El macrismo final, el gesto testimonial (¿de cara al 2023?)
Por Santiago Asorey
El sendero por el cual desbarrancó Juntos por el Cambio luego de la derrota electoral de las PASO abrió un cambio de época que fue vivido de forma brusca por los grandes medios de comunicación que no anticiparon la debacle. Al igual que la dirigencia macrista que sigue sin poder salir de la incredulidad de la paliza electoral sufrida ante el peronismo kirchnerista. En este escenario ya describimos algo sobre los días posteriores a la implosión del oficialismo en días de fuego y cenizas macristas.
Sin embargo, en los últimos días el clima electoral ha tomado nuevas características que pueden destacarse. La estrategia electoral del macrismo pos elecciones parece tener discursivamente distintos enfoques. Tras la volcada del presidente en la conferencia de prensa en el cual sostuvo que estaba “mal dormido” y que la culpa de la nueva devaluación era de los votantes, Macri intentó recomponer el mensaje y anunció una serie de medidas destacando que sí había escuchado el mensaje de las urnas.
Dicho esto, la estrategia electoral de Juntos por el Cambio pareciera encontrar los límites de la propia falta de confianza en creer que el resultado pueda revertirse. Ante ese escenario, la expresión militante del núcleo duro ultradicalizado del macrismo encontró el sábado pasado una forma de expresión que respondió a la consigna de Luis Brandoni. El actor radical llamó a marchar para no perder “La República”. El discurso del actor macrista va en línea con el eje de Carrió: la ultrapolarización e intento de levantar la moral del núcleo duro. El nuevo moderado Durán Barba (sí, no se puede creer) cuestionó esa estrategia discursiva y se refirió a Lilita como un personaje marginal “que alega que hubo fraude”. Ahora, el gurú ecuatoriano pide que Macri trabaje junto a Alberto Fernández y sostiene que “aceptar el resultado favorable o contrario a las urnas es parte de la democracia". Un Durán Barba relegado de su poder llama a la moderación mientras una incendiaria Carrió con el control remoto de la campaña en la mano dice "que solo muertos se irán de Olivos”.
El problema de este enfoque épico de Carrió es que se lleva de patadas con el ala moderada del Gobierno que intenta hablarle “al votante perdido” (si de lo que se trata es en realidad revertir la elección de 15 puntos de diferencia). Ahora, tal vez ese no sea el caso; sino expresar un gesto de testimonialidad del macrismo en sus últimos días de gestión. ¿Qué dice ese gesto? Que efectivamente al macrismo duro no le interesa buscar un consenso amplio en la sociedad argentina que le permita un milagroso triunfo electoral. Tal vez lo que se exprese en los últimos días del macrismo es dejar un sello específico de su salida de poder. Que a pesar de la degradada gestión económica neoliberal, que impactó negativamente sobre la clase media y los sectores populares, lograron sostener una identidad sobre su núcleo duro. Y ese sector conserva capacidad de movilización. El problema es que Juntos por el Cambio nunca otorgó durante su gestión a la movilización callejera un lugar de centralidad en su identidad política. Por eso en estos días se siente un recurso ajeno. Pero por distintos motivos, para la minoría intensa en la cual se convirtió el macrismo en estos días se vuelve una ilusión para aferrarse.