Paula Arraigada: “La lealtad con el pueblo implica decir que algunas cosas no están bien”
Por Fabiana Montenegro | Foto: Camila Alonso Suarez
De cuna peronista, sus recuerdos de infancia están teñidos por la imagen de Perón y de Evita, que recorren su Entre Ríos natal, la estación de ferrocarril donde se crió junto a su padre, ferroviario peronista, y su madre, delegada censista. “Eso queda en el cuerpo -dice Paula -. Entonces, yo creo que ya no quedaba otro camino, nunca hubo otro camino. En una casa donde todos son peronistas, es muy difícil mirar otro lugar porque en todas partes está ese olor. Ese olor tiene que ver con la dignidad. Y eso es lo que a mí me transmitieron y es lo que a mí me quema, porque yo no lo viví en ese momento, pero lo siento como si lo hubiera vivido”. Recién en 2008 pudo ver con “sus propios ojos” algo de esa mística que le contaban de niña: fue al entrar a la plaza con su amiga Melisa De Oro, en medio del fervor que generó la Reforma de la 125.
Su amor por Evita –la muchacha que la enamoró de Perón- sigue intacto. Evita sigue siendo el ideal a seguir, “el faro que la ilumina”. Pero Paula no olvida quién, a pesar de tener todo ese amor, movilizó el fuego, el deseo y las ganas. Cristina le devolvió, como a mucha gente, el amor a la política, el amor a los sueños, el deseo y sobre todo, la posibilidad de vivir lo que su mamá había vivido. Así surgió La Nelly Omar, “un templo levantado en honor a Cristina”.
Han pasado varios años. Hoy Paula, sentada en una de las salas de atrás, puede tomar la distancia para ver en perspectiva, para pensarse a sí misma, para reflexionar sobre la construcción de una dirigenta: “de aquella que hablaba con vehemencia, diciendo la verdad pero con vehemencia y a veces levantando el volumen de la voz, que de afuera se leía como enojada, crispada, al decir lo mismo, con la misma vehemencia pero con un poco de dulzura, con un poco de amor, ha habido un cambio, porque el receptor lo escucha y lo entiende desde otro lugar. Por eso, en el último tiempo, en la última fase que me tocó vivir, el ir a los lugares y poder hablar implica poder decir que hay cosas que tenemos que mejorar y para nosotras puede ser que haya un piso pero no va a haber un techo. Así como estamos preparadas para militar también estamos preparadas para estar en los lugares de decisión, también estamos preparadas para estar en un lugar de representación.”
Agencia Paco Urondo: Considerando ese vínculo tan fuerte que tenés con Eva Perón, cuando te llaman la ‘Evita de las travas’, ¿te molesta, te enorgullece?
Paula Arraigada: En un principio era raro, ahora me acostumbré pero me parece que son cosas que quedan muy grandes. La verdad que la figura de Evita es increíble. Yo, desde el principio de la vida, siempre quise ser igual a los demás. Después cuando se hace la transición se pasa a un período en el que ya no se vuelve a ser igual que nadie, caminás y ya la gente no te ve igual. Quizás me gustaría ser, no sé si Evita, porque Evita no va a haber ninguna más, pero sí alguien que pueda colaborar, pero no solamente con las travas, sino con todo el pueblo. Porque para el peronismo, o por lo menos para mí, como mujer peronista, hablar de la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, no implica solamente la felicidad de las travas, sino la felicidad de todos, de todas y de todes. Me parece un gesto precioso esa denominación pero creo, como siempre, vamos por más.
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APU: En la Nelly Omar se ve una apuesta fuerte a pensar la formación política como una herramienta, un instrumento para el cambio.
PA: Creo que es importante la pasión, el amor, el deseo, pero eso es como la música, que yo no entiendo nada, pero imagino que también a eso hay que darle teoría, porque si no, no perdura, por lo tanto no se sostiene. Y la formación es necesaria para cualquier cuadro político, no para que se le esté discutiendo a alguien argumentativamente desde lo académico, sino para sostener el discurso, que el discurso aunque no se cuente, se sostiene de todo lo que aprendiste, no solo de la seguridad del amor, sino también de todo lo que se sabe que se hizo y eso lo da la historia y la formación.
APU: El conocimiento académico, el discurso, permite sostener un proyecto político, formarse para que ese proyecto avance y también tener capacidad de disputar poder.
