3%: la distopía brasileña de la meritocracia llega a su fin
Por Diego Moneta
El 25 de noviembre de 2016 se estrenaba en Netflix 3%, la primera producción brasileña para la plataforma de streaming. Cuatro temporadas y casi la misma cantidad de años después, la serie llegó a su fin el pasado viernes y, más allá de las valoraciones, durante este tiempo le abrió la puerta a otra decena de producciones originadas en Brasil.
3% reinicia una tira web homónima del año 2011, creada por Pedro Aguilera y subida a Youtube. Está dirigida por César Charlone, el encargado de fotografía de la estupenda película Ciudad de Dios. La historia nos sitúa en un futuro distópico, en el que la sociedad es profundamente desigual, hace ya más de un siglo. De un lado, el Continente, y del otro, Mar Alto. En la teoría, la única razón para pasar del lugar pobre al rico es el “mérito”.
El pilar de esta meritocracia es el denominado "Proceso". Los habitantes de Este lado, cuando cumplen 20 años, se someten a una serie de pruebas para determinar si son “meritorios” de la vida en el Otro lado. Sólo el 3% de los candidatos podrá lograrlo y, en ese caso, perderá todo vínculo con su anterior vida. En este sentido, y ya que nadie ha visto Mar Alto antes, el culto al "Proceso" es la clave de la sociedad.
La premisa remite rápidamente a otras producciones, como El método, la saga de Los juegos del hambre, o aquellos realities de competencia, que sacan a relucir lo qué somos capaces de hacer por ganar. La serie tiende a identificarse con una trama de aventura, con un trasfondo sociopolítico, dirigida a un público juvenil-adolescente.
La historia se centra en el Proceso de Michele Santana (Bianca Comparato), Marco Álvares (Rafael Lozano), Fernando Carvalho (Michel Gomes), Rafael Moreira (Rodolfo Valente) y Joanna Coelho (Vaneza Oliveira). Distintas cualidades, distinto origen, un mismo propósito.
Las pruebas a las que los aspirantes son sometidos no son sólo de habilidad o ingenio, sino también para evaluar su moralidad y comprobar a qué están dispuestos a renunciar. En algunas deberán competir entre sí, en otras colaborar como grupo, y no siempre tendrán toda la información del verdadero objetivo que hay que alcanzar para pasar de etapa.
En un primer momento, podemos decir que 3% remite a la enorme desigualdad que caracteriza a Brasil, y a otros países latinoamericanos, a la vez que retoma el dilema distópico de una humanidad perfecta, en sentido ético, social y biológico-reproductivo. Sin embargo, se aborda también la relatividad moral de la meritocracia y la invasión tecnológica de la privacidad en una sociedad panóptica cibernética, entre otros temas.
Si hay una trama de opresión, no va a faltar su contraparte de rebelión, que va a estar representada por la organización conocida como “La causa”. Persigue el objetivo de desterrar al "Proceso" y trabajar por un mundo más igualitario. El hecho de que se infiltren entre los candidatos le agrega tensión a todo el desarrollo.
De la misma manera, en Mar Alto, hay disputas internas para obtener poder e influencia política, especialmente, para dirigir el "Proceso". El líder a cargo es Ezequiel (João Miguel), cuyas decisiones son cada vez más cuestionadas. Un villano para nada maniqueo, que vive en la contradicción permanente entre su naturaleza humana y la utopía que persigue ese sector de la sociedad que representa.
Con el correr de los capítulos iremos conociendo, a través de flashbacks (un recurso tal vez sobreutilizado), la historia de los personajes, para entender el papel que juega cada uno, sus grises y sus decisiones. En retrospectiva, nos situaremos en distintos puntos a lo largo de más de un siglo, para poder conocer, entre otros elementos, la causa de la devastación del Continente.
La gran intensidad, ritmo y tensión que tiene 3% en la primera temporada, y en gran parte de la segunda, se van perdiendo con el correr del resto de los episodios. Muchas de sus problemáticas políticas terminan bastante difusas, especialmente cuando el tono propio de otros dramas juveniles domina la trama. Sin embargo, la crítica a la desigualdad y la ambivalencia de los personajes es una constante que sigue cautivando hasta el final.
La serie, aunque por momentos se valga de situaciones ya vistas en otras producciones de la industria del entrenamiento, no deja de ser una apuesta valiente y valiosa por sus argumentos, imágenes e interpretaciones. La idea de una sociedad supuestamente meritócrata llega a su fin en la ficción brasileña. Sólo falta que se traslade a la realidad.