"Quemá esas cartas, rompé esas fotos": historia de Montoneros, a medio siglo de su surgimiento
Por Rocío Otero*
"A su manera este libro es muchos libros... " (Rayuela, Julio Cortázar)
Los tiempos de la memoria y de la historia
El año 2020 trajo un “aniversario redondo” para la experiencia montonera. El 29 de mayo de ese año se cumplieron cinco décadas de su aparición pública con los hechos del secuestro, enjuiciamiento popular y fusilamiento de Pedro Eugenio Aramburu. Ese aniversario, al igual que varias fechas emblemáticas de su primer año de vida, motivaron durante el año pasado un florecimiento de las reflexiones sobre esta organización político-militar de raigambre peronista, una de las de mayor envergadura a nivel nacional y regional. Notas, artículos, dossiers y libros motivados por el cincuenta aniversario contribuyeron a reactualizar la temática. Asimismo, tuvo lugar una seguidilla de conmemoraciones de diversa naturaleza en algunos medios de comunicación y redes sociales que dieron cuenta de que se trata de una “memoria viva”, aún susceptible de examen y revisión por parte de sus propios protagonistas, pero, también, del conjunto de la sociedad argentina.
Un emergente emblemático de este fenómeno fue la publicación el 7 de septiembre de 2020 de un escrito conmemorativo titulado “Murieron para que la Patria viva. 50 aniversario del 7 de septiembre de 1970. Día del Montonero”, que se dio a conocer acompañando de alrededor de 700 firmas de antiguos militantes y simpatizantes. El 7 de septiembre es considerado el “Día del montonero” desde 1973, cuando se estableció esa fecha en homenaje a las muertes de Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus en 1970 en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad, como aquella efeméride en la que la militancia montonera reivindicaría y recordaría su propia historia militante. Las firmas que acompañaron el texto estuvieron encabezadas por los nombres de Mario Firmenich, Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja, los únicos tres sobrevivientes de la comandancia montonera. Hacía alrededor de tres décadas que la antigua conducción no firmaba en forma conjunta.
El documento puso especial énfasis en cuestionar la despolitización de la historia de Montoneros, producto tanto de las narrativas humanitarias (centradas exclusivamente en la denuncia a las violaciones a los derechos humanos) como de otras, que responsabilizan a las conducciones guerrilleras por la derrota sufrida, invisibilizando de ese modo los compromisos asumidos por la militancia orgánica: “No fueron pobres víctimas inocentes ni jóvenes ingenuos manipulados, fueron militantes políticos en la guerra civil intermitente que la Argentina ha vivido desde 1955. Protagonizamos la resistencia que pudimos a toda forma de opresión, lo hicimos con los costos por todos conocidos. Cuando la dictadura políticamente derrotada se retiraba convocando a elecciones, esperábamos que las viejas y restablecidas instituciones permitirían la participación de quienes habíamos contribuido, con enormes sacrificios, al fin de aquella aciaga noche vivida”, afirma la carta.
Como era de esperar, la publicación de ese documento movilizó reflexiones de propios y ajenos. En el círculo de antiguos militantes y simpatizantes, fue posible observar una notable receptividad a esta carta, que circuló días antes convocando adhesiones. En contraste, redes sociales y medios abiertamente adversos a toda posición que no condene en forma clara la experiencia guerrillera setentista, reprocharon el texto conmemorativo y las adhesiones que lo acompañaron por no contener ningún tipo de autocrítica ni condena a la violencia.
Desde el campo de estudios específico, existe consenso en definir a la memoria social como un fenómeno esencialmente plural y conflictivo, cuyos sentidos se construyen en virtud del contexto desde el cual se evoca el pasado y, por ello mismo, es dinámica en sus derivas. Las fechas, aniversarios y conmemoraciones son circunstancias que movilizan sensiblemente los recuerdos sobre el pasado. Como afirmara Elizabeth Jelin en un texto clásico en la materia, los ritmos anuales son coyunturas propicias para la activación de los recuerdos, que ocupan la esfera pública: “los hechos se reordenan, se desordenan esquemas existentes, aparecen las voces de viejas y nuevas generaciones que preguntan, relatan, crean espacios intersubjetivos, comparten claves de lo vivido, lo escuchado o lo omitido”. Se trata de ocasiones en las que “las claves de lo que está ocurriendo en la subjetividad y en el plano simbólico se tornan más visibles, cuando las memorias de diferentes actores sociales se actualizan y se vuelven ‘presente’” (Jelin, 2002:52).
