Barney: la perturbadora historia detrás del sonriente dinosaurio violeta
Para la generación estadounidense que se crió viendo televisión, Barney fue un ícono de amor, cariño y bondad. Se lo recuerda siempre feliz, cantando y bailando junto a sus amigos y amigas. Sin embargo, hubo diversos sectores de la sociedad que resignificaron su alegre imagen en un odio desmedido caracterizado por la violencia no sólo hacia el personaje, sino también hacia quienes lo rodeaban tanto al frente como detrás de las cámaras. Te quiero yo, tú no a mí es un documental, estrenado en HBO Max, que aborda en dos episodios el contrastado sentimiento que un símbolo educativo infantil generó en distintas personas.
A principios de los 90, Estados Unidos estaba marcado por ciertos tópicos recurrentes: la brutal homofobia marcada por el aumento en los casos de VIH, asociada en aquel entonces como consecuencia de las relaciones entre homosexuales; la rebeldía adolescente que comprendía la necesidad de llevarse el mundo por delante y transgredir las normas para así lograr ser cool y encajar en los grupos sociales; y, sobre todo, la violencia generalizada en el ámbito de la cultura. Los programas de televisión que gozaban de alto rating mostraban públicamente discusiones y conflictos y sus participantes finalizaban a las piñas; las películas más taquilleras basaban su aspecto principal en el uso de armas; los videojuegos más codiciados y populares eran de acción y asesinato; y, dentro del ámbito publicitario, los juguetes destinados a los niños eran sobre todo muñecos para luchar.
En ese alborotado contexto, comenzó el auge de Barney. Creado en 1988 por Sheryl Leach, fue estrenado en la televisión pública recién en 1992, convirtiéndose en el programa infantil más visto ya que, exceptuando Plaza Sésamo y alguno que otro más, no existían shows de entretenimiento adaptados para edad preescolar que incluyeran contenidos educativos. El principal público del dinosaurio violeta eran, como se había previsto, niños y niñas. Hubo incluso estrellas mundialmente conocidas que comenzaron en él sus carreras actorales, como Selena Gómez y Demi Lovato. Sin embargo, no se puede agradar a todo el mundo por mucho que lo intentes y, así como se instaló en el corazón de millones, hubo muchos otros a quienes sus pegadizas canciones y su desborde constante de alegría los dotó de ira.
El documental muestra que existieron convenciones, a las que acudían principalmente estudiantes de universidad, con el único objetivo de destruir muñecos de peluche del dinosaurio, hacerlos explotar y golpearlos hasta que todo el algodón se hubiese esparcido por el piso. Además, el padre de una niña fanática creó un boletín informativo llamado “La Sociedad Secreta de Odiadores de Barney”, autocatalogado como grupo de ayuda para madres y padres que ya no soportaban ese dibujo en sus televisores, y logró tener en poco más de un mes siete mil solicitudes de suscripción. A su vez, llegó a existir un juego de roles en internet llamado “El yihad para destruir a Barney, el dinosaurio” con un manual que explicaba la teoría de que era el demonio mismo y por eso había que aniquilarlo.
Por su parte, varios programas de televisión de la época comenzaron a sumarse a la ola anti Barney y a ironizar sobre su personaje, humillándolo y burlándose. El mecanismo de creación y propagación de estas violentas manifestaciones no colaboró, sobre todo teniendo en cuenta que durante la explosión de internet se dio la rápida difusión de noticias y la facilidad de contacto entre usuarios y usuarias, aparejado con poca regulación existente.
Cabe mencionar que no todo el “Barney-hate” fue llevado a cabo por gente adulta. A su vez, preadolescentes y adolescentes tenían conductas nocivas hacia el dinosaurio, golpeando a personas vestidas con su traje en la calle o en alguna reunión social, haciendo bullying a quienes habían participado junto a él siendo niños o niñas, y amenazando de muerte a trabajadores del entorno del show. Por último, también se inventaron leyendas urbanas que decían que Barney escondía estupefacientes en su cola, que representaba al anticristo, y que era el líder de una secta infantil, todo con el objetivo de desprestigiarlo.
La novedad en nuestros días es que, a pesar de que la última emisión al aire de Barney haya sido en 2009, la reconocida fábrica de juguetes Mattel compró los derechos del dinosaurio y este año lanzará una nueva serie en donde se podrá ver una imagen renovada del personaje, creada 100% digitalmente y pasando a ser así un dibujo animado.
El principal interrogante que evidencia Te quiero yo, tú no a mí es el siguiente: ¿cómo un personaje destinado a educar al público infantil en la solidaridad y el amor logra despertar sentimientos de ira y violencia en la población, sobre todo, adulta? La respuesta es, sin dudas, multifactorial. Queda seguir pensando si realmente hubo un cambio en aquella sociedad a lo largo de estas décadas, o si este tipo de sucesos podrían volver a ocurrir. Tal vez, para peor, nunca han dejado de ser parte y siempre estuvieron latentes.