Selci: "No busqué decirle a la militancia lo que tiene que hacer, sino prestigiarla en el campo de la filosofía"
Por Mariano Dorr
APU: La aparición de "Teoría de la Militancia" en la colección de Cuarenta Ríos obliga a pensar el modo en que se inserta tu libro en los debates abiertos por "Los espantos", de Silvia Schwarzböck, "Sublunar", de Javier Trímboli, y "Yo ya no", de María Pía López. En todos esos textos se juega una discusión en torno al modo en que debemos pensar lo político en la actualidad. Sobre todo, en "Los espantos" y "Sublunar", parece abrirse allí la necesidad de discutir qué fue lo que sucedió en la Argentina de Néstor y Cristina Kirchner. ¿Se trató efectivamente de una experiencia que debe pensarse -al menos en cierto sentido- bajo el signo de la revolución o, más bien, se trató de una de las configuraciones posibles de la “vida de derecha” de la postdictadura? "Teoría de la militancia" parece querer dar cuenta de esta polémica despejando una especie de malentendido. En principio, querríamos saber qué lectura hace de esos textos y de qué modo opera dicha lectura en la construcción de tu propia respuesta a la hora de explicar la derrota.
Damián Selci:: Le escribí a Silvia Schwarzböck cuando salió su libro. Y le dije que para mí era un texto que marcaba una especie de hito en el curso de las publicaciones ensayísticas argentinas. Porque era un libro de filosofía que pensaba la democracia desde una mirada que, para mí, es la de la izquierda peronista. Normalmente los ensayistas “miran” los 70 con los ojos de la democracia. Schwarzböck hace lo inverso: mira la democracia alfonsinista, menemista, la Alianza, etcétera, con los ojos de los 70, de la izquierda peronista. De ahí sale, creo yo, el concepto implacable de “vida de derecha”. En "Los espantos", no es la izquierda peronista la que tiene que hacer una autocrítica, sino la democracia, a la que Schwarzböck ni siquiera le reconoce mucho valor analítico; de hecho la llama “postdictadura”.
En aquel momento le escribí preguntándole si para ella el kirchnerismo también caía bajo el rótulo de postdictadura y vida de derecha, porque en el libro habla muy poco de Néstor y Cristina. Por lo que sé, Trímboli leyó "Los espantos" y se hizo la misma pregunta. Y entiendo que "Sublunar" (cuyo subitítulo es "Entre kirchnerismo y revolución") es una respuesta a la categoría de post-dictadura, porque levanta la palabra “revolución”, que es la contrafigura absoluta de “post-dictadura”.
Pienso que "Sublunar" tiene otro corte generacional, el de personas que militaron en los 80, cuando se apagaban los ecos del esplendor de la izquierda peronista. Para esas personas la revolución creo que ya no aparecía como un objetivo político concreto, sino una aspiración a la vez propia y del pasado. De pronto, esa nostalgia se corta con el kirchnerismo. El enunciado de fondo de "Sublunar" para mí es: queríamos la revolución, tuvimos el kirchnerismo, que fue digamos un Estado hermoso, con políticas de reparación buenísimas: pensemos sobre eso.
En cambio, también "Teoría de la militancia" tiene su propio corte generacional, donde el kirchnerismo no principalmente es la experiencia de estar-en-el-Estado, sino de estar-en-la-militancia. Podría decir que la palabra clave de "Los espantos" es postdicadura, la de "Sublunar" es revolución y la de mi "Teoría…" es la militancia.
APU: El ensayo político es, sin dudas, una nota común entre los libros de la colección. Llama la atención, sin embargo, que en tu argumentación no aparezcan explicitadas discusiones políticas con autores argentinos (excluyendo, desde ya, el caso de Laclau). Zizek es el elegido para atravesar la crítica a Laclau. Es una elección que en buena medida se justifica debido a que Laclau mismo escribió junto a Zizek un texto que luego -como comentás en el libro- los distancia incluso en términos personales. Pero en ese texto también participó Judith Butler, y tu libro no le da a Butler el lugar que sí le da a Zizek. ¿Cómo pensaste el arsenal teórico de tu libro? ¿Qué debates suscitaron en tu propia construcción ensayística? Pareciera que no te preocupa la crítica según la cual estarías yendo hacia autores centrales (Zizek, Hegel) para pensar la periferia (la militancia en el cono sur, el conurbano, etc).
DS: Los textos de referencia que usé para escribir este libro son, desprejuiciadamente, todos aquellos que me sirvieran a los efectos de hacer lo que quería hacer: no una antropología de la militancia en el Conurbano, ni una sociología, sino una teoría de la militancia. Este libro no es una teoría que deba aplicarse a la práctica, es una práctica aplicada a la teoría. Con esa frase quiero decir que precisamente lo que quería era incrustar la militancia en el contexto de la teoría política digamos “contemporánea”. O sea, hacer un aporte teórico, partiendo de la premisa de que la teoría política estaba no dando respuestas a la situación abierta en Latinoamérica luego de la muerte de Chávez. La militancia es vista lógicamente desde el lado del hacer, de la praxis, pero tiene una dimensión de pensamiento que pocas veces se resalta. El periodismo, por regla, da a entender que la militancia no piensa. Y Badiou sostiene lo contrario, así que era una referencia obligada.
