En un país con 40% de pobres, lo épico y revolucionario es crear trabajo digno, por Aldo Duzdevich
Por Aldo Duzdevich
Todos los gobiernos, todos los movimientos políticos, necesitan construir una épica que motive y entusiasme a sus seguidores y si es posible a los indecisos o indiferentes.
En 2019 el peronismo recibió el gobierno con inflación galopante, deterioro del poder adquisitivo, cierre de miles de empresas y de postre una deuda con el FMI de 44 mil millones, cuya mitad hay que empezar a pagar este año 2022.
Es posible que quienes votaron al PRO en 2015, creían que lo ganado hasta allí, estaba asegurado y aspiraban a obtener mejoras con Macri. Ante el desengaño, en 2019 votaron al Frente de Todos con la expectativa de recuperar lo perdido y volver al 2011 o 2013.
Pero, como todos sabemos o imaginamos, construir cuesta años y destruir lo construido, apenas un par de bombas. La primera fue devaluar de 9 a 15 pesos el dólar, y con esa sola medida forzar a 3 millones de argentinos a volver a la pobreza. Luego Macri y “el mejor equipo de los 50 años” siguieron su tarea destruyendo el empleo y endeudando al país.
Durante los cuatro años del PRO y la UCR, nos acostumbramos a una política de oposición dura. Nuestros programas de radio y tele llenaron horas con reportajes a dirigentes del FIT como Bergman y Del Caño y otros personajes, que estaban en la oposición igual que nosotros.
Pero, en 2019, dejamos de ser oposición y pasamos a ser gobierno, para intentar reconstruir todo lo destruido por Macri. Era una tarea que se presentaba muy difícil por la situación encontrada. Pero, la expectativa de nuestros votantes y la de muchísimos compañeros del FdT, era que en tres meses estuviéramos mágicamente en 2013. Cosa imposible.
A poco de andar tropezamos con la pandemia. La épica bien planteada fue “entre la economía y la salud del pueblo elegimos la salud”. Parte de la oposición nos contrapuso la consigna de “no a la cuarentena obligatoria”. Consigna que también tomó a un pequeño pero ruidoso sector de los nuestros.
Si el cuadro económico era complicado, dos años de pandemia nos terminaron de hundir. Sin producción en la mayoría de los sectores, y sin recaudación, el Estado tuvo que gastar recursos que no tenía, para sostener desocupados, trabajadores parados y empresas.
A la salida de la pandemia se hicieron visibles todos los males. Comenzando por el 40% de pobreza. Y cobraron fuerza todos los reclamos postergados en el impasse de cuarentena.
La primer medida de gobierno, en respuesta a una promesa de campaña, fue la ley de interrupción del embarazo que contó con un ruidoso activismo de uno y otro lado en las calles. De pronto parecía que ese clima de movilización callejera era el camino para resolver todos los males que nos aquejaban. Pero, muy ajeno a este tipo de disputas, 18 millones de argentinos despertaban todas las mañanas preocupados por subsistir en el día a día. De ellos 3,5 millones salían diariamente a buscar trabajo, a realizar alguna changa o a vender pasteles o pañuelitos.
Desde sectores de la militancia del FdT y desde el gobierno se impulsaron agendas de propuestas y debates que no generaron el entusiasmo esperado entre las grandes mayorías populares. No porque no fuesen causas justas, sino porque eran/son causas que se sienten distantes de las preocupaciones cotidianas.
Algunos grupos militantes generaron una suerte de mini-sierras maestras, con mucha difusión twitera que terminaron en coitos-interruptus. A veces porque los objetivos eran muy ajenos al interés popular y otras veces porque no se evaluaba correctamente las posibilidades de éxito antes de lanzarse a la lucha. Y las luchas iniciadas con mucho entusiasmo finalizaban sin alcanzar el objetivo pretendido, lo cual alimentaba una cadena de frustración y enojo contra el gobierno por la “debilidad” demostrada. Mientras tres millones y medio de compatriotas sale todos los días a ganarse el pan para ellos y su familia. Cada uno sueña con ese trabajo que nunca tuvo o que tuvo y perdió. Un trabajo con sueldo en blanco, con obra social para su familia, con días pagos por enfermedad, con días de vacaciones una vez al año. Algo que debería ser normal, pero que se ha convertido en inalcanzable.
Los cuadros de gobierno y la militancia del Frente de Todos deben hacerse carne de esta realidad, y hacer un replanteo de la dispersión de objetivos y propuestas. Debe enfocarse en un objetivo prioritario y esencial: crear trabajo digno. Absolutamente todo el gobierno debería enfocarse en esa tarea, que cada área se plantee en que colabora, para crear mas y mejores empleos. Y no estoy pensando en ingresar mas gente al Estado, que resulta siempre la mas fácil. Sino generar condiciones para movilizar las fuerzas productivas.
Volver siempre a la consigna de Perón: "Gobernar es crear trabajo. Hay que poner todo en movimiento, romper la inercia”. Para el peronismo, el trabajo es el gran ordenador social, por eso entre las veinte verdades peronistas la quinta dice: “En la nueva Argentina, el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.
Nuestro Papa Francisco en su enclítica Fratelli Tutti nos dice: “Una vez más convoco a rehabilitar la política, que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece su acción política.” (….) Y dirigiéndose a los empresarios dice: “estas capacidades de los empresarios, que son un don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificadas.”
Hay que dejar por un tiempo de mirar el posicionamiento en las encuestas. Hay que dejar de actuar detrás de la agenda mediática o de nuestros intereses políticos o personales. “Argentinos a las cosas, a las cosas!”, nos dijo el filósofo español Ortega y Gasset en 1916. Hagamos lo que tengamos que hacer. De la crisis solo vamos a salir creciendo y produciendo más y mejor.
Si el pueblo nos ve enfocados en esa tarea. Si le proponemos una nueva épica. La épica de marchar al interior, de movilizar los recursos naturales, de generar emprendimientos productivos, de convocar a la inversión en nuevas empresas argentinas, seguramente vamos a lograr generar una nueva expectativa positiva que nos permita recuperar la esperanza. Estamos a tiempo.