Lo cierto es que las representaciones acerca de la experiencia montonera se encontraban en movimiento al menos desde un año antes. El cincuenta aniversario del surgimiento de Montoneros y el inevitable “recalentamiento” de las memorias sobre su historia, coincidió con otro ámbito en el cual se tramita por estos tiempos lo vivido en los setenta y sus efectos traumáticos: el escenario judicial. En abril de 2019 se elevó a juicio la causa por la represión a la Contraofensiva montonera de 1979-1980. El tribunal oral N°4 de San Martín se volvió desde ese momento un terreno de revisita de la historia reciente. La última acción político-militar de Montoneros en el país antes de dar por finalizada la lucha armada, así como sus objetivos y argumentos, fue relatada en detalle por sus protagonistas durante las 77 audiencias del juicio. A la vez, una gran cantidad de evidencias proporcionadas por una década de investigaciones visibilizó el desarrollo de esta operación desde la perspectiva del accionar de las fuerzas represivas y en particular de su aparato de inteligencia, que trazó un minucioso plan sistemático para reprimirla.
De este modo, la historia de la Contraofensiva, que continúa siendo objeto de polémicas y controversias tanto al interior de la militancia como fuera de esta, comenzó a revisarse y adquirir nuevos sentidos, tanto para sus protagonistas como para la generación de los hijos y las hijas de aquellos militantes, que adquirieron un rol protagónico a lo largo del juicio, dentro y fuera de los estrados. Además, un importante cúmulo de información desconocida hasta ahora quedó a disposición de investigaciones académicas que toman por objeto de estudio a la década del setenta en general y a los Montoneros en particular. En este sentido se expresó el abogado de la querella, Pablo Llonto, cuando sostuvo que el juicio y la sentencia se constituyeron en la posibilidad de dar una explicación acerca de lo que fue la Contraofensiva “para sacarle la mochila de ‘locura’ con la que carga desde siempre” y afirmó que “debería ya no caber dudas de que se trató del ejercicio del derecho a la resistencia. Fueron un grupo de argentinos y argentinas que decidieron volver al país a resistir a una dictadura” (Página/12, 11/6/2021).
En este contexto de hondas resignificaciones en la historia y la memoria de Montoneros, fue publicado en 2020 el libro Quemá esas cartas, rompé esas fotos. Montoneros 1970-2020 (Editorial Jirones de Mi Vida) de Roberto Baschetti. En sus 699 páginas el libro recorre la historia de Montoneros desde su surgimiento hasta la actualidad. Se trata de un libro que tiene un carácter monumental y, como tal, contiene múltiples aristas. Por un lado, es un ejercicio de memoria conmemorativa: se erige en recuerdo y en un homenaje a la militancia montonera. Por otro, tiene un valor estético insoslayable: el tamaño, la cantidad y calidad de las fotos, y la confección de su tapa, una obra de arte en sí misma. Es, también, una fuente histórica. Quemá esas cartas, rompé esas fotos es un acontecimiento en sí mismo, que da cuenta de la historia y la memoria de Montoneros y es, también, parte de su historia y su memoria, expresión de un contexto histórico y político sui generis.
En el Prólogo, Baschetti explica los tres objetivos centrales de este texto. En primer lugar, mostrar que la violencia política no comenzó el 29 de mayo de 1970. En segundo lugar, poner en evidencia el apoyo popular que tuvo Montoneros. Finalmente, recuperar testimonios que permiten mostrar el compromiso de resistir incluso en condiciones desfavorables. Para ello, el libro recupera centralmente fotos y cartas en su mayoría inéditas, que se constituyen en un valiosísimo material, no solo para la investigación que realiza el libro, sino para futuras investigaciones. Además, cuenta con quince ilustraciones de Itzel Bazerque, Gato Gieva y Nora Patrich, que van acompañando el recorrido. Un recorrido que puede hacerse de muchos modos: como en la novela Rayuela de Julio Cortázar, pero con infinitos e imaginarios tableros de dirección, el libro puede ser abierto en cualquier página y el lector leer secciones relativas a ciertos temas, o breves biografías de militantes, y recorrer un texto parcial con total coherencia interna. Sin lugar a dudas, habrá tantos libros como lectores.
La primera ilustración, que sigue al índice, tiene una gran potencia simbólica. Muestra el rostro de una mujer con los ojos cerrados, semicubierto por una especia de velo construido por una carta, en letras blancas sobre fondo negro. En ese “velo-misiva” pueden leerse palabras como: “no tendrás consuelo”, “hijo”, “cristo”, “aquellos que sufren”, “sistema capitalista”, “construir”, “que sufren”, “patria mejor”. Estas palabras resultan una suerte de pista de lo que el lector se encontrará al transitar las páginas del libro. Leer este libro es mucho más que una lectura: es un camino, una visita y revisita a un tiempo pretérito, que permite ver las formas en las que se vivía el presente y los anhelos de futuro que guiaron aquellas acciones, pero también, sus marcas hasta nuestros días.
