Otro viernes de locos y sus nuevas lecciones
Otro intercambio, nuevos aprendizajes. La nostalgia se encuentra a flor de piel y, extrañamente, está ocurriendo con obras que ya pasan los veinte años de edad. Viernes de locos, una remake que antes protagonizó una jovencísima Jodie Foster, fue un éxito que definió a toda una generación. ¿Era necesario volver? Otro viernes de locos parece contestar a los gritos: ¡si!
Jamie Lee Curtis y Lindsay Lohan vuelven a interpretar a Tess y Anna Coleman. La historia continúa años después de que Tess (Curtis) y Anna (Lohan) sufrieran una crisis de identidad. Anna tiene ahora su propia hija y pronto tendrá una hijastra. Mientras afrontan los innumerables retos que surgen cuando dos familias se fusionan, Tess y Anna descubren que el rayo podría, de hecho, caer dos veces en el mismo lugar.
Hay relatos que tienden a la eternidad, que calan a fondo en el alma de quien los toma, y nunca puede librarse de ellos. Así funciona el arte. Como esa canción que nunca te podes quitar de la cabeza. También ocurre con las películas, y Viernes de locos (Freaky Friday) es una muestra de ello. Jamie Lee Curtis y Lindsay Lohan crearon un clásico instantáneo, que hizo olvidar una versión audiovisual anterior -que a su vez adapta un libro- protagonizada por Jodie Foster, y que se volvió referencia pop para toda una generación. Viernes de locos mezcló humor y corazón y siguió vigente.
Mucha agua pasó debajo del puente, Jamie Lee Curtis en su status de estrella perenne se encuentra en un momento de su carrera que puede hacer lo que quiera; por otro lado, Lindsay Lohan está teniendo su regreso luego de años tumultuosos, donde los escándalos hablaban más que sus interpretaciones. Aunque no lo sabíamos, era el momento justo para una secuela. Pero para que una secuela luego de tantos años funcione tenes que lograr algo difícil: que todos regresen. Otro viernes de locos lo hace, y redobla la apuesta: pone en el foco a aquellos personajes que son necesarios para hacer avanzar la historia, mientras el resto funciona como "garantes de gobernabilidad", para acentuar que todo forma parte del mismo universo.
A las protagonistas se suman las jóvenes Harper (Julia Butters) y Lily (Sophia Hammons), hija y futura hijastra de Anna, que serán parte de una nueva mezcla de cuerpos y personalidades. En este caso, no sólo se busca entender el lugar del otro en una relación compleja, sino también las responsabilidades con familias ensambladas. Anna cria a Harper con ayuda -a veces en demasía- de Tess, y la llegada de Eric Davies (Manny Jacinto) -padre soltero y tipazo- hace que toda la dinámica se ponga patas para arriba. Las responsabilidades de vivir en dos partes diferentes del mundo, la construcción de una dinámica de hermanastras, y la falta de comunicación en lo importante son lo que acentúa esta continuación.
Una secuela REPLETA de humor, efectivo, impoluto y naive, que marida con un buen trabajo de sensiblería y pequeños golpes bajos. El equilibrio lo da las actuaciones de ambas protagonistas, con una Curtis que a esta altura es todo terreno y maravillosa, y una Lohan con los pies en la tierra y súper firme, que oficia de partennaire. El resto del elenco está completamente a la altura, pero todas las secuencias en donde las protagonistas originales están al frente, es un espectáculo de frescura, ridiculez, comicidad y nostalgia, que raya la perfección en su búsqueda.
Los chistes y cameos son infinitos, incluso con otras obras como Mean girls o Juego de gemelas, demostrando la potencia de esa nostalgia, que de manera invisible encadena todo. El regreso de Chad Michael Murray como Jake demuestra que la mayoría de los hombres debemos escondernos y no salir más, mientras que la veta mística y pluri-empleada de Madame Jen (Vanessa Bayer) aporta la locura para no tomarse nada en serio.
Otro viernes de locos es una carta de amor a un pasado reciente, que no es tan próximo pero tampoco llegamos a acariciar ya. Los niños y niñas que vieron la original hoy son adultos responsables que quieren volver a esas risas, y ese sentimiento donde todo era posible. La emoción del final, con la veta musical -que se agradece-, nos deja con una sonrisa en el rostro y la certeza de que otro mundo es posible: uno dónde el amor romántico, fraternal y maternal es la piedra basal desde donde construirnos. Y sino, una maldición nos cambia de cuerpo, y lo aprendemos a la fuerza.
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