"No vamos hacia un nuevo mundo sino hacia la profundización de una crisis preexistente”

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"No vamos hacia un nuevo mundo sino hacia la profundización de una crisis preexistente”

11 Mayo 2020

Por Santiago Asorey

Esteban Montenegro, formado en filosofía y diseño, integra el grupo académico Nomos, dedicado a estudios sobre intervención en problemas de filosofía, pensamiento estratégico y geopolítica desde un enfoque situado y multipolar. En diálogo con AGENCIA PACO URONDO profundizó sobre el escenario global geopolitico que deja la pandemia, la revitalización de la comunidad organizada, la tercera posición y el camino de la militancia, entre otros temas.

APU: Recientemente, entrevistamos al ex secretario de comercio Guillermo Moreno y él consideraba que la situación de la pandemia no iba a cambiar el mapa geopolítico global, ni que tampoco iba a producirse una transformación de los sistemas económicos. ¿Qué garantiza que al pasar la pandemia, el neoliberalismo no vuelva a “empoderarse”? 

Esteban Montenegro: Mi posición es que no vamos en lo inmediato hacia un “nuevo mundo” sino hacia la profundización de una crisis existente con anterioridad, la del orden liberal internacional y sus coordenadas ideológicas y existenciales. Contra lo que éste pretendía, la expansión de la economía global y los mercados emergentes no han unificado política y culturalmente al mundo bajo el modelo occidental. 

Pero, además, las privatizaciones y ajustes han dejado al “primer mundo” sin posibilidad de traccionar su propia economía y su propio destino, enfeudado como está al sector financiero. Digamos más, materialmente depende de los “autoritarios” países de Oriente. Además, el multiculturalismo, ese ensayo a pequeña escala de “aldea global”, está volando por los aires en Francia y en el resto de la (des)Unión Europea. 

Frente a ello, la tendencia general de la crisis venía siendo “el retorno de los límites” y la pandemia confirma todo esto y lo acelera. Que hoy se nacionalicen empresas y se reconozca la existencia y eficacia de la administración de fronteras es un signo de que el sistema está estructuralmente en crisis y ninguna de sus dos alas, ni la “progresista” ni la “neoliberal”, puede resolverlo sin negar sus presupuestos ideológicos de base. El verdadero “virus” que corroe este orden es la verdad, “la única realidad”. Podrá ser identificado por ellos con el Covid-19 o con el populismo, con “la extrema derecha”, con Rusia o con China, pero a la corta o a la larga, ningún bienpensante de “costumbres suecas” podrá escapar de él.

APU: Usted integra un grupo de estudios especializados en Tercera Posición. Durante la cuarentena medios argentinos han difundido y revisitado las posiciones filosóficas sobre la pandemia de Byung-Chul Han, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Franco “Bifo” Berardi, Judith Butler, Alain Badiou, entre otros. ¿Pero qué aporte diferencial puede realizar una mirada desde la tercera posición a este contexto?

EM: Mi crítica a los autores mencionados se puede encontrar en mi artículo “Intelectuales sin brújula”. Quisiera detenerme en la cuestión de la “Tercera Posición”. Una forma de entenderla es como la histórica posición de neutralidad que asumió nuestro país frente a los conflictos internos de las potencias del hemisferio norte. Aunque esta neutralidad no es valorativamente neutra, entiende que tomar distancia de los conflictos ajenos permite ganar márgenes de soberanía. Si por “Tercera Posición” entendemos ésto, creo que asumirla es una necesidad. Pero también existe una visión “ideológica” de la Tercera Posición que respondía al contexto de la Guerra Fría. Andrés Berazategui, compañero de Nomos, tiene un artículo en nuestra página donde señala su vigencia.

Mi posición personal, por el contrario, es que resulta improcedente desde el punto de vista de que en la actualidad no se vislumbra ningún orden internacional alternativo ni una ideología de pretensiones totalizadoras como era otrora el materialismo dialéctico. China no está intentando imponer su modelo al resto del mundo, sino hacer buenos negocios desde el punto de vista del incremento del poder nacional chino. Ese es su único “crimen”, el resto es propaganda. Por lo tanto, desde un punto de vista ideológico y existencial ni los chinos ni los rusos representan una amenaza. Por el contrario, coincidimos con ellos en la búsqueda de caminos alternativos al orden internacional liberal, que sí nos resulta hostil en lo inmediato.

APU: ¿Considera que este contexto revigoriza el concepto de comunidad organizada?

EM: Por supuesto. Especialmente ahora que redescubrimos por un momento la vida en el hogar, que se había reducido a ser un mero lugar de descanso. La comunidad es el espacio de lazos naturales al hombre cuando no está capturado por la rentabilidad capitalista. Básicamente consiste en la familia y su “mundo circundante”: la escuela, el club, la parroquia, la plaza, el barrio. En la defensa de sus “fronteras”, podríamos decir, se erige el sindicato que defiende precisamente el ámbito y las incumbencias de la comunidad del trabajador. En ese sentido, para el peronismo, tal como nosotros lo entendemos, la comunidad es anterior y fundante de lo político, y tiene una lógica específica, territorial, que obliga a que las soluciones surjan y respondan a su ámbito de emergencia. El pueblo no se “crea”, ni es un relato o una articulación discursiva de demandas heterogéneas, es un dato antropológico real que se distingue de otros pueblos en razón de su historia y del espacio que habita. Más aún, ni el Estado ni los partidos políticos son el “sujeto” de la comunidad, sino meros instrumentos al servicio de la comunidad misma que es la que manda.

APU: A partir de estos postulados filosóficos que usted señala, ¿Cuál debería ser el rol de la militancia en este contexto y devenir?

EM: En primer lugar, querría aclarar que mi militancia actual se centra sobre todo en el terreno de las ideas y la comunicación social, editando libros y artículos en forma independiente con los compañeros de Nomos. Lo interesante es que la proliferación de medios y canales digitales de expresión permiten dar un amplio alcance a contenidos producidos “desde el llano”, sin intermediarios. Esto permite concebir la emergencia de actores políticos con un “saber-hacer” muy distinto al de la vieja lógica territorial, que por supuesto no dejará nunca de existir, por lo que dijimos antes, pero que estará obligada a ser más transparente, dinámica y expeditiva porque los medios técnicos así lo permiten. Y no nos referimos a la “política mediática”, vacía de sustancia, y que simplemente traslada los modos televisivos a los nuevos formatos. Hablamos de la emergencia de una forma de militancia distinta, a mitad de camino entre las ideas, los medios digitales y el territorio, en la que las nuevas generaciones no necesitan pedir permiso ni autorización a nadie para formular críticas o proponer soluciones alternativas a los problemas de siempre. Los medios están, lo único que resta es vencer la inercia, la ignorancia y el miedo a la hora de responder a los desafíos de nuestra vida en común y de nuestras respectivas organizaciones.