Táctica y estrategia para enfrentar a Milei
“Hay que volver a la realidad y para ello exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos”.
Raúl Scalabrini Ortiz
“He cuidado atentamente de no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni detestarlas, sino entenderlas”.
Baruch Spinoza
Superemos rápidamente la angustia y la desazón, alimentémonos de la bronca, llenémonos de humildad y pongámonos en marcha para lo que viene. No hay tiempo para lamentos. El objetivo es claro, pero sin una planificación es una mera expresión de deseo. Y el plan requiere articular rápidamente dos niveles de análisis: el primero, táctico-electoral; el segundo, estratégico. Si bien este último tiene una temporalidad más larga, se vincula con el primero para dar el tono correcto a la campaña en los próximos sesenta días, hasta las elecciones generales del 22 de octubre. En la articulación virtuosa de ambos planos radica la posibilidad de ingresar a la segunda vuelta y, eventualmente, obtener un triunfo contra Milei el 19 de noviembre.
Nivel táctico
Antes que en porcentajes conviene ver los resultados en cantidad de votantes. Unión por la Patria (UxP) sacó la mitad de votos que el Frente de Todos (FdT) en 2019. O sea, seis millones, contra doce millones de aquel momento sobre un total de votantes no muy diferente. En las legislativas de 2021, el FdT sacó ocho millones de votos. Entre 2019 y 2021 perdimos cuatro millones de votantes; y entre 2021 y 2023 dos millones más.
Lo notable es que mientras hasta ahora la polarización con Cambiemos/Juntos por el Cambio (JxC) siempre implicaba que los votos migraban de uno a otro bando, ahora emergió una fuerza que pasó de poco más de un millón de votos en 2021 a poco más de siete millones en 2023.
¿De dónde salieron esos seis millones de votos que fueron a Milei?
Quien más perdió fue JxC que pasó de casi diez millones de votos en 2021 a 6.700.000 en 2023. El segundo espacio político que perdió más votos, como se dijo antes, fue el peronismo (dos millones de votos). La suma de los votos perdidos por ambos espacios explica el fenomenal crecimiento de La Libertad Avanza. Es evidente que en el discurso anticasta de Milei cayó en la misma bolsa JxC y UxP.
En este escenario, la única posibilidad de Unión por la Patria es entrar al ballotage logrando i) que la enorme mayoría de votos de quienes se sumen a votar entre las PASO y las generales (en todos los comicios anteriores, siempre aumentó el caudal entre una y otra elección), sumado a ii) lograr la adhesión de, aunque sea, una mínima porción del votante de Larreta y iii) apelar al voto útil de expresiones electorales menores de la izquierda y el peronismo.
Un dato alentador en ese sentido es que no parece que haya mucho terreno sobre el cual pueda crecer electoralmente Bullrich, excepto la misma masa de electores que se incorporará a votar en las generales (aunque se encuentra disputada por La Libertad Avanza, con un discurso muy similar).
De lograr el primer objetivo táctico (ingresar al ballotage), UxP la tendría muy difícil, pero se abre una luz de esperanza en la medida en que el temor a Milei empuje a algunos votantes de JxC —en particular, de la vertiente Larreta— a votar al peronismo. Algo ciertamente muy complicado, a causa del antiperonismo imperante en ese sector, pero no imposible, en tanto y en cuanto Milei ha desplegado un furibundo ataque al radicalismo y el progresismo liberal y parte de ese sector puede moverse movido hacia un “voto útil democrático”.
Nivel estratégico
Si tales son las evidentes coordenadas tácticas que, con toda seguridad, ya fueron evaluadas en los comandos de campaña de los principales actores políticos, ahora se trata de aportar algunos insumos al análisis estratégico. En ese plano de trata de entender sobre qué tendencias de mediano plazo, más estructurales, cabalga el fenómeno Milei.
Básicamente, podemos describir ese emergente como el ascenso de una “nueva derecha”, ultraliberal en lo económico, autoritaria en lo político y conservadora en lo cultural. Pero estos elementos no son novedosos en la historia de la derecha argentina. Tampoco lo es su combinación con estrategias efectistas en lo discursivo. O sea, explicaciones fáciles para temas difíciles, con respuestas casi milagrosas (algo de lo cual el macrismo ya supo hacer gala). Y no parece una novedad tampoco su apelación a los núcleos básicos del sentir de derecha: miedo y odio. Miedo a la incertidumbre, la inestabilidad, a la inseguridad; odio a los chorros, a los vagos, a lo diferente, a los políticos, etc. También estos elementos fueron parte del legado macrista y no alcanzan a explicar la migración masiva de votos a Milei.
