Belfast, la historia que Kenneth Branagh quería contar
Por Manuela Bares Peralta
Belfast, una de las propuestas cinematográficas de Kenneth Branagh este año, logra consagrarse como uno de los éxitos de crítica más grandes en la filmografía del autor con siete nominaciones a los Premios Oscar, entre las que se incluyen Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion.
Una ciudad colorida, una secuencia de imágenes que nos hace dudar, aunque sea por unos segundos, un retrato que interrumpe: el presente queda pausado para darle paso al pasado. El plano se tiñe de blanco y negro, la vida de Buddy, de apenas 9 años, y la cotidianeidad de su cuadra queda subsumida en el caos y la violencia de los estallidos que agobiaron a Irlanda del Norte en 1969.
Branagh decide contar una parte de su pasado poniendo como punto de partida un destino geográfico: la cuadra en la que vivía junto a su familia en la ciudad de Belfast. Un destino seguro y familiar que comenzará a transformarse, a raíz de los enfrentamientos entre protestantes y católicos, a través de la mirada de un chico. El proyecto que emprende como director, productor y guionista no es nuevo, ya lo hizo Alfonso Cuarón en 2018 con Roma y con efectos similares en la crítica. La novedad reside en la perspectiva que adopta y desde la cual decide contar la crisis social que vivió Irlanda del Norte a finales de 1960. Esa perspectiva se convierte, sin dudas, en la columna vertebral de la película: la mirada de Buddy.
Esa forma de vivir y contemplar la realidad que lo rodea logra articular la violencia que vive su cuadra con todo lo demás: las películas que marcaron la infancia de Branagh, el recuerdo de sus abuelos, sus amigos, sus padres y su colegio. En esa articulación, también se construye el clima de la película, marcado por el dolor que implica abandonar el único lugar que conocemos y en el que solíamos sentirnos seguros. Un equilibrio visual y narrativo cercado por barricadas y acompañado por las actuaciones de Jude Hill, Jamie Dornan, Caitriona Balfe, Judi Dench y Ciarán Hinds, pero sobre todo una historia que no es sólo de Branagh sino el relato de una ciudad entera.
Belfast llega a la par que otro estreno mainstream de Branagh, Muerte en el Nilo, una adaptación de una novela de Agatha Christie que repite la fórmula de Asesinato en el Expreso Oriente. Quizás este sea el ejemplo más claro de la obra de Kenneth Branagh como director, un camino accidentado desde el estreno de su ópera prima Enrique V en 1989 a Frankestein o Thor. Branagh es muchas cosas al mismo tiempo -actor, guionista, director y productor- y, sin embargo, consigue que todo nos siga pareciendo novedoso e interesante. Esta vez, sin perderle el pulso al cine comercial, edifica una autoficción que, pese a su simpleza, nos deslumbra, como Branagh siempre.