Asalto a la casa de moneda: viejas historias que todavía funcionan
Por Francisco Pedroza
Si de robos planificados y botines millonarios se trata, con certeza, la saga de La gran estafa fue la precursora. Luego, todo fue en alza para los ladrones de las pantallas. Lo sorprendente es que, aunque ya hayan pasado más de dos décadas desde que conocimos a Danny Ocean (George Clooney) y a su banda, los formatos audiovisuales hayan cambiado y el consumo haya virado, las historias que se desarrollan en estas producciones, más allá de pequeños matices, parecen calcadas a la perfección.
Asalto a la casa de la moneda es una película española que no escapa a la temática mencionada. Thom Johnson (Freddie Highmore) es un ingeniero reclutado para robar un tesoro que se encuentra dentro del Banco de España. En términos narrativos, no ofrece nada nuevo. El botín de oro proveniente de barcos españoles— ¡Sorpresa! Ya había sido robado previamente, aunque eso en el largometraje no se mencione— tal vez sea uno de los factores que la diferencien del resto, o también que transcurra durante el Mundial de 2010, lo que por momentos es un gran spoiler.
Aún así, esos dos elementos no explican las herramientas con las que un film se coloca tan rápido entre lo más visto. El 25 de noviembre se estrenó en España y casi cinco meses le llevó llegar a nuestro país, pero sólo tres días le bastaron para ser la película más vista de Netflix. ¿Qué es lo que asegura que Asalto a la casa de la moneda no falle? Muy simple, la historia, como tantas otras de robos meticulosamente organizados, funciona. A lo largo de dos horas vemos todos los pases en el camino del héroe: vida rutinaria, llamada a la aventura, encuentro con el mentor, etc. Si a la “fórmula mágica” le sumamos un poco de ingenio a la hora de desarrollar el plan— y si se tienen licencias que sólo pueden tomarse los guionistas— , la “justicia poética” de robar un banco es infalible. Tiene todos los números para ganar.
Al fin y al cabo, Asalto a la casa de la moneda cumple lo que promete. Entretiene y atrapa desde el primer minuto. Cuando la vemos sabemos cómo va a terminar y eso nos relaja, más allá de algún giro que puede llegar a sorprender, pero que en sí también resultan bastante esperables. El film no es ambicioso desde lo narrativo y, en cierto sentido, es un acierto. Sabe a lo que va y lo ejecuta, regalándonos a nosotros espectadores un buen rato de ocio, pero nada más que eso.