22 años no son nada: el legado de Matrix

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22 años no son nada: el legado de Matrix

10 Julio 2021

Por Agustín Mina

Los 90 fueron una década muy convulsionada. El cambio de milenio estuvo acompañado de muchos otros. La tecnología avanzó a pasos agigantados y comenzó a tomar cada vez más preponderancia en nuestro día a día. Es en este contexto de cambio cultural y tecnológico que se inscribe Matrix, una película de ciencia ficción que continúa siendo de las obras más relevantes del cine, más de dos décadas después de su estreno. 

En 1999, Lily y Lana Wachowsky capturaron un clima de época, de miedo e incertidumbre por el futuro, en una película que se convirtió en un icono. Para ellas, fue la forma que encontraron de atravesar su propio proceso de transición, con un film que hablaba de un mundo falso, creado para esclavizarnos, que nos oprimía y que quería decirnos quiénes somos. La resistencia de Sión, encabezada por Neo (Keanu Reeves), el símbolo de lo nuevo, del cambio, se propone derribar ese mundo y sus reglas, buscan liberarnos, para que podamos elegir por nosotros mismos quiénes somos, así como ellas eligieron sus nuevas identidades alrededor de esa época. 

En principio, se trata de la historia de Thomas Anderson, un joven entusiasta de las computadoras que no casualmente también tendrá que tomar una decisión sobre su identidad. Una que no se reduce sólo a tomar la pastilla azul o la roja, a convertirse en Neo o seguir siendo el señor Anderson. Se trata de creer, pero también de querer. Nadie puede decirte quién sos. Ese es el mensaje de una trilogía cuyos personajes desafían de manera constante el destino que se les había asignado. Se corren del lugar que ocupaban en el mundo para ocupar otros nuevos, elegidos por ellos. Desde Smith, el icónico agente interpretado por Hugo Weaving que rompe con su programación y deja de ser un secuaz genérico para convertirse en el villano principal de la saga, hasta Neo, que presionado por sus pares para convertirse en el salvador de la humanidad tendrá que primero desear serlo antes de poder salvar a nadie.

Sin embargo, Matrix es mucho más que la historia de una simulación y una guerra contra las máquinas. Es mucho más que una mirada apocalíptica de la tecnología. Fue el mensaje que advertía que el cambio era inevitable, había llegado y nada sería igual a partir de ese momento.

En su estreno, la película deslumbró por sus efectos especiales y actuaciones, pero sobre todo, por su premisa. La idea de que el mundo que conocemos era en realidad una simulación de computadora en la que estamos atrapados y, sin saberlo, servimos como combustible para las máquinas, desveló a más de un fanatico. Al día de hoy no lo podemos asegurar, ¿y si lo estamos? Sin dudas suena más interesante que lo que pasa en realidad. No somos esclavos de las máquinas, pero si estamos atrapados y servimos de combustible, para una maquinaria mucho más nefasta que cualquiera que hubieran podido imaginar las directoras: la máquina del capitalismo.

 

¿Qué hace a un clásico?

Matrix fue y sigue siendo una gran película de acción, una excelente obra de ciencia ficción, un reflejo de los miedos de una época, una crítica al sistema de opresión capitalista y un vehículo a través del cuál sus creadoras dieron un mensaje que no podrían poner en palabras sino hasta muchos años después. Muchas otras logran al menos una de esas cosas, algunos directores, directoras y guionistas alcanzan todas a lo largo de su carrera, pero pocas personas consiguen crear una pieza de arte que pueda ser analizada desde tantas aristas, agradar a públicos tan diversos y decir tantas cosas juntas. Ahí reside la clave de la vigencia de Matrix, la razón de que sigamos viéndola una y otra vez desde hace más de veinte años, recomendándola a las nuevas generaciones. 

22 años después, el guión, las actuaciones, los efectos especiales de vanguardia y sobre todo, su mensaje, siguen tan potentes como aquel 10 de junio, cuando nos sentamos en la sala de cine por primera vez y sus directoras nos invitaban a despertar. Como Morfeo, nuestra tarea ahora es devolver el favor, tratando de despertar al resto. 

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