Avicii: un diamante en bruto que rápidamente se quebró en pedazos
Tim Bergling para sus más cercanos, o Avicii para el resto del mundo, nunca imaginó que su pasión por la música lo convertiría en uno de los DJs más populares y reconocidos de la historia. Lo que comenzó como un hobby terminó catapultando a la fama a un joven introvertido de Estocolmo que de niño casi no tenía amigos. Soy Tim narra en formato documental los inicios de Avicii, su momento de auge, y el trágico desenlace de su corta vida.
Cuando Tim aún era un adolescente inseguro de sí mismo en ocasiones no concurría al colegio para encerrarse en su cuarto con una computadora y experimentar creando mezclas de melodías y efectos de sonido. De esa manera, comenzó a compartir en un blog online las composiciones de ritmo electrónico que allí nacían. Todo era diversión y ocio hasta que un día, con tan sólo dieciocho años, fue descubierto por Ash Pournouri, un productor musical que luego se convertiría en su mánager, socio y co-productor, quien le daría además el impulso necesario para comenzar su carrera de DJ.
Con éxitos tales como “Wake me up”, “Levels” y “Hey brother”, Avicii hizo saltar y bailar a millones de personas alrededor del mundo. A pesar de no considerarse fan de la música electrónica, toda una generación quedó marcada por estos hits ya que se escuchaban en cada boliche y se transmitían en la radio a cada momento. Desde el inicio, su popularidad fue in crescendo hasta llegar a colaborar con reconocidos artistas como Madonna, Lenny Kravitz y David Guetta, entre otros. Sin embargo, el camino a la fama siempre tiene un precio a pagar.
Es de público conocimiento que el ritmo de vida exigido para un artista que debe dar shows constantemente es muy duro -y para Avicii no fue la excepción, ya que llegó a realizar trescientas presentaciones al año-. En este caso no sólo las idas y vueltas entre país y país eran agotadoras, sino también el estilo de música que significa la electrónica y el house, cuyos sonidos conducen al éxtasis del momento y a tener que lograr un alto rendimiento para estar toda la noche despierto. Tampoco ayudan las presiones de la industria que busca únicamente ganar dinero, contabilizar cuántas reproducciones tuvo cada canción y cuántos nuevos oyentes se sumaron. Por último, las apariencias y la necesidad de pertenecer e ingresar al ambiente, asociadas al consumo de estupefacientes, suelen derivar en caminos en los que se requiere de una salud mental fortalecida.
En el documental estrenado en Netflix a fines de diciembre se aborda la problemática de las adicciones con testimonios de Avicii y de personas cercanas a él. A los veintidós años su popularidad estaba en el pico máximo de su carrera y ciertas veces no disfrutaba el momento de salir al escenario por el nivel de presión que conllevaba. El DJ reconocía a viva voz sufrir de ansiedad y depresión, por lo que comenzó a consumir pastillas para combatir los padecimientos. Las sustancias, a su vez, le generaron más ansiedad e ingresó en una rueda de la que era muy difícil salir.
Además, su puerta de entrada al alcoholismo se dio al buscar relajarse y no sentirse tan rígido en los shows, cuya consecuencia fue un grave caso de pancreatitis aguda y la extracción de su vesícula biliar. Como si fuera poco, la intervención médica derivó en la adicción a opioides que le habían sido recetados para calmar el dolor post operatorio, de los que luego tuvo dependencia y no pudo abandonar durante un largo tiempo.
En 2016, tras haber afirmado que era más feliz antes de ser famoso, Avicii se retiró de los escenarios con el objetivo de dedicarse en exclusiva a componer música por gusto y para convertirla en no más que un hobby. Dos de las últimas canciones que escribió antes de quitarse la vida en 2018, a los 28 años, fueron “SOS” y “Peace of mind”, que se cree que representaron, en cierta medida, un pedido de auxilio o forma de expresar lo que estaba sintiendo. El álbum póstumo llamado “Tim”, en el que estas dos composiciones aparecen, incluye también colaboraciones con Imagine Dragons o Coldplay.
Con un extenso material de archivo en el que habla Avicii, junto a entrevistas actuales a David Guetta, Chris Martin, familiares y amigos, Soy Tim nos hace testigos, una vez más, de que dinero no es igual a felicidad y que la fama no garantiza una vida plena y en armonía. El mundo de la música debe continuar generando conversaciones sobre la importancia de garantizar un ambiente sano tanto en lo físico como en lo mental, con asistencia psicológica, representantes que cuiden a sus artistas, y con una industria que se preocupe más por lo humano que por lo mercantil.