Lo nuevo está en cambio en:
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La violencia verbal: el PRO abrió esa puerta que Milei recorrió como nadie. En una época en que “lo políticamente correcto” dejó a un lado la violencia, Milei la encarnó y le permitió expresar el hartazgo social de un sector de la sociedad que está decepcionada tanto con el peronismo como con JxC y de una juventud que no ve perspectivas de futuro.
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La identificación de un enemigo en la “casta política”. Para el PRO y el radicalismo, en cambio, el enemigo era el kirchnerismo. La apelación a la casta funcionó como un chivo expiatorio extraordinario. ¿Quién tiene la culpa de todos tus problemas? La casta. En el bunker de Milei cantaban: “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. En este entrañable lema del 2001 caen por igual macristas y radicales, peronistas y kirchneristas, identificados como la causa de la debacle argentina.
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El rechazo a los valores igualitarios y liberal-progresistas: incluso el PRO apelaba a lemas como “pobreza cero” y siempre tuvo en su seno sectores liberal-progresistas que apoyaron políticas como la legalización del aborto o el matrimonio igualitario. La Libertad Avanza canalizó la reacción conservadora de un sector de la sociedad que ve con malos ojos esas políticas. Pero sobre todo enarbola abiertamente un discurso anti-igualitario, enfrentando explícitamente valor como el de la educación pública (asociado al liberalismo del siglo XIX), el ideario peronista por el cual “detrás de cada necesidad hay un derecho” y acusando a todo el arco político de comunista.
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La utilización de nuevas redes sociales: ya no solo las “tradicionales” Facebook, Twitter, etc., en las que el macrismo en su momento tuvo un vehículo privilegiado para su mensaje, sino que ahora emergen nuevas redes en las que los libertarios de derecha han sabido desenvolverse como nadie. Nos referimos a los Streamers, los Gamers, el ecosistema cripto, etc. Un submundo que abarca y es consumido por millones de personas, especialmente jóvenes.
Sintéticamente, identificamos en esos elementos los factores que le permitieron captar a Milei un voto de jóvenes en situaciones de precariedad y disconformidad (expresando la rebeldía de este sector), el voto de las provincias del interior, que en tanto lejanas de Buenos Aires están marginadas de la vida política argentina (acentuando la idea de la casta como algo extremadamente lejano y sin resultados positivos en sus vidas) y el voto transversal de sectores liberal-conservadores en distintas clases sociales.
En estos apoyos se cruzan aspectos de “vieja subjetividad” (tradicional conservadurismo, aspectos de derecha clásicos) con factores de una “nueva subjetividad” asociada la actual etapa de capitalismo de plataformas. Esto es, un tipo de sociabilidad dominada por la virtualidad (favoreciendo el individualismo extremo, la lógica de burbujas de pertenencia, el narcisismo y largos etcéteras), una forma de actividad laboral y económica flexible mediada por plataformas (donde el Estado es visto como algo ajeno que molesta) y un consumo cultural altamente globalizado, fragmentado e individualizado.
Para esta nueva subjetividad, la apelación a valores y símbolos del pasado carece de sentido. Se trata de una vuelta de tuerca más sobre la subjetividad que emergió en los ochenta y noventa con el surgimiento de la internet y que se identificó en su momento como “posmoderna”. En los últimos diez años ingresamos en la segunda fase del capitalismo informacional, a la que se ha denominado “capitalismo de plataformas”, donde tendencias que estaban en la etapa anterior se acentúan, otras mutan y surgen nuevas. Es la ideología de esta época, en parte subterránea, que nos sorprende cuando emerge y se expresa y nos da la sensación de que una parte importante de la realidad escapa a nuestra vista.
En síntesis, la nueva derecha —no solo aquí, sino en buena parte del mundo occidental— se ha fortalecido en el entronque entre esa nueva subjetividad y aquellos viejos valores liberal-conservadores (varios de estos aspectos han sido analizados en el podcast).
¿Qué hacer entonces?
El desafío estratégico, entonces, es actuar sobre estas tendencias. Porque si se alinean todos los astros y logramos entrar al ballotage y derrotar a Milei, tarde o temprano lograrán imponerse.