(Ilustración de Itzel Bazerque Patrich)
Fotos
Cuando se publicó el libro Analía Argento sobre la guardería montonera en Cuba, en el año 2013, se hicieron públicas por primera vez una serie de fotos tomadas en La Habana, en la casa en la que niños y niñas hijos de militantes montoneros recibieron guarda, contención y educación mientras sus padres y madres llevaban adelante la Contraofensiva. Dos fotos me impactaron en aquel entonces y aún recuerdo las notas mentales que hice: la foto de Mónica Pinus de Binstock realizando quehaceres domésticos y cotidianos en la guardería. Esa imagen se tradujo en la idea de “una guerrillera pasando el trapo”. Y la foto de Mario Firmenich con el entonces pequeño Nicolás Machi, agarrándole la nariz. “Un comandante montonero jugando con niños”, fue la apostilla mental en ese caso.
Un efecto similar me produjo buena parte de las fotos que pueden verse en Quemá esas cartas, rompé esas fotos: Son imágenes que invitan a trascender el estereotipo, los sentidos comunes y las lecturas consagradas y a repensar a esos “personajes”, los protagonistas de la historia montonera. En ese sentido, se constituyen en una valiosa fuente para reflexionar respecto a la subjetividad militante al tiempo que en una contribución al proceso de re-politización de la historia de la década del setenta. Ese proceso se corrobora hace ya varios años, tras décadas de hegemonía de matrices interpretativas orientadas a victimizar o demonizar y cuyo efecto fue obturar sistemáticamente la posibilidad de comprender la complejidad de la violencia revolucionaria de la década del setenta, y en particular, dimensiones desatendidas, como lo es la elección política, valorativa, colectiva y subjetiva a la vez, implicada en la lucha armada. Asimismo, otro conjunto de fotos que puede verse en este libro, da cuenta de los efectos de la experiencia montonera a lo largo del tiempo en términos de legado intelectual y cultural, y a la vez, en su condición de trauma social. La década del setenta es sin lugar a dudas, una herida colectiva que aún reclama por ser elaborada colectivamente. Tres fotos del libro de Baschetti quisiera poner de relieve para graficar estas ideas.
En primer lugar, un retrato de Rodolfo Walsh con el torso desnudo empuñando un arma (p. 66). Esta sola imagen, poco conocida, tiene la potencia de fisurar el mito consagrado alrededor de Walsh, que lo recupera como “escritor comprometido”, reconocido por escribir la “Carta Abierta a la Junta Militar”, pero lo niega como guerrillero. Según Lucila Pagliai, quien compartió con Walsh la experiencia de la Agencia Clandestina de Noticias montonera, la decisión de firmar con su nombre la carta abierta tuvo que ver con su voluntad de apelar a su condición de escritor y dotar de mayor eficacia a una denuncia que, en realidad, provenía de Montoneros. Para esta militante, a Walsh le hubiera gusta saber que “el mito del escritor comprometido perseguido únicamente por las ideas que manifestó en la Carta, en su momento, funcionó. Pero que los que transitamos con él sus años finales de militante revolucionario sabemos que a Walsh también le habría gustado desenmascarar el mito cuando ya no fuese necesario” para que “se supiese que su último acto de escritura pública fue un acto político encuadrado en un proyecto transformador de largo aliento al que había entregado su vida mucho antes” (Pagliai, 2014: 18).
En segundo lugar, me interesa recuperar una imagen de un hombre viajando en un tren leyendo un libro de o sobre Rodolfo Walsh. Se titula “Un laburante leyendo a Walsh en el tren San Martín” (p. 266). Esta foto invita a reflexionar sobre el alcance de las ideas de personajes del mundo intelectual y cultural que participaron activamente de la experiencia montonera, como es el caso de Walsh, aunque la reflexión puede hacerse extensiva a muchos otros, Héctor Germán Oesterheld o Francisco “Paco” Urondo, por mencionar algunos.
Finalmente, una foto que lo muestra al militante Víctor Hugo Díaz dando testimonio en el juicio por la represión a la Contraofensiva el 28 de abril de 2019. En la foto puede vérselo a Díaz en primer plano, con la mirada seria y el rostro endurecido. Mientras que detrás, en segundo plano, pueden verse dos jóvenes mujeres (con edad para ser hijas de militantes) sonriendo intensamente. La imagen invita a reflexionar en torno a dimensiones vivenciadas por los protagonistas, vinculadas con la responsabilidad de contar y la necesidad de justicia. Y, a la vez, sobre el efecto reparador de los juicios a represores en las generaciones subsiguientes.
