"No existe el fascismo 'de izquierda', siempre se vincula con una política de derecha"
Por Camilo Enrique Carbonelli
APU: Se trata de un concepto muy de moda, que mucha gente usa. Ahora: ¿Qué fue o qué es el fascismo?
Daniel Feiertein: Trato de distinguir tres grandes corrientes. Creo que las tres tienen seriedad y solidez porque hay mucho uso banal del término fascista que confunde más de lo que ayuda. Estas tres teorías no tienen la misma actualidad para pensar la Argentina actual. Primero, pensar el fascismo como un marco ideológico, una estructura ideológica, una forma de articular conceptos. La segunda, pensar el fascismo como un sistema político que está más vinculado al corporativismo, esto es pensar en un modo de administración de la sociedad que tiene que ver con la articulación entre el empresariado, sectores de la iglesia, militares y sectores de trabajadores organizados con cierta verticalidad, que es lo que veo menos actualidad en el presente. Después, la que más me interesa es pensar el fascismo como práctica social, como un conjunto de acciones que tienen que ver con esto de las formas de utilización política del odio, de los modos de movilización, reaccionaria, de la canalización de los resentimientos y frustración a través de mecanismos de proyección; me parece que es lo más fecundo para pensar el presente. No hay un consenso académico sobre el término fascismo.
APU: En términos históricos: ¿Qué tienen en común el fascismo italiano, el nazismo alemán o el franquismo español? ¿Son todas formas de fascismos?
DF: Tanto el fascismo italiano, como el franquismo español o el nazismo alemán, son tres casos prototípicos, donde podés observar grandes masas movilizadas en un sentido reaccionario y donde el ataque a las poblaciones estigmatizadas no era solamente de parte del aparato estatal sino que incluía la participación de distintos grupos de la población, que salían a atacar en las calles a los comunistas, a los judíos a quienes fueran construidos como el enemigo.
APU: ¿De dónde viene la expresión del "enano fascista"?
DF: Hay toda una discusión de donde viene el mito: se plantea que la inventó la periodista italiana Oriana Fallaci en su visita a la Argentina durante la dictadura. Yo no pude encontrar en las entrevistas y en ningún lugar aparece, pero era un momento donde no todo se registraba y quedó en el mito. Lo uso mucho Alfonsín en los últimos años de la dictadura cuando asume el gobierno y esta idea de que los argentinos tenemos un "enano fascista". Lo uso como motivo pero también lo discuto en el sentido de que no es que los argentinos tenemos un enano fascista, sino que en realidad podemos decir que cualquier sociedad tiene al fascismo como posibilidad en la implementación de esas prácticas sociales que definí fascistas. Planteo que si bien es algo que está latente en nuestras sociedades, la historia argentina no tiene antecedentes en los cuales el fascismo haya tenido realmente fuerza política: tuvimos dictaduras genocidas, el bombardeo a la Plaza de mayo, pero lo que no tuvimos hasta el momento ese tipo de prácticas de utilización política del odio, que interpelara a grandes mayorías. Sin embargo, lo que empiezo a ver, es que eso aparece como posibilidad en estos últimos años y es importante identificarlo porque lo que pasa hoy en Argentina es una novedad. No es que no haya existido algún fascista en distintos momentos de la historia, pero siempre fueron bastantes marginales.
APU: ¿Qué diferencias hay entre, por ejemplo, la última dictadura, y el fascismo?
DF: La dictadura hizo cosas terrible en nuestro pueblo pero no logró movilizar a la población activamente para cometer acciones de agresión hacia los pares. En las dictaduras tenías a la gente aterrorizada en sus casas que quizás hasta podía acompañar pasivamente, como ir en un auto y poner la bandera de que los argentinos somos derechos humanos o callarse o justificar de alguna manera lo que pasó ("por algo será"). Pero son formas de consensos pasivos que son muy distintas al fascismo que involucra la participación activa, esto es, grupos de gentes que salen espontáneamente u organizadamente a llevar a cabo acciones de agresión. Esto en la dictadura no pasó y tampoco se buscó.
