Los Chaves y los Croatto, recuerdos de la tía Susana
El Negro Gonzalo Chaves fue compañero, de mi compañero: Armando Croatto, dentro de la Juventud Peronista, y de la organización Montoneros. Los dos tenían la característica de ser militantes sindicales. Armando era trabajador municipal de Avellaneda, y fue electo Diputado en las elecciones del ‘73. Seguramente ellos ya se conocían hace mucho tiempo. También compartieron la conducción de la rama sindical del Movimiento Peronista Montonero, Secretario General y Secretario Adjunto.
Lo conocí el Negro personalmente en algunas citas, algunas de esas cosas que se hacían en conjunto, antes del ‘76. En realidad nos conocimos dando vueltas en un auto para ir a un lugar específico.
Para esos años Gonzalo era un compañero bastante conocido por todo lo que había pasado por el brutal asesinato de su papá Horacio y de su hermano Rolando, en La Plata. Yo acompañé en ese momento, pero no desde un lugar particular, o sea, a mí me une al Negro mucha historia pero por ahí con poca proximidad, pero sí, con muchísimo, con muchísimo cariño.
Recuerdo también que los asesinatos de los Chaves para Armando fue algo muy, muy fuerte, porque lo quería muchísimo a Gonzalo. Ellos no eran muy semejantes, pero se llevaban muy bien, se entendían. A su manera.
Ha pasado el tiempo y los recuerdos siempre cuestan. A veces no es tanto la falta de memoria sino que, por razones de seguridad, en ese tiempo mientras menos sabias, mejor.
Chaves y Croattos
Otra característica de la vida de Gonzalo, de los Chaves, era la de familia… muy familiera, valga la redundancia. Así como Armando hizo muy buena relación con Gonzalo yo hice muy buena relación con Amalia (Ramella) la primera compañera de Gonzalo, con quién origina el ámbito militante en conjunto.
Lo que compartimos como familia tuvo momentos de entrecruzamiento. Por ejemplo Gonzalo estaba en Europa, vuelve y nosotros salimos. Esta fue una decisión de la organización como para que las dos cabezas sindicales no estuvieran al mismo tiempo en la Argentina. Entonces, en el ‘78 entra con su familia para el Mundial y, ridículamente, Armando, los chicos y yo salimos. No fuimos para España, y volvimos al país en Semana Santa del `79.
En algún momento coincidimos con ellos en España probablemente en un desfasaje de 15 a 20 días, un mes, porque hicimos un encuentro como para vernos en ese país. Recuerdo que los chicos nos fueron a buscar algún lugar como para entrar en la casa, aún en el exterior nosotros nos manteníamos tabicados. Esa vivienda era frecuentada por uno o dos miembros de la conducción de Montoneros, así que era doble la responsabilidad por cuidarnos nosotros y por cuidar a los otros compañeros. Tampoco podíamos frecuentar determinados lugares que en España eran públicos para exiliados y, por lo tanto, fácilmente observables, infiltrables.
El Negro era de estar muy al dia en cuanto a la música, actividades artisticas que surgieran en España, en ese sentido era como muy dinámico: no era rígido, principista.
Para mi Amalia es inseparable del Negro. Cuando se enteraron que había fallecido Laurita buscaron la manera de que nos encontráramos. Ya no me acuerdo como fue, pero sí para que les cuente que era lo que había pasado, acompañarnos. Dos compañeros muy solidarios, muy solidarios y… de mucho corazón.
Mientras escribo este texto para la Agencia Paco Urondo, quizás como una señal, me doy cuenta que es 23 de Febrero, cumpleaños de Amalia. Yo la quise muchísimo.
"Tuvo la decisión, y el trabajo, de levantar y reconstruir esa historia negada. Hablo de los Bombardeos a la Plaza de Mayo, las historias de la Resistencia Peronista, de la Memoria Montonera; todo ese enorme trabajo de recuperar de manera artesanal la memoria popular, esto tiene un valor para siempre".
La Dictadura genocida
Durante la dictadura nunca tuvimos situaciones extremas, pero si de repente que pase un operativo rastrillo y que termine una cuadra antes. Otro día paso que finalizó el operativo una casa antes. Ese día volvía de Córdoba, de visitar familia, y tuve -yo estaba con otros documentos- que decir rápidamente me llamo así, de tal forma…sin dudar. Por suerte no entró la patrulla.
En el año 74, 75, estuvimos en Córdoba. Ahí nació Laurita, nuestra hija con síndrome de down, ahí me dediqué a todo lo que fuera su rehabilitación. También comenzamos a formar los grupos de Educación de Adultos en contacto con los sindicatos y las comunidades.
Ya con la Dictadura, vuelvo primero yo con los chicos para Zona Sur. Nuestra militancia en Avellaneda había sido siempre abierta, entonces nos mandaron para la otra zona del “eléctrico”. Llavallol y Temperley fueron los lugares más grandes que estuvimos viviendo.
Gonzalo podría haber ido a vivir en la última casa que estuvimos en Zona Sur, pero con un espíritu crítico -y siempre muy de cuidarse- no aceptó ir a vivir a esa casa. Entonces nosotros tuvimos que buscar la manera como para que no quedara desocupada. Y si, ahí nos fueron a buscar los milicos. Entonces estuvo bien la decisión de Gonzalo. Es muy destacable su rapidez para decidir.
Yo me quedé en dos o tres oportunidades sola con mis hijos Diego y con Virginia, cuando Armando se iba a Europa a las reuniones: las de la OIT o las de la organización.
Nunca dejamos de tener miedo, hasta era natural tener miedo con todo lo que estaba pasando. Lo que si había una profunda convicción, y estábamos dispuestos a bancar lo que fuera. La época que Laurita vivió, ella tenía una medicación especial, era toda una serie de medicamentos…y yo dejaba… que ilusa…todas las noches, dejaba todo preparado por si nos secuestraban supieran cuál era el tratamiento de la nena, a pesar de que nosotros sabíamos todo lo que hacían ellos.
Guardería, Exilio y después
En otro punto en donde me vuelvo a encontrar con el Negro es cuando ya lo matan Armando (Croatto) en el ‘79. Salgo a España y me ofrecen ir a Cuba. Ahí compartimos muchísimo, Amalia venía a la guardería a traer los diarios y Gonzalo venía siempre a compartir con nosotros. Del trato con los chicos me quedó lo de Tía Susana.
Con los hijos de Chaves estuvimos en la Guardería en Cuba, en el 79-80. Ahí la cuide a Mariana, y las vueltas de la vida hicieron que trabajaramos juntas, luego de mucho tiempo en La Plata. Recuerdo que ella me decía: “¿cómo te digo tía o Susana?”. En ese entonces trabajamos sobre el tema de juventud, que ella ya lo venía laburando como antropóloga. Sucedió que yo estaba en la dirección de Psicología, y nosotros queríamos actualizar la cabeza de los equipos a la nueva lectura de la juventud para que no nos quedemos anquilosados, y nos organizamos para trabajar juntas tres años hermosos.
Finalmente le agradezco y le reconozco a Gonzalo “el Negro” Chaves todo lo que él hizo para recuperar esos tramos de la historia de nuestros compañeros y compañeras. Quiero resaltar que esa es una de sus características principales -, yo lo uno a su raíz de militancia peronista-, ya que tuvo la decisión, y el trabajo, de levantar y reconstruir esa historia negada. Hablo de los Bombardeos a la Plaza de Mayo, las historias de la Resistencia Peronista, de la Memoria Montonera; todo ese enorme trabajo de recuperar de manera artesanal la memoria popular, esto tiene un valor para siempre.