Cartas
Las cartas que componen este libro también resultan una vía de acceso de gran valor para la comprensión de la subjetividad montonera. Por razones de espacio, me detendré en cuatro de ellas. En primer lugar, la carta que le dirigió Roberto Quieto a su esposa desde la cárcel en junio de 1972: “Mi amor. Como cuando estoy en Rawson, te escribo el domingo a la noche, pero con la variante de que lo hago en esta hoja con un bello impreso hecho por un peligroso guerrillero. Te darás cuenta por este grabado y por el de la tarjeta de los chicos que todos aquí tienen muy presente el amor hacia sus compañeras. Los peligrosos guerrilleros aman con mucha intensidad y lo dicen a cada momento” (p. 142). Tres años después, Quieto fue secuestrado y desaparecido cuando, descuidando las estrictas normas de seguridad que debía seguir alguien con su rango, asistió a una reunión en la que se encontró con su esposa y algunos familiares, desarmado y sin custodia. Esta carta interpela respecto a una dimensión poco estudiada pero que requiere profundización: las formas del amor entre quienes asumieron la lucha armada, un tema al que las circunstancias mismas de la desaparición de Quieto convocan.
En segundo lugar, la carta que Nora Patrich dirigió desde Buenos Aires a su prima en Israel. Luego de contarle acerca de los eventos políticos del 1° de mayo de 1974, de cómo los militantes se habían retirado de la Plaza, del dolor de “cortar el cordón umbilical” con Perón y de la compleja situación que se vivía en el país, aquella joven de 21 años finalizaba diciendo “Ahora hay una gran campaña en contra nuestra. La mano viene jodida. Y por supuesto que el gorilaje…encantado. Y nosotros aquí andamos ajustándonos los cinturones. Con respecto a esa noticia que te conté y que no le digas a nadie (baby) no hay nada todavía” (p. 164). Nora estaba luchando. Y estaba buscando quedar embarazada. El modo en que las mujeres vivenciaron y compatibilizaron las ideas de maternidad, familia y militancia armada es una dimensión que aún debe ser abordada por la investigación histórica y sociológica.
En tercer lugar, la carta que Horacio Machi le escribió a su compañera, Nora Patrich, desde la cárcel en la que se encontraban secuestrados los hermanos Born: “Hoy cuando me enteré que recién volvía el lunes, me agarró una bronca muy grande (creo que tenía ganas de llorar). Pensaba en cómo se relativizan las cosas que son tan importantes para uno, y que generalmente no se toman en cuenta, en lo difícil que es diferenciar lo que son nuestras debilidades, de aquellas [cosas] que son realmente importantes, tanto para uno como para el conjunto” (p. 348). Horacio inesperadamente debía extender su tarea de vigilar a los hermanos Born, pero deseaba volver a los brazos de su compañera, quien, finalmente, había logrado quedar embarazada.
Las cartas que pueden leerse en Quemá esas cartas, rompé esas fotos, resultan valiosos indicadores de aspectos de la construcción identitaria de los hombres y mujeres que participaron de Montoneros. En apariencia (y en esencia) son cartas de amor. Cartas de duelo. Cartas de los compañeros a quienes cuidan a sus hijos. Cartas de homenaje a compañeros caídos. Cartas de maridos a esposas y de esposas a maridos. Cartas de militantes clandestinos y exiliados a sus familiares. Cartas de padres militantes a sus hijos. Cartas de despedida. Cartas políticas, peligrosas. Cartas al pasado, cartas al presente, cartas al más allá. Cartas al futuro. Cartas públicas y cartas privadas.
Junto con la dimensión conmemorativa que, como se ha dicho, atraviesa este libro de comienzo a fin, estas cartas son una visita íntima a una gran variedad de aspectos de la experiencia montonera, que resulta central que las investigaciones procuren comprender en la dirección de construir una historia cultural, una historia de las ideas, y no solo de los “hechos” históricos, entendidos estos en términos de causa-efecto. Las emocionalidades, las creencias, los deseos, los anhelos, los modos de compatibilizar los vínculos amorosos, las construcciones familiares y la opción por la lucha armada, son parte de la historia y ayudan a comprender el fenómeno Montoneros. Así, las cartas que componen este libro, son fuentes que permiten ver cómo convivieron lo público y lo privado en la militancia montonera, como dos caras de la misma moneda. O, más bien, como una cinta de moebius, pues, permito aventurar una hipótesis motivada por la lectura de este libro, lo público y lo privado parecen haber sido parte de una misma cosa.
