Francisco Cantamutto: "Las exportaciones argentinas están muy primarizadas"
Por Enrique de la Calle
AGENCIA PACO URONDO: Me gustaría hacer un balance sobre lo que sucede en la Argentina en relación a la generación y/o necesidad de dólares. Me gustaría enfocarnos sobre los últimos 20 años. ¿Qué puede decir de la situación en el llamado "frente externo", es decir el intercambio con el mundo en el sentido amplio, incluyendo comercio y también deuda, turismo y salida de capitales. ¿Qué muestra la película que va de la crisis de 2001 a la actualidad?
Francisco Cantamutto: Para el caso de Argentina, en los últimos veinte años el frente externo ha mostrado con total claridad que el problema no es obtener dólares comerciales. En ese sentido, nuestro país ha obtenido un excedente comercial prácticamente sistemático, con excepción de unos pocos años. Esto no se explica nada más por las coyuntura de altos precios internacionales de los comodities que la Argentina explota, sino también por la intensificación de la producción ligada a la exportación. Concretamente, nos estamos refiriendo al mayor peso de las exportaciones del complejo oleaginoso –el peso de la soja básicamente– pero también de la minería metalífera y no metalífera en menor escala.
Asimismo, durante varios años, en principio con la explotación de yacimientos tradicionales y, luego, más recientemente, de la mano de los no tradicionales, la Argentina ha exportado energía. En conjunto, lo que está ocurriendo es que se ha intensificado lo que algunos denominamos “extractivismo”, que genera una expansión de la explotación de los recursos de manera no sostenible para el socioambiente circundante de estas explotaciones, que lo que hace es generar divisas. Este diagnóstico es importante porque las salidas de divisas se producen por vías que son diferentes a las del comercio.
Específicamente, el comercio a nivel industrial es altamente deficitario, pero también lo son las salidas por pagos de intereses, por remisión de utilidades al exterior y por atesoramiento. Estas tres últimas fuentes son igual o más severas que las del comercio. Siempre está la idea de que es necesario conseguir mayor cantidad de exportaciones, lo cual nubla la vista frente a lo que son salidas sistemáticas que nunca van a lograr ser compensadas solamente exportando más.
APU: Es decir, que el problema de dólares se debe a la deuda, la remisión de utilidades y el atesoramiento. ¿Es así?
F. C.: La principal fuente de salida entre 2002 y 2020 fue el atesoramiento de divisas, es decir, la formación de activos externos. Esta cuenta, que incluye a grandes fugadores –tal como mostraron en varias notas publicadas en el Cohete la luna–, da cuenta de que tanto empresas como particulares, con un elevadísimo grado de concentración, fugaron dinero del país. El uso de la deuda, especialmente en el período que va del 2016 a 2018, estuvo centrado en financiar esta salida.
Las otras fuentes de salida son diversas como los pagos de la deuda externa y la remisión de utilidades y dividendos hacia el exterior, que es una cuenta muy fuerte. Argentina tiene una estructura productiva muy extranjerizada, una de las más extranjerizadas del mundo. Esto quiere decir que no controla lo que produce, sino que está en manos de transnacionales que tienen otros objetivos de valorización.
Finalmente, tenemos algunas cuentas de servicios como la de turismo, que en algunos momentos genera déficit grande, pero también y centralmente, la cuenta de la industria. La industria es elevadamente deficitaria, en particular, algunos complejos, como puede ser el automotor, que por los encadenamientos que produce, y que repercuten en la generación de empleo y el desarrollo tecnológico, tiene sentido sostenerla. Sin embargo, desde el punto de vista del acceso a las divisas, el industrial es un sector muy pero muy deficitario. Además, tienen mucho peso las trasancionales.
APU: Con respecto a las exportaciones, ¿cuán primarizadas están?
F. C.: Las exportaciones están primarizadas de una manera muy elevada. No solamente las exportaciones agropecuarias, sino también las manufacturas de origen agropecuario que tienen procesamientos básicos, como el aceite o los alimentos, que no necesariamente tienen mayor valor agregado. De hecho es muy escaso. Asimismo, tienen una muy baja generación de empleo por unidad de producto. Es decir, agregan valor pero tienen muy baja capacidad de generación de trabajo. Además, depende mucho de qué sub-rama estemos hablando, no necesariamente tienen un alto componente tecnológico.
APU: ¿Cuál es el panorama de nuestra industria?
F. C.: Históricamente la industria en la Argentina fue reemplazando importaciones, pero desde la década del 50 comenzó a enfrentar dificultades y a pasar a ramas más pesadas o sofisticadas. En un primer momento se encontró con que la inversión extranjera podía suplir parcialmente esta falta pero, a partir de la década 70, se volvió muy claro que la mayor parte de la industria es altamente importadora de bienes finales, intermedios y maquinarias, contando con un puñado de ramas que se reducen centralmente al complejo oleaginoso cerealero, al sector de alimentos y, por algunos momentos, el cuero textil o industria química petroquímica que logran obtener excedentes dependiendo de la coyuntura.
El resto de la industria es fuertemente deficitaria con una elevadísima propensión importadora producto de la reconversión que sufrió especialmente en los años 90 y que nunca se retrotrajo, ni siquiera durante los años de neodesarrollismo. Están muy concentradas casi todas las ramas, controladas por muy pocas empresas que, además, controlan a las exportaciones y están elevadamente extranjerizadas.
APU: Lo llevo a la actualidad. Hoy, la foto nos muestra una situación muy compleja con el dólar, que coincide con un escenario contradictorio, ya que el país tiene un superávit comercial muy alto y no tiene vencimientos fuertes de deuda. ¿Por qué esa crisis y la sensación de que "no alcanzan" los dólares?
F. C.: En relación a la foto más actual, Argentina tuvo en 2020, al igual que en 2019, un superávit comercial magro. Esto se explica fundamentalmente por la caída de las importaciones, que es típico del fenómeno de la crisis en nuestro país. Aquí las importaciones reaccionan ante el movimiento del producto mientras que las exportaciones están relativamente estancadas, y en los últimos meses han mostrado una leve caída producto del desplome del comercio a nivel mundial. En ese sentido, los dólares en este momento no están faltando por una cuestión comercial, del mismo modo que no hay un fenómeno de apreciación del tipo de cambio. O sea no hace falta devaluar para ser más competitivos.
APU: ¿Por qué hay una sensación de devaluación inminente?
F. C.: El fenómeno actual está centralmente puesto en dos niveles: por un lado, en la especulación financiera vinculada a estos dólares paralelos semilegales, financieros o bursátiles. Por otro lado, hay una disputa del poder por terminar el programa económico que Macri no pudo completar. En ese sentido, los distintos grupos del poder económico están presionando, mediante el dólar, como una suerte de paritaria o pulseada, para ver quién va a pagar esta terrible crisis. Dentro de este contexto es posible observar un alto componente especulativo sobre la sensación de que no alcanzan los dólares. La falta de una dirección centralizada por parte del Gobierno, hace que haya dudas y permitan que este juego especulativo le haga mella.