La pertinencia de Laclau es igual de evidente: la “teoría de la militancia” tiene por suelo histórico a la teoría del populismo. Para mí, ser materialista en cuanto al pensamiento consiste en tomar el modelo intelectual más fuerte y útil de la teoría política, no el que más me “guste” sino el más firme, difundido, poderoso: o sea, el que reconoce y teme el enemigo. Y eso es, hoy, el populismo y nada más que el populismo. Da la casualidad que su mejor teórico es un argentino, y en su juventud, militante en una agrupación de Abelardo Ramos, lectura obligada en la tradición de la izquierda peronista… La verdad, no siento haberme ido muy lejos de Argentina para escribir este libro.
Después está Zizek, que cumple dos funciones. Por un lado, es un formidable lector de Hegel. Y la dialéctica es, podríamos decir, una forma de pensar militante, en la medida en que una de sus premisas es que las contradicciones no son errores lógicos que deben desecharse, sino “errores ontológicos” que deben asumirse, de los que hay que hacerse cargo, de los que no podemos no hacernos cargo. Por otro lado, Zizek es un también excelente lector de Lacan, y si se trata de entender por qué perdimos, o sea, por qué la gente eligió un gobierno que la agrede en lugar de uno que la favorece, eso tiene que ser comprendido con la mejor teoría del sujeto disponible, que sigue siendo la de Lacan. Además, Buenos Aires tiene más psicoanalistas que París. Me parece que, si fuera necesario decirlo, en eso también es un libro bastante argentino.
APU: La militancia conlleva en tu "Teoría…" una toma de conciencia de la interiorización del antagonismo “Pueblo-Oligarquía”. Hay un movimiento de pérdida de la inocencia que se traduce en potencia de acción. Al mismo tiempo, con la toma de conciencia aparece el sentimiento de “culpa” por no haber sabido ver aquel estado de inocencia. En este sentido hay en tu TM una especie de educación sentimental colectiva. Por momentos, cabe suponer -como suplemento a tu trabajo- algo así como un tratado de las pasiones políticas. Hobbes escribió que su única pasión había sido el miedo. ¿Cuál es la pasión fundamental de Selci y cómo operan las pasiones en tu ensayo?
DS: Toda pasión es un sufrimiento, como sabemos por Cristo. En la Teoría de la militancia, la pasión es la pérdida del narcisismo, la pérdida de la inocencia. El libro se trata de eso. Es el recorrido por las diversas y sufrientes figuras de la conciencia militante, que con sucesivos y variados dolores se va despojando de lo que llamo “apariencia de sustancialidad”.
APU: A través de Deleuze y Badiou, se plantea la posibilidad de pensar al militante como “personaje conceptual”. El 17 de octubre de 1945 lo explicás atendiendo al “acontecimiento” en términos de Badiou. Ahora bien, ¿Estamos ante una irrupción de lo teórico en el llano? ¿Qué metodologías o talleres de lectura colectiva, qué programas de investigación teórica estás llevando a cabo en tu lugar de operación política territorial, en Hurlingham?
DS: Lo diría al revés: es una irrupción del llano en lo teórico. Lo que busqué no es decirle a la militancia lo que tiene que hacer, sino prestigiarla en el campo de la filosofía. O sea: que la militancia hable, que desarrolle su pensamiento, y que en ese desarrollo revele su dignidad. Lo habitual es que una interminable cohorte de intelectuales, analistas y periodistas le digan a la militancia que debe hacer esto, dejar de hacer lo otro. Todo el mundo da consejos, recomienda lecturas, señala carencias. Este libro hace lo contrario: señala las carencias de todo el mundo, desde el punto de vista de la militancia. Y la militancia no está obligada a la particularidad, ni a contar anécdotas. Retomando la expresión de Hegel, es una “posición del pensamiento ante la objetividad”, y por eso tiene rango universal. La militancia no es solamente praxis. Es, primero que nada, una toma de posición. Y es absolutamente moderna. De Kant en adelante al menos, la “realidad” no puede ser considerada como una totalidad cerrada y completa: siempre está abierta, “barrada”, es contradictoria. Y bien, ¿para qué clase de sujeto, si no es para el militante, la realidad está en estado de apertura? En el militante, la apertura de la realidad se convierte en una determinación suya. Para decirlo con una consigna: si la realidad es política, el sujeto es militante. Eso es lo que quise decir.
APU: Cristina dijo recientemente en Ferro que la militancia hoy debe operar en tres frentes: los libros, las redes y las calles. Por otro lado, reafirmó la necesidad de retomar el concepto de “Pueblo”. A su vez, se refirió a la necesidad de incluir a los pañuelos celestes (factor que genera polémica cuando no escándalo). ¿Cómo responde tu TM a este problema planteado por Cristina?
DS: Dijo muchas cosas brillantes Cristina en Ferro. Quiero rescatar una que aparentemente es “menos polémica” que la alusión a los pañuelos y por eso fue poco comentada. Dijo esto: la igualdad es una construcción política. Me parece que es una frase de enorme importancia. No dijo simplemente que la igualdad es un derecho, algo inherente a las personas, que simplemente debe garantizarse. Es una construcción. ¿Se nota la diferencia? Ya no hay nada garantizado en el mundo. Y ese abismo, la falta de garantías, es el que enfrenta el cuadro político: por eso debe militar, o dicho en términos de Badiou, construir fielmente las consecuencias del acontecimiento.