El libro y su autor
Este libro me hizo evocar las palabras del historiador francés Pierre Nora, cuando se refiriera a la “simple pero sutil interacción entre la memoria y la historia” y a “la dialéctica eternamente resurgida de un pasado que permanece presente, de actores que se vuelven sus propios testigos, y de nuevos testigos devenidos actores” (Nora, 1996: 530-531).
Como se ha dicho, Quemá esas cartas, rompé esas fotos es un libro que al mismo tiempo es una conmemoración y una fuente histórica. Una conmemoración porque, mediante esas fotos, cartas y textos, Baschetti rinde un homenaje a aquella lucha. Una fuente histórica, porque en el arduo trabajo de procurar comprender una historia atravesada por el dolor y por la pérdida, una época traumática de nuestra historia, resulta central que las nuevas generaciones de investigadores resistan a la tentación de explicar la historia montonera desde sus resultados, para procurar comprender las motivaciones e intenciones que guiaron aquellas experiencias.
Baschetti ha publicado más de veinticinco libros relacionados al peronismo y a sus actores. Sus documentos sobre la resistencia y las guerrillas peronistas han acompañado a numerosas generaciones de investigadores. Incluso hoy, en épocas en las que abundan las hemerotecas virtuales, sus libros contienen fuentes que es imposible encontrar en otro lugar. En cualquier libro, artículo o tesis sobre el peronismo o la década del setenta, se encontrará entre la bibliografía al menos una obra de Baschetti.
Pierre Nora planteó que desde fines de la década del setenta, la historiografía entró en su etapa epistemológica. Esto es, en una etapa en la cual se pusieron en cuestión sus presupuestos fundamentales, sus ideas sobre la objetividad, la validez y la neutralidad. Según Nora, desde entonces el historiador dejó de ser una “ausencia obsesionada por la objetividad” y emergió “un personaje nuevo, dispuesto a confesar, a diferencia de sus predecesores, el vínculo estrecho, íntimo y personal que mantiene con su tema. Mejor aún, a proclamarlo, profundizarlo, hacer de él no un obstáculo sino el impulsor de su comprensión. Porque este tema le debe tanto a su subjetividad, su creación y recreación. Él es instrumento de su metabolismo, que da sentido y vida a lo que, en sí mismo y sin él, no tendría ni sentido ni vida. (…) Inevitablemente entrada la historiografía en su etapa epistemológica, definitivamente concluida la era de la identidad, inevitablemente atrapada la memoria por la historia, ya no es un hombre-memoria sino, en su propia persona, un lugar de memoria” (Nora, 2008: 32).
Toda la obra de Roberto, y Quemá esas cartas, rompé esas fotos muy en particular, son un ejemplo paradigmático de aquella historiografía descripta por los precursores de la llamada “Nueva Historia”, entre ellos Nora. Su trabajo y su obra hacen de él mismo el depositario de una historia que es necesario seguir pensando y repensando para sanar las heridas, individuales y colectivas.
* La autora es graduada en Sociología y Doctora en Ciencias Sociales. Docente e investigadora especializada en las experiencias revolucionarias de la década del setenta. Autora del libro Montoneros y la memoria del peronismo (Prometeo).
Fuentes citadas
Jelin, Elizabeth (2002), Las conmemoraciones: las disputas en las fechas ‘in-felices’, Siglo XXI Editores, Madrid.
Nora, Pierre (1996), “Generation”, en Nora, Pierre (Dir.), Realms of Memory. The construction of the French Past, Columbia University Press, Nueva York (traducción propia), pp. 499-531
Nora, Pierre (2008), “Entre memoria e historia. La problemática de los lugares”, en Nora, P. (2008), Pierre Nora en Les lieux de mémoire, Trilce, Montevideo, p. 19-40.
Paglai, Lucila (2014), “Reflexiones sobre la experiencia ANCLA” en AA.VV. (2014), ANCLA. Rodolfo Walsh y la agencia clandestina de noticias, Sudestada, Buenos Aires, p. 13-18.
“Cinco represores condenados a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad”. Nota disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/347355-cinco-represores-condenados-a-prision-perpetua-por-delitos-d
“Murieron para que la Patria viva. 50 aniversario del 7 de septiembre de 1970. Día del Montonero”. Texto completo disponible en:
https://noticias.perfil.com/noticias/politica/montoneros-con-mas-de-700-firmas-reivindican-a-la-organizacion-en-su-50-aniversario.phtml
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