La productividad de la grieta, por Nazareno Cejas
Por Nazareno Cejas
En un discurso pronunciado el 27 de Mayo del 2004, el Comandante Hugo Chávez dijo: “Ante quienes pretendieron imponernos el fin de la historia, nosotros hemos respondido con el retorno de la historia”. Esta frase es una clara referencia al libro de Francis Fukuyama “El fin de la historia y el último hombre” publicado en 1992 luego de la caída de la Unión Soviética. Para el neoliberalismo, la historia se acaba cuando finaliza el conflicto. Por ello, la disolución de la URSS significó el fin de todos los conflictos, solo quedaba el neoliberalismo, solo quedaba administrar y ya no gobernar.
En Argentina, la palabra grieta ha entrado en la agenda pública de los medios de comunicación allá por el 2013 con un tono peyorativo. Hace referencia a los conflictos que pueden surgir en la sociedad por los desacuerdos políticos existentes en ella y como aquellos perjudican a un pueblo “naturalmente” unido. La grieta, como su definición lo indica, es la ruptura, el quiebre de un objeto. Algo irrumpió el devenir de nuestro país y ese algo para el discurso liberal, es el peronismo.
No en vano, los discursos antiperonistas rezan algo así: “Estamos como estamos por setenta años de peronismo”, olvidándose de la peor y más oscura dictadura que ha tenido nuestro país, la proscripción del Partido Justicialista por dieciocho años, la hiperinflación de los ochenta y el uno a uno de los noventa. La irrupción del peronismo en la vida política argentina ha creado un conflicto irresoluble según el relato liberal: la dicotomía peronismo-anti peronismo. La realidad es que esta no es única, ni irrepetible, pensarla de esta manera es olvidarnos de nuestra historia como República y hasta como proyecto de ella. Los morenistas y saavedristas, los unitarios y los federales, el pueblo y la oligarquía. Son simples muestras de que el conflicto en nuestra vida política siempre existió y no hay manera de que sea de otra forma.
Podemos hacer el ejercicio de pensar y definir de dos maneras distintas a la política. Por un lado, la definición liberal. En ella la política se define como las practicas institucionales y las decisiones que toman estas sobre las demás instituciones y el resto de la población. En este primer sentido podemos imaginarnos más fácilmente una clase política que domina las instituciones y puede llegar a ponerse de acuerdo en las medidas que toma.
De esta manera, en teoría la grieta podría llegar a resolverse. Por otro lado, podemos pensar la política como la pensaban los antiguos griegos: como la discusión de los asuntos públicos. Aquí podemos preguntarnos ¿Quiénes pueden discutir? La respuesta es simple: Todxs. ¿Es posible que todxs tengamos una visión similar de la sociedad en la que queremos vivir? Es decir, ¿puede ser que nuestras diferencias sean tan mínimas que ellas se resuelvan sin conflicto alguno? Creemos que la respuesta es negativa. Somos una sociedad plural por lo que las miradas acerca de la vida pública también lo serán. Esto produce conflictos, discusiones y tensiones. En una palabra, esto produce una grieta. El debate sobre la legalización del aborto es un claro ejemplo de ello, pero también existen otros: la Ley de Matrimonio igualitario, el pago a los fondos buitres, el regreso al FMI. Toda decisión sobre los asuntos públicos produce conflictos, porque siempre hay más de una manera de hacer las cosas.
Esto no debe considerarse un problema, sino todo lo contrario, ¿qué clase de libertad sería la nuestra si aceptáramos que las cosas son solo de una manera? Por ello, volviendo a la frase del Comandante Chávez, la noción de grieta propuesta por el neoliberalismo propone el fin de la historia, es decir el fin del conflicto. Cerrarla significaría que ya no hay nada más por lo que discutir, solo queda administrar la sociedad. “Este es el único camino, basta de pensar en soluciones mágicas” decía nuestro ex presidente Macri, cerrar la grieta no significaría respetar a todxs, sino lo opuesto, invisibilizar a quienes pueden llegar a estar en contra de las decisiones tomadas. Por lo contrario, aceptar que las sociedades son conflictivas y que puede hacerse de esto algo productivo, es permitirnos ver la pluralidad de voces existentes en ella. Es proponer el retorno de la historia, ninguno de los derechos adquiridos en nuestro país se ha dado sin luchas ni conflictos. Por ello pensar de manera productiva la grieta es reconocer, tal como decía Nicolás Maquiavelo, que de los grandes tumultos han salido las leyes que nos han permitido vivir en mayor libertad.