Actuar sobre esas tendencias es básicamente no dejar en manos del mercado la “educación del soberano”. La lógica capitalista en su fase actual está generando estos monstruos. Decíamos a principios de 2019, cuanto todavía gobernaba Mauricio Macri y Javier Milei era solo una figura graciosa en la televisión:
“La situación es inestable y produce temor en una población que vive los efectos negativos de la transición global (precarización del empleo, incertidumbre de futuro, pérdida de control sobre su propia vida). Las opciones intermedias en el mundo van perdiendo espacio. La disyuntiva en el mediano plazo es la derechización autoritaria (con aumento de la represión estatal para contener las tensiones internas) o profundización de la salida nacional-popular. La desconexión que proponemos es esencialmente esto último. No se trata de proclamas revolucionarias, sino de un camino consecuente nacional y popular en todos los planos que nos permita ir hacia una Argentina efectivamente pos-neoliberal.”
Si tal era la disyuntiva en aquel momento, la gestión que hizo el Frente de Todos desde su asunción —que podemos caracterizar como la búsqueda de un camino intermedio— condujo a la situación actual de “derechización autoritaria”. En aquel mismo texto, escrito junto a José “Pepe” Sbatella, afirmábamos:
“Por todo esto necesitamos de una actualización teórico-política. No podemos volver al gobierno nacional para hacer lo mismo. No podemos porque las condiciones externas no son las mismas (precio de las commodities, escenario internacional, etc.) pero no podemos tampoco porque el país no tiene otra oportunidad. Este péndulo entre (neo) liberalismo y (neo) desarrollismo ha golpeado duramente nuestra realidad nacional: los primeros hundiendo al país, los segundos no acertando en cómo sacarlo definitivamente a flote. Las secuelas son un país subdesarrollado con pobreza infantil, empleo informal, desigualdad de ingresos, extranjerización del aparato productivo, concentración económica, extractivismo y re-primarización, pérdida de control estatal sobre sectores clave, etc.”
Y señalábamos respecto al enfriamiento de la economía desde 2012 —y por ende a los límites de la inclusión social mediante el empleo— algo que puede aplicarse casi sin modificaciones a la gestión del Frente de Todos:
“Cuando nos chocamos de frente con estos límites [del desarrollo] intentamos una respuesta a nivel de la gestión y administración del Estado mediante la “sintonía fina” (ajustes graduales en tarifas de servicios públicos, control sobre el mercado de divisas, subsidios al empleo industrial, etc.). Políticas correctas, ciertamente, pero insuficientes (…). La percepción social fue que la “sintonía fina” la pagaban los trabajadores y la clase media (impuesto a las ganancias, quita de subsidios, etc.). Por supuesto, este clima social estuvo fogueado por los medios hegemónicos de comunicación. Pero también es cierto que luego de una década de gobierno no logramos modificar una matriz cultural-ideológica dominada por los valores neoliberales. Lo que es peor, parte de nuestras políticas fomentaron una sociedad des-ideologizada de consumidores (en lo económico), de espectadores (en lo cultural), y electores pasivos (en lo político). Todo lo cual constituyó un caldo de cultivo fenomenal para los propagandistas de Cambiemos.”
Pasaron más de cuatro años desde aquel texto de inicios de 2019. Lamentablemente, a la luz de los acontecimientos, tuvimos la mala suerte de acertar en los pronósticos.
Ahora, la suerte está echada. Las cartas están sobre la mesa. ¿Está todo perdido? No, como dijimos antes, el escenario electoral es muy adverso, pero no es imposible ganar. Requiere, una vez más, audacia y acciones transformadoras, y al mismo tiempo buscar una mayor cercanía con los problemas cotidianos, evitar los lugares comunes del discurso político y proponer una épica para la militancia que nos permita salir a reconquistar votos perdidos. La campaña de Lula, contra un contrincante muy similar al nuestro, puede ser un buen ejemplo del que aprender.
El nivel estratégico, sin dudas, requerirá de otros análisis en el tiempo. Y no estamos para eso ahora. La urgencia apremia. Pero es preciso definir mínimamente unas coordenadas que enmarquen las decisiones tácticas de campaña. Si no se definen actúan implícitamente o, lo que es peor, no hay ninguna concepción estratégica y las acciones tácticas se siguen sin ningún orden. Téngase en cuenta que la táctica electoral, siendo oficialismo, implica en gran medida las decisiones de gobierno.
La posibilidad de triunfar en esta difícil batalla requiere de claridad estratégica para actuar sobre los nudos que hicieron fuerte a la derecha. Básicamente, revertir la imagen de debilidad del gobierno, avanzar a paso firme con iniciativas de gestión de vasto alcance popular, mostrar con humildad que se entendió la lección y que hay un cambio de rumbo posible, convocar a la militancia y a los sectores democráticos a ser parte de una epopeya, y golpear a la derecha en donde le duele (esto es, refrescar la memoria del 2001 y del 2019 y el lugar al que nos llevaron esas políticas).