APU: Esto de la legitimación social de la violencia contra un opositor (ya no desde el Estado, sino desde la propia sociedad civil). ¿De dónde proviene?
DF: Hay muchas raíces. Algunas son más generales, en el sentido que tiene que ver con cualquier sociedad, con el mecanismo de proyección, el intento de que mi frustraciones, mis resentimientos o mis broncas, pueda ponerlos en el otro al que hago responsable de todo lo que me pasa. Luego, hay elementos que tienen más que ver con la propia historia argentina, como es antiperonismo y distintas corrientes que articulan y canalizan ese odio. Más allá de que esto pueda haber existido en nuestra historia, nunca implicó una movilización significativa de personas dispuestas a expresar ese odio con su propia acción. Es importante distinguir la violencia material de la violencia simbólica. No es lo mismo el insulto, la estigmatización, que puede ser común a lo largo de distintos momentos en la historia argentina, con el ejercicio de la violencia. La violencia contra el pueblo se ejerció de modo terrible en diferentes momentos, pero siempre de un modo vertical, de arriba hacia abajo, desde el aparato de Estado a la gente. Incluso en momentos del siglo XX donde aparecieron grupos como, por ejemplo, la "liga patriota", que eran organizaciones que ejercían violencia contra los trabajadores, los comunistas o los judíos, eran grupos muy aristocráticos, no interpelaban a grandes conjuntos sociales. Eran jóvenes de la aristocracia que se organizaban en convivencia con las fuerzas de seguridad para ejercer la violencia.
APU: ¿El fascismo puede ser de derecha o de izquierda?
DF: Cuestiono el concepto de fascismo de izquierda. Creo que a lo largo del tiempo, cuando uno observa al fascismo como práctica social, esa movilización reaccionaria de las masas ha sido siempre construida como una política de la derecha. Me parece que es un exceso y una falta de precisión hablar de fascismo de izquierda. Han existido regímenes de izquierda autoritarios o genocidas, el caso camboyano es el más significativo, pero no son fascistas en el sentido de fomentar la movilización reaccionaria. Justamente, porque el fascismo se caracteriza por desarticular el lazo social de los trabajadores en tanto que los movimientos de izquierdas buscan articularlos con mayor o menor éxito.
Por eso, el fascismo se articula a un tipo de política propio de las derechas, que no quiere decir que todo el mal esté en la derecha y que no haya mucho que cuestionar en los movimientos populares pero me parece que no se puede hablar de fascismo en ese caso. Lo que podemos ver en relación al peronismo, por ejemplo, es que es muy heterogéneo, y ha contenido en su interior a núcleos fascistas pero son de derecha. Se trata de grupos que por lo general han sido bastantes marginales.
APU: ¿En las sociedades hay un fascismo latente, que funciona a nivel de incosnciente colectivo, que no llega a manifestarse como tal?
DF: Hay trabajos de Theodor Adorno sobre la idea de una personalidad fascista o una personalidad autoritaria, pero no me termina de convencer porque no termino de identificar en qué consistiría. Por eso, me gusta verlo desde un conjunto de prácticas sociales, que podemos implementar, no como un rasgo de personalidad que nos llevaría a un plano que mezcla niveles de análisis, porque si vamos a pensar en estructuras de personalidad y todo el análisis de la psicología o el psicoanálisis, de cómo se arma una estructura psíquica, me parece que los conceptos son otros y ahí el fascismo no tiene mucho para decir. Tenemos que que ver, justamente, cómo se llevan a cabo determinados mecanismo de proyección o negación. Pero el análisis tiene que ver con las prácticas sociales, desde un plano de análisis propiamente sociológico y no psicoanalítico.
APU: ¿Qué prácticas que podrían caracterizarse como fascista ha observado en Argentina en el último tiempo?