PA: Los proyectos para que continúen hay que sostenerlos. En eso fallamos, creemos que los slogans sostienen al pueblo. La diferencia con el peronismo es que Perón tenía una escuela de formación, Escuela Superior Peronista, donde se formaban cuadros, donde iba Perón y Evita a dar clases porque invertían en la formación de cuadros y de nuevos líderes. Nosotros y nosotras necesitamos que el partido genere jornadas de formación, pero no jornadas de formación donde alguien se sienta y cuenta su vida, sino una formación real e histórica como hacen los partidos de izquierda. No sabemos cómo venimos, no sabemos cómo se construye el peronismo, no sabemos qué decía la Constitución del 49, no sabemos en la totalidad lo que era Evita, porque en el libro de Julia (Rosemberg) lo que resalta es el carácter de Evita que nunca fue explorado, que es esa mujer que era bondadosa pero que también construye poder para sí misma y para las mujeres. Porque en el último tiempo nos han hecho creer, la parte académica, que tener ambiciones es una cosa muy mala, que no tiene que ver con las convicciones. Nosotras, el pobrerío, milita siempre por convicciones sin querer proyectarse en nada. Sin embargo, toda esa parte académica siempre se proyecta en cuadros y en lugares de decisión pero ahí no se preguntan si hay ambición o convicción. A nosotras nos encuadran siempre en el mismo lugar, no podés aspirar a algo porque ahí no hay convicción, está mal visto. Pero es una forma también de limitarnos. Con la formación de cuadros va a ser difícil poder hacer cosas porque la gente las va a discutir.
APU: O sea que no es solo una cuestión de género sino también de clase.
PA: Pasa que en la disputa de poder el patriarcado está presente pero tampoco es lo mismo una mujer de clase media a un varón de clase media, tampoco es lo mismo un varón de los sectores populares a una mujer de los sectores populares, los dos están atravesados por lo mismo pero los impacta de forma diferente. Al pibe que milita seguramente también lo van a querer encajar en algún lugar así medio bajo como para no dejarlo que suba un escalón, pero a ella se lo van a ser peor, porque es mujer como nosotras.
Cuando se va a negociar algo, los varones se sientan, hablan, negocian sus cosas pero nosotras cuando vamos a negociar es la humillación constante. Con esto quiero decir, estamos en igualdad de condiciones en esto que la generación de poder siempre, desde la mirada de la casta política -nosotras hablábamos de casta antes de que hablaran, porque viene el abuelo, después viene el nieto, después el biznieto, después la sobrina, todos con cargos electivos hace 60 años ¿cuándo entran otros cuadros?- El resto no puede pasar esa barrera de ‘revolver la olla’ ni los varones ni las mujeres, sean cis o sean trans pero es cierto que los varones van a estar un poco mejor, y nosotras vamos a estar peor. Ahora, en la construcción de poder tenemos casos de mujeres que han podido avanzar un poco más, lo que pasa es que no han sido tan sororas, como para generar cambios un poco más reales. En algún punto, no ha habido tanta sororidad
APU: Hay como una represalia, como que no te dejan avanzar…
PA: Quizás es esto de siempre, ‘vos sos una gran militante’ pero para otro lugar no te lo dicen. Llaman a una académica que seguramente, y yo respeto a las académicas populares, pero el asunto es que el peronismo no es burócrata. Evita no era burócrata por eso sabía que había que ir con urgencia a resolver algo. Si hay una cuestión, si el pueblo tiene hambre no podemos esperar al año que viene, tenemos que hoy saldar el hambre como sea. Si el pueblo dice que tiene una necesidad algo hay que escuchar y me parece que nosotras tenemos esa impronta, las que venimos de los sectores populares tenemos eso porque está en el cuerpo. Alguna quizás traicione eso pero la mayoría son leales.
Tenemos una dificultad: que es que la lealtad está puesta siempre al servicio del pueblo y está con el pueblo, cuando la lealtad está con el pueblo es muy difícil que quien tenga otras lealtades, pueda quererte cerca porque sabe que en algún momento a esos lo vas a traicionar, porque ellos traicionan al pueblo. Nosotras, en cambio, no tenemos nada que perder si ya perdimos todo. Yo tengo 52 años, mi vida ya se pasó, mi juventud, mi alegría, todo lo que se vive en el momento donde todo es pleno no va a volver nunca más. Me cagué de hambre, viví en la calle, tuve para comer después no tuve, ya pasé por todo. ¿Qué más me puede pasar? Entonces lo que yo deseo, que es lo mucho que desean otras, es que las cosas se vivan de otra forma, que haya un poco más de igualdad. Y eso, a veces, es algo que también se combate porque la igualdad genera oportunidades, al haber oportunidades otras que tenían algunos privilegios dejan de ser los únicos.
