en 2015 la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC-OMS) ya había confirmado al glifosato como probable productor de cáncer en seres humanos, en 2017 el estado de California lo incluyó en su lista de productos cancerígenos y, en los últimos años, varios estudios en Argentina y la región mostraron el impacto negativo sobre especies nativas, un abanico de especies animales –incluida la humana– y el medio ambiente.
Recientemente, la Unión Europea (UE) renovó la autorización del uso del glifosato hasta finales de 2022 y desató una polémica con importante oposición. Francia, Italia y muchos otros países europeos sostienen que no debe autorizarse por sus efectos cancerígenos, endocrinos y medioambientales. Austria lo prohibió en 2019, mientras que Alemania lo haría desde 2023. Conductas similares se mantienen en gran parte de la UE, África y Asia. En EE.UU. y Canadá, numerosas regiones limitaron o prohibieron el glifosato (o similares) y en América Latina, Colombia y México tomaron esa iniciativa. Por el contrario, en Argentina aún se espera una decisión en tal sentido que favorezca a su población y al medio ambiente, mientras el comercio de agrotóxicos aumentó el 20% entre 2019 y 2020. Hoy, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, son considerados “experimentos a cielo abierto” del combo soja-glifosato. Además, Argentina encabeza el incremento de su aplicación, superando el 815% en las últimas décadas, al tiempo que se ubica en un –poco respetable– 3° o 4° puesto en “Top-Ten” mundial (luego de China, EE.UU. y Brasil), con un consumo superior a 200 mil toneladas (5 kilos/hectárea) por año del pesticida. A su vez, con la pretensión de “apagar el incendio”, la empresa Bayer –sin reconocer la toxicidad del glifosato–, ofreció pagar 10.000 millones de dólares como indemnización para cerrar el 75% de los actuales juicios y litigios (6)(6).
El ninguneo de la ciencia es muy frecuente, sobre todo cuando sus resultados se oponen al establishment del poder económico. En el conflicto “agrotóxicos versus salud”, los pseudo-expertos dicen: “Si ingerimos cualquier producto en cantidad suficiente, nos puede matar; para envenenarse con glifosato se debería ingerir 360 gramos o un litro de Roundup® puro”. Una verdad fragmentada que construye una mentira absoluta; o sea, una perfecta fakenews.
Los defensores del glifosato también suelen manifestar que los efectos nocivos encontrados en los trabajos experimentales “fueron hechos en animales de laboratorio, embriones de pollos o ranas y en ratas preñadas; pero el ser humano es diferente…”. Y los mismos “opinadores” con poder de decisión sostienen que los datos experimentales que ellos reconocen (de las mismas empresas que producen y venden el agrotóxico), no mostraron que el daño pueda ocurrir sobre seres humanos. Si las declaraciones de estos “expertos”, además de falsas, no fueran tan patéticas e irresponsables, serían el fruto directo de la ignorancia. Hoy se sabe que en la mayor parte de los sistemas biológicos, los mecanismos fundamentales de regulación genética y epigenética (micro-ambiental), así como del desarrollo embrionario, de sus anomalías y del cáncer, son similares desde los insectos hasta el ser humano.
Desde las primeras sospechas de los efectos tóxicos del glifosato y similares, pasando por la experimentación científica de laboratorio en condiciones in vitro e in vivo y sobre la base de numerosos estudios epidemiológicos a campo, todo ello en las más diversas latitudes planetarias, la conclusión objetiva que excede a toda duda razonable permite establecer que la exposición a estos agrotóxicos tienen potentes efectos cancerígenos, teratogénicos y disruptores de sistemas hormonales en las diversas especies animales estudiadas (7)(7). Y en este punto de una “sana ignorancia”, los comunicadores científicos tienen mucho trabajo pendiente que deberán hacer de cara a toda la sociedad.
Referencias
(1) Rovasio, R.A. (2020). El caso Glifosato, paradigma de las pampas argentinas. En Cap.4 de Ciencia y Tecnología en Tiempos Difíciles: De la ‘ciencia pura’ a la ‘ciencia neoliberal’. 452 pp. Editoriales UNVM y UNC (Argentina).
(2)(2) Rossi, E.M. (2020). Antología toxicológica del glifosato. https://surcosdigital.com/wp-content/uploads/2020/04/Antologia-toxicol%C3%B3gica-del-glifosato-5-ed.pdf
(3)(3) Vandenerg, L.N. et al. [+13]. (2017). Is it time to reassess current safety standards for glyphosate-based herbicides? J Epidemiol Com Health, March 20, 2017 doi:10.1136/jech-2016-208463
(4)(4) FAO. (1996). https://www.fao.org/3/t1147s/t1147s00.htm#.Contents; https://www.fao.org/3/t1147s/t1147s0e.htm
(5)(5) Paganelli, A., et al., (2010). Glyphosate-Based Herbicides Produce Teratogenic Effects on Vertebrates by Impairing Retinoic Acid Signaling. Chem Res Toxicol 23: 1586-1595.
(6)(6) https://agenciatierraviva.com.ar/alemania-ratifico-su-intencion-de-prohibir-el-glifosato/; https://www.worldometers.info/food-agriculture/pesticides-by-country/; https://www.carlsonabogados.com/news-and-update/prohibiendo-roundup/; https://ensia.com/features/developing-world-pesticides/
(7)(7) Avila-Vazquez, M. et al. (2018) Environmental Exposure to Glyphosate and Reproductive Health Impacts in Agricultural Population of Argentina. J Environ Protection 9: 241-253. https://doi.org/10.4236/jep.2018.93016
Benítez Leite, S. et al. (2008). Malformaciones congénitas asociadas a agrotóxicos. http://biblioteca.clacso.edu.ar/Paraguay/base-is/20190603042019/Doc120.pdf
Ordoñez, J., et al. (2020). Efectos del glifosato en la salud reproductiva humana. https://reproductiverights.org/sites/default/files/documents/Glifosato%20y%20salud%20reproductiva.pdf
Restrepo Guerrero, H.F., Rincón Ruíz, L.H. (2021). Glifosato como factor de riesgo para malformaciones congénitas: revisión bibliográfica. Repert Med Cir 30: 101-108.
Profesor Emérito (UNC)
ExInvestigador Principal (CONICET)
Comunicador Científico (UNC)