Big mouth y el odio que todos llevamos dentro
Por Agustín Mina
Este noviembre Netflix nos regaló una nueva temporada de la que hoy ya es uno de sus clásicos: Big Mouth. La serie surge a mediados de 2017, dos años antes del estreno de Sex education, una de las insignias de la plataforma, y con una propuesta similar: recorrer una etapa de profundo cambio e incertidumbre para la juventud, empatizando con todas las dudas y problemáticas que la acompañan y las dificultades que encuentran para obtener respuestas. Se puede leer cierta continuidad entre ambas, ya que Big Mouth se enfoca en la pubertad, en los cambios corporales, la exploración, tanto del cuerpo como de la identidad y todos los sentimientos que asaltan a estos jóvenes que empiezan a dejar de ser niños, mientras que Sex education nos muestra a un grupo de adolescentes ya camino a la “adultez”, en sus últimos años de secundaria, explorando su sexualidad y lidiando con el fin de otra etapa central en sus vidas.
Como cada año, Big Mouth representa los cambios y los sentimientos que empiezan a surgir en los protagonistas con distintas criaturas. Desde los monstruos hormonales que acompañan a cada uno y representan el apetito sexual, hasta el mago que los hace avergonzarse o la gata de la depresión. La novedad de este año fue la dualidad del amor y el odio, en uno de los puntos más altos de la serie.
Las hadas del amor aparecen cuando alguno de los personajes empieza a tener sentimientos románticos por otro por primera vez. Tal y como había sucedido hasta ahora, estas criaturas “potencian” esos sentimientos, instan a los jóvenes a declararse con grandes gestos y detalles. Sin embargo, en un golpe atroz de realidad, Nick (Nick Kroll) y Jessi (Jessi Klein) descubrirán que, en ocasiones, estos sentimientos no serán correspondidos, sufriendo su primera decepción amorosa y todo lo que conlleva. Los diez capítulos de la temporada muestran claramente cómo la sociedad no nos prepara para atravesar estos procesos de forma sana y la frustración convierte lo que empezó siendo amor en odio.
El odio y cómo lo transitamos fueron los grandes temas de la entrega. Las hadas se convierten en víboras, que muchas veces se colocan alrededor de los personajes, como si los asfixiaran. Lo que antes los hacía sentir bien y querer acercarse al otro muta en un sentimiento tóxico y negativo, ahora sólo quieren tenerlos lejos.
Los conceptos de amor y sexualidad que se aprenden entre pares, del cine y la televisión o de personas mayores terminan siendo muy dañinos. Nick cree que su enamorada le debe algo, por el simple hecho de haber sido bueno con ella y de haber confesado sus sentimientos, sino es un sí, al menos una explicación. La negativa lo llena de inseguridad, de frustración, de odio. Fuera de la ficción esto pasa todos los días, lo que no nos muestra la serie es cuando los hombres llevan ese odio, esa venganza a la acción de formas irreversibles. La educación temprana no sólo nos ahorraría muchos problemas a todos, sino que salva vidas.
Big Mouth siempre fue una serie con la que es fácil identificarse, las vivencias de sus personajes son las de todos nosotros. Eso no es casual, sino que tiene que ver con que la historia está inspirada en la vida real de sus protagonistas. Nick Kroll y Andrew Goldberg no son sólo personajes, sino los nombres de dos de sus creadores, que reviven su adolescencia a través de la serie, en una búsqueda por ayudar a otros a transitar esa época de la mejor manera posible. Como en Sex education, Big Mouth señala tanto el rol de los padres como las dificultades que atraviesan para comunicarse con sus hijos adolescentes.
Para dejar las cosas claras, en el último episodio Kroll aparece frente a su versión animada y explícita la metáfora: los monstruos son una parte de nosotros. La ansiedad, el miedo, la depresión, la vergüenza, la lujuria y también el odio son nuestros, no son un factor externo. Nos toca aprender a lidiar con ellos de la mejor manera posible, aún teniendo todo en contra, aún cuando nadie nos enseña a hacerlo. Nuestra responsabilidad es tratar de ser nuestra mejor versión, todos los días, saber perdonarnos cuando no nos sale, pero siempre haciéndonos cargo.