Antonia: la sinfonía de una lucha
Por Agostina Gieco
Hoy en día, siendo mujer, en ciertas culturas es difícil aspirar a ir más allá de casarse, procrear, y quedarse cuidando la casa, debido al arraigo a costumbres y tradiciones, a creencias firmes y determinados valores o a cuestiones personales. Aún más complicado era en la década de 1930. Durante el último siglo, gracias a los movimientos de mujeres en diferentes partes del mundo, se lograron numerosas conquistas que permitieron no sólo la ampliación de derechos básicos, como el voto o la educación, sino también ganar terreno en cuanto a “roles” que anteriormente debían cumplir según mandatos impuestos.
Ya lo decía la Guía de la buena esposa: 11 reglas para mantener a tu marido feliz, escrita en 1953 en forma de manual. Basta con sólo leer el título, la norma implícitamente daba por sentado que la mujer debía casarse y, por supuesto, sólo con hombres. Algunas de las reglas incluidas eran “ten lista la cena”, “arregla tu casa” y “prepara a los niños”. No podían ni debían hacer otra cosa. Lo paradójico es que su redactora fue la española Pilar Primo de Rivera. Da cuenta de lo naturalizado que estaba el rol a cumplir que, en este caso, ni siquiera fue un hombre el que la escribió.
Pero Antonia Brico fue una de las tantas que rompieron el estereotipo. Marie Curie en la ciencia; Rose Parks con los derechos civiles; Hedy Lamarr en las comunicaciones; Valentina Tereshkova en viajes espaciales; Benazir Bhutto en la política musulmana; Kathrine Switzer en lo deportivo; Petrona Rosende de Sierra con el periodismo; Miriani Pastoriza en la astronomía. Son sólo algunas de las que se animaron a hacer cosas impensadas para las mujeres, abriendo el espectro de lo posible, yendo contra la idea del “sexo débil” que durante tanto tiempo se quiso instaurar en la mente colectiva.
Ambientada en la década de 1930, Antonia, una sinfonía cuenta parte de la historia de la mujer que tuvo que enfrentarse a decenas de personas que le aseguraron que nunca llegaría a dirigir una orquesta. Dentro del mundo de la música era impensado que una joven presidiera. Nacida en Holanda pero trasladada a Estados Unidos de niña, Antonia (Christanne de Bruijn) desde joven supo a lo que deseaba dedicarse. No quería contentarse con tocar el piano, aspiraba a más.
Gracias a una lucha incansable por cumplir su sueño llegó a ser alumna del reconocido director de orquesta alemán Karl Muck y, años después, logró convertirse en la primera mujer en dirigir la prestigiosa Orquesta Filarmónica de Berlín. Y fue por más. En una sociedad en donde aún habían prejuicios acerca de lo que las mujeres eran capaces o no de hacer, conformó la Orquesta Sinfónica de Mujeres de Nueva York, en la que no había ni un solo hombre.
A pesar de que la película narra sólo una parte de su vida, contextualiza muy bien la época para darnos una idea aproximada acerca de los roles sociales que debían cumplirse. Además, muestra cómo el poder económico y político ejerce una gran presión que a veces puede ser determinante, tanto para lograr ascender y alcanzar las metas que alguien se proponga, como para seguir perpetuando estereotipos y lugares fijos que sólo pocos pueden ocupar.