The Bear: la rutina del caos

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The Bear: la rutina del caos

12 Septiembre 2024

Salvaje, reflexiva, caótica, tranquila, enérgica, dramática. Todos estos calificativos aparecen en los medios cuando se habla de The Bear, la serie que cosecha 23 nominaciones para esta nueva entrega de los premios Emmy y tiene altas chances de llevarse todo. Se emite desde el 2022 y es un drama, aunque la categoría que hayan elegido para reconocerla sea comedia. Nos cuenta la historia de Carmen “Carmy” Berzatto (Jeremy Allen White), un chef aclamado que debe volver a Chicago para hacerse cargo del bar familiar que era de su hermano muerto, Michael (Jon Bernthal)

En ese bar se cocina para la gente del barrio con un componente muy obrero. Tiene un menú fijo y básico, está tapado de deudas y no cuenta con las condiciones de higiene que se sostienen en los restaurantes de excelencia. Carmy llega con la intención de cambiarlo todo, sus tonos azules y blancos de alta cocina de la primera temporada contrastan con los tonos cálidos y oscuros del bar. Carmy está en un lugar que le es ajeno y debe adaptarse. Este dato será muy importante para tener en cuenta en la tercera entrega, cuando toda la iluminación se vuelve mucho más blanca al observar que Carmy ha podido conseguir algunos de sus objetivos como chef.

En esta primera temporada la versión del bar que Carmy tiene en su mente debe incorporar una nueva rutina, una línea común que ordene la tropa con disciplina y sin perder la humanidad. Aquí es donde se fortalece lo coral que ofrece la serie en rostros, voces e historias de vida. Una invitación a percibir el espacio desde lo sensorial: tacto, sabor, olor, escucha y mirada. Y aquí está el punto: el aprendizaje, el hábito y la rutina marcan cada una de estas vidas que, en gran parte, están rotas por esa tristeza inherente al capitalismo, como dice David Foster Wallace. La palabra rutina por lo general ha sido asociada a algo negativo, pero últimamente se ha convertido en un tópico habitual de parte de otras producciones del momento, ya sea frente a las disociaciones promovidas por el sistema capitalista para separar desde una fantasía lo laboral de lo personal, como Severance, o para buscar un refugio en el otro ante el desmoronamiento del mundo, como Carol & the end of the world.

The Bear tiene un ritmo de montaje acelerado e inmersivo, con planos muy cerrados sobre los rostros de los personajes. Eso se complementa con momentos relajados, donde los tonos son más fríos y hay más tiempo para pensar. Andrew Wehde, director de fotografía, contó que para lograr esa velocidad en la cocina utilizaron dos cámaras como unidades separadas. Las dos filmaban en simultáneo y sin cortes, lo que permitía que la segunda pudiera tomar detalles específicos que luego tomarían relevancia en la edición final. El resultado es que realmente sentimos que estamos observando la urgencia propia de la cocina de un restaurante o un bar. Escuchamos gritos, platos que chocan entre sí, cubiertos que caen al piso, el burbujeo del aceite hirviendo en una sartén y hasta casi que podemos percibir aromas y vapores. 

Wehde destaca el movimiento de cámara con un Dolly para darle fluidez a las escenas en un espacio imposible. En particular, el séptimo episodio fue enteramente filmado como un plano secuencia de veinte minutos. Andrew rescata el legado de Michael Mann y Martin Scorsese, dos directores que logran esa fluidez en su cine con cierta irreverencia hacia lo perfecto o lo suave y una preferencia por algo más real, menos sofisticado. En The Bear lo real es lo sucio que está en el movimiento imperfecto y brusco de la cámara, en el grano de la imagen propia de la fotografía analógica y en la cocina misma en la que trabajan los personajes. 

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En la primera entrega Carmy se encuentra con un equipo de trabajadores y trabajadoras del bar, además de Richie (Ebon Moss-Bachrach), su primo. Sydney (Ayo Edebiri), Marcus (Lionel Boyce), Tina (Liza Colón-Zayas), Ebraheim (Edwin Lee Gibson) y otros más forman parte del elenco estable y están comprometidos con esa causa que también representa su fuente de ingresos. De ellos conoceremos sus orígenes en detalle. Sydney será la mano derecha de Carmy en el futuro, pero acá es una cocinera que está dando sus primeros pasos, inspirada en la cocina del mismo. 

La segunda es un conteo regresivo para los planes del protagonista de abrir un nuevo restaurante, espacio de trabajo creado desde las cenizas de su carrera y los sueños de su hermano. El tiempo en The Bear es parte de una urgencia visual, o por lo menos así lo grafican quienes participaron de la serie. Como espectadores sentimos que estamos llegando tarde a algún lado en todo momento y que el tiempo está sobre nuestras cabezas, en esos zooms exagerados sobre relojes y frases pegadas por toda la cocina que recuerdan la importancia de la disciplina. 

La tercera marcó una división en el público porque algunos espectadores sintieron que no pasaba mucho. Disiento. Sigue sosteniendo la excelencia que la caracterizó en las anteriores, aunque el peso ya no está puesto sobre la historia en sí misma sino sobre las cavilaciones más íntimas de sus personajes. Se mantiene también la curaduría en la elección de las canciones de bandas como Radiohead, Weezer, Beach Boys, Wilco o Counting Crows. En el quinto episodio suena un tema de Charles Laughton desde el arranque, mientras observamos a Natalie (Abby Elliott) embarazada y reflexionando durante la madrugada en su cocina. Es una canción de la película From the night of the hunter de 1955 con Shelley Winters y Robert Mitchum. 

Es más, puede que el sexto capítulo sea uno de los más hermosos de la serie. No porque tenga una maestría técnica a destacar o alguna actuación que despunte. Lo que tiene es calidez, corazón y algo muy ligado a una coyuntura en la que todo parece desmoronarse. Narra la historia detrás de Tina, una de las cocineras que nos venía mostrando ternura, capacidad de trabajo y sobre todo hambre por aprender nuevas habilidades. La vemos quedando a la deriva, a merced de la incertidumbre porque a su marido tampoco le dan un aumento y el dinero no les alcanza. En ese caos que implica la pérdida de su rutina, ella sostiene una sola cosa día a día: la cocina

La serie nos muestra esto con el montaje, pero no es hasta que Tina llega por casualidad a un bar perdido en Chicago que conoce a Michael y tienen una conversación hermosa, cercana, sincera. “Los momentos especiales de tu vida siempre suceden en relación a la comida”, le dice. Ella le cuenta que estuvo intentando conseguir trabajo y que, en cada instancia, se topó con jóvenes que la hicieron sentir extraña, porque ellos se veían hambrientos y ella ya no se sentía así. Por el contrario, se sentía derrotada ante lo real de pagar el alquiler y la comida diaria. “Sería fácil enojarme con ellos”, reflexiona y cierra: “No necesito apasionarme, ni salvar el mundo, sólo quiero alimentar a mi hijo. Dame una rutina y estoy adentro”.

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