Pero es una batalla en la que cada una decide si quiere hacerla o no. A mí me parece que hoy es una batalla muy digna de empezar a cuestionar porque la verdad es que la lealtad con el pueblo implica decir que algunas cosas no están bien, que para la continuidad de un modelo las cosas deben mejorarse. No porque sea la vocera sino porque en algunas cosas tengo un grado de representatividad, y en otras, he pasado lo mismo por lo que pasan muchos ahora. Yo quería que me dieran de comer no esperaba otra cosa, no quería que me hablen de que la patria es el otro, yo quería ser la patria y no era egoísta. No era egoísta porque quien no tiene para comer no puede estar pensando en el otro. Esas cosas, me parece que es un tiempo en el que podemos discutir y empezar a generar otro paradigma, empezar a generar otro feminismo.
APU: ¿Cómo encaramos, desde el feminismo, las transformaciones que se anhelan?
P.A: El feminismo, lamentablemente, en este tiempo ha entrado en una meseta donde aquello que pasaba en el 2018 cuando sale ese feminismo popular, cuando salen todas las identidades y empiezan a expresarse, de tener la felicidad, de tener la voz propia y de generar las demandas y de poder contarlas, porque contarlas ya era poder decir lo que te pasaba. Hoy, no terminó de ser escuchada.
Creo que nosotras debemos replantearnos a la altura de las necesidades que el feminismo popular está necesitando, porque realmente la decepción de una compañera por cosas que no se resuelven, a través un organismo u otro del Estado, tiene que ver con las cosas que no supimos hacer. Creo que lo que no se supo hacer, es hora de aprenderlo con humildad. La forma para aprender es escuchar a las compañeras, no hay nadie más sabio que el pueblo: en este caso las compañeras. Las compañeras que revuelven la olla, las compañeras que sufren casos de violencia social, política e institucional, esas compañeras de alguna forma son las que saben cómo armar las cosas. Nosotras desde un escritorio podemos llegar a inventar proyectos preciosos, pero a la hora de trasladarlo de la teoría a la práctica, hacen agua. Evita hablaba todo el tiempo con la gente, tenía un nexo con la gente y Perón tenía el nexo de Evita con el pueblo, y si no, hablaba con las centrales trabajadoras, y si no, hablaba directamente con los trabajadores y las cosas se solucionaban de otra forma.
Hoy necesitamos que esas cosas se solucionen para fortalecer el gobierno, y en este caso, para fortalecer ese feminismo popular que creyó en nuestro proyecto y que todavía cree, aunque siente que hay cosas que todavía no están resueltas. Yo espero que en estos años que nos quedan todavía, podamos encontrar, esa veta para encauzar, porque hemos tenido grandes logros, el cupo laboral trans, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, los cien días pero ahora necesitamos profundizar todo esto.
La escalada de violencia es muy fuerte, la violencia social, intrafamiliar y eso necesita una pronta respuesta. Las mujeres mueren todos los días, las compañeras trans todavía no acceden al trabajo. Hay un problema con el cupo, y me duele un montón, porque el cupo se soñó como algo que venía a reparar algo que estaba roto y lo roto es que las viejas como yo, no habían podido en su vida tener una oportunidad laboral. Ahora, los organismos del Estado y los privados, lanzan una búsqueda laboral pero siempre ponen un montón de condiciones, buscan profesionales, por decirlo de alguna forma. Pero la ley de cupo habla de otra cosa, el profesional ya tiene la herramienta para conseguir trabajo, y no importa si es trans o cis, ya tiene algo que lo antecede para decir yo puedo trabajar, este es mi currículum, esto es lo que estudié. Las otras, las que no pudieron educarse, las que sufrieron la estigmatización por su identidad autopercibida, son las que siguen todavía sin encontrar respuesta.
