Jujuy: no nos van a gobernar como a corderos, por Hugo Yasky
Por Hugo Yasky.
El pueblo argentino salió masivamente a las calles no sólo para abrazar la dignidad del pueblo jujeño. Junto a ese abrazo dio un mensaje inequívoco, Argentina no es un país donde se vaya a aceptar la violación sistemática a los derechos humanos.
Como país sufrimos el asesinato de un compañero docente, Carlos Fuentealba, en una marcha reclamando por la dignidad del salario. Sufrimos 38 asesinados jóvenes, mujeres y hombres, en ese estallido que dio por tierra con ese intento de disciplinar a nuestro pueblo con el plan sistemático del hambre que buscaba proseguir de la mano de Cavallo o cualquiera de los ministros santificados por la embajada yankee. Sufrimos los asesinatos de Kosteky y Santillán. Pero siempre, ante ese sufrimiento reaccionamos para que quienes fueron responsables de la violencia ejercida del Estado terminaran ahí su carrera política.
Desde esta misma reacción, que es un anticuerpo democrático de nuestra sociedad, no vamos a aceptar la pretensión de convertir a Jujuy en el globo de ensayo, en el laboratorio donde se experimentan las políticas represivas para lo que ellos dicen van a ser los próximos tiempos de prosperidad. De una prosperidad que sólo disfrutarán los que hagan negocios desde las multinacionales y que se traducirá en hambre para nuestro pueblo.
Porque para nosotros tener el derecho a vivir en democracia no es solamente ir a votar un domingo cada dos años. La democracia implica respetar el derecho a protesta de los que menos tienen, respetar los derechos preexistentes de los pueblos originarios, respetar a un docente que reclama por su dignidad. No hay democracia si los que forman parte de esa clase alta acostumbrada a dirigir a la política y los gobiernos se sienten con el derecho a pisotear a un jubilado, a un docente, a un joven, a un indio.
Con todo, los que se manchan las manos de sangre dando las órdenes represivas son apenas los empleados que se benefician de las migajas con que les pagan los dueños del poder económico por sus servicios prestados. Tendrán sus negocios y negociados, pero nadie puede negar que detrás de la reforma de la Constitución, que en dos artículos plantea que los pueblos originarios pueden ser despojados de sus tierras, con la sola exhibición de un registro precario de propiedad, está el litio, está el cobre y el conjunto de las riquezas de nuestra tierra apropiadas por multinacionales junto a las familias de la burguesía jujeña, de la que forma parte Morales. Por eso son un estorbo los que pisan esas tierras, los pueblos originarios, que, en la lógica racista y entreguista de las clases dominantes jujeñas, deben ser desplazados. Esa es la verdadera razón de ser del conflicto. Y por eso también necesitan avanzar con los artículos que restringen las movilizaciones sociales, porque saben que el principal escollo a sus planes neocoloniales es la capacidad de movilización de nuestro pueblo. Esa es nuestra defensa aprendida a lo largo de la historia: actos masivos y pacíficos. Nuestra manera de pelear es con la gente en la calle, con la masividad, y sobre todo con la verdad.
La competencia desenfrenada de los candidatos de Juntos por el Cambio para ver quien se muestra más fuerte ante los débiles y al mismo tiempo más sumiso ante los poderosos solo tiene dos límites: las calles y las urnas a ambas tenemos que llenarlas de pueblo y de derechos.