DF: Distingo distintas prácticas que han surgido en la sociedad que no eran tan comunes en nuestro país. Por ejemplo, determinados tipo de uso de la delación. Recuerdo cuando se salió a identificar a los docentes que reflexionaban en clase sobre la desaparición de Santiago Maldonado, por ejemplo. También, cuando grupos organizados se manifestan en las escuelas contra las políticas de géneros. Después, hay algunos intentos de linchamientos, como pasó respecto a un medio de comunicación en una manifestación en público. Ese tipo de acciones, donde la gente se empieza a sentir autorizada y organizada en grupos para ejercer una violencia directa contra aquel que considera su enemigo o al que estigmatiza como responsable de todos los males, son novedosas en nuestra sociedad. Por ejemplo, la reacción contra el delito, han habido en la última década casos de linchamientos colectivos que tiene que ver con esto, con renunciar a la posibilidad de construir colectivamente la norma y recuperar una violencia en masa que la aplicamos contra aquel enemigo que es el responsable de nuestro sufrimiento.
APU: En ese marco, están además las redes sociales. ¿Qué influencias tienen en la profundización y agudización de ese "odio social"?
DF: Las redes sociales pueden colaborar en la lógica del fascismo, por ejemplo, porque el fascismo requiere de procesos de desubjetivacion o deshumanización que han sido comunes en todos los genocidios y en general en cualquier experiencia fascista. Las redes sociales facilitan esos procesos porque se trata de una comunicación pública donde no hay rostro, donde no hay cara, donde no hay sujetos, son palabras que circulan en el espacio. Eso facilita el anonimato propio de los procesos de desubjetivacion y deshumanización. Uno se va cebando en ese espacio virtual para después salir y llevarlo a la acción contra alguien al que no se le reconoce su carácter de sujeto y de humano, que es la condición para poder llevar a cabo esa agresión.
APU: Dedica un capítulo para hablar sobre los modos de estigmatización en los medios de comunicación y dentro del periodismo.
DF: El periodismo sufrió una profunda trasformación tanto a nivel internacional como en el caso argentino. El periodismo cambia su modalidad. Identifico como un momento muy temprano, a comienzos del siglo XXI, con la creación del Grupo Hadad, que realmente implicó una transformación muy fuerte en el periodismo y de ahí salen muchos de los periodistas que después van a ocupar distintos medios, como Baby Etchecopar, Eduardo Feinmann, una cantidad de periodistas que introducen otro modo de ejercer el periodismo. Es un periodismo que da lugar al insulto, a la instigación de la violencia...Incluso incorpora lenguajes que no eran común en el periodismo, donde había una construcción de cierto espacio de objetividad, no de objetividad absoluta pero si de distancia con la realidad. Después vas a tener otro conjunto de periodistas que venían de otras tradiciones, más profesionales si querés, que van a ingresar en esta especie de periodismo de guerra que fue degradando incluso el propio ejercicio del periodismo. Ahí empieza una lógica muy de derecha pseudofascista, con el grupo Hadad, que después lo podés ver en muchos medios del campo popular y la izquierda, que más allá de no ser fascista cayeron en esta degradación del periodismo a partir de una bajada de línea que impide esa distancia crítica. Una idea de periodismo militante mal entendido: todo lo que hacen los míos es maravilloso y todos los que no piensan como yo es un desastre y debe ser insultado. Esto va bajando el nivel de la discusión. El grupo Hadad fue fundacional en esa manera de hacer periodismo.
APU: ¿Porque es importante, entonces, reflexionar sobre el fascismo hoy?
DN: Hay que identificar la novedad, no apelo al fascismo como uso banal de acusar a cualquier autoritarismo. Trato de identificar la emergancia de algo nuevo, algo que por lo menos las generaciones desde la dictadura a la actualidad no conocemos, porque ni si quiera la dictadura fue fascista. El concepto del fascismo nos tiene que servir para identificar algo que se viene y cómo podemos enfrentarlo. Concluyo en el libro que se requiere reconstruir frentes antifascistas y estos frentes requieren ser muy amplios y generar grandes acuerdos para no permitir que el fascismo avance. En ese frente se requiere que esté gente que piensa distinto, pero que coincide en ponerle un freno a esas prácticas fascistas.