Me duele un montón porque hemos dejado mucha energía, muchísimos sueños, para que esa ley llegue y que ahora haya una mala interpretación de las personas cis sobre una ley, duele. Y eso tiene que ver con lo que hablábamos antes, quien interpreta el origen de esa ley en esos espacios no es una persona trans es una persona cis, entonces su interpretación es que todas las personas trans son vulneradas. No entiende que hay distintos grados de vulneración y que la ley lo que busca es ir a reparar el máximo de explotación. Eso no lo hemos podido lograr.
APU: En vistas a este 8 de marzo, ¿puede ser uno de los reclamos para visibilizar?
PA: Es parte de los reclamos que tenemos que hacer pero también preguntarse qué es ser trabajador. Se habla de los cuidados, pero las compañeras que viven en el barrio, ¿se preguntan qué son los cuidados o siempre apelamos a que nos escuche la clase media y entienda la clase media lo que queremos decir? Pero la mayoría viene de los sectores vulnerados ¿les preguntamos si saben lo que es ser trabajadora, sabemos si ellas entienden, comprenden, saben, asimilan, que eso que hacen es trabajo y es no remunerado? Porque si hubiera real conciencia de todo esto las cosas se modificarían mucho más rápido porque habría masa crítica.
Las cosas que hay que revisar para poder mejorar, es también no entender que lo que se discute, en una asamblea o en una universidad, es lo que sabe el pueblo. A lo mejor, el pueblo, que es más sabio, entiende otras cosas y hay que dejar de hacer las asambleas en esos lugares e ir un poco a discutir a los barrios, porque por ahí nos llevamos una sorpresa y resulta que lo tienen más sabido que nosotras. Nosotras que somos re peronistas y hablamos de Evita con amor y con clamor, no nos habíamos dado cuenta que Evita en la Razón de mi vida habla de ese trabajo no pago que hacen las mujeres. Y lo hemos releído 80 veces.
Tiene que venir alguien a señalarlo para que entendamos que hay algo que precede a esta época. Entonces, quizás las mujeres del barrio tienen muchas más soluciones que las que nosotras entendemos, pero si no vamos a consultarlas, a discutir con ellas, es muy difícil. El feminismo popular para ser popular tiene que contener a todas. Cuando las mujeres de los barrios están representadas por una blanca donde la mayoría en los barrios populares no son blancas, a mí me provoca ruido. Cuando una blanca está hablando por el resto, me da ruido. Cuando una cis habla de lo que le pasa a las personas trans, me da ruido. Cuando un varón trans habla de las mujeres trans, me da ruido. Cuando una mujer de los sectores medios-altos habla del hambre, me hace ruido.
APU: Un feminismo popular…
PA: De acá en más lo que nos espera es la real representatividad, que es esto que soñaba el feminismo popular, que estén todas las voces, que sean las voces las que hablan y lo que nos falta hoy además de la representatividad y las voces, es la pluralidad. No escuchamos a las ciegas, no vemos a las mujeres sordas, en las asambleas no están presentes y no es porque no quieran, sino porque el lugar no está preparado. Preparado quiere decir que no tienen la voluntad de sentarse a escuchar que hay otras necesidades. Y también adaptarnos a otras formas de comunicación. Ese egoísmo que existe todavía es el que nos impide poder avanzar con un poco más de grandeza.
Por más que mande este panorama que puede ser un poco negativo, no voy a dejar nunca de abrazar la esperanza, de entender, de soñar y de trabajar para que todas estas cosas mañana o en un rato, empiecen a solucionarse. Si no tuviéramos esta esperanza, este deseo, la condena a la mediocridad y a vivir igual sería terrible. Creo que muchas de nosotras, esto de saber que con el trabajo, con nuestra tarea, con nuestra palabra, las cosas pueden mejorarse es lo que nos hace todos los días trabajar con los mismos sueños. La otra vez había visto una foto mía y pensaba que yo tengo los sueños como si tuviera 15 años, a pesar de que el carretel está más cerca de cortarse que en esa época, pero sigo soñando como en esa época. Mi cuerpo sigue teniendo esos mismos sueños, soñar que las cosas pueden ser mejor y la energía está puesta desde otro lugar pero está puesta en función de eso. Y eso de estar mejor también implica que el feminismo vuelva a levantar las banderas que tenía antes donde estaban las afros, las migrantes, las originarias, las travas, las lesbianas, las campesinas, las villeras, las ciegas, las sordas, todas a la par, todas abrazadas en una misma causa.