Curb your enthusiasm: comedia por definición
Curb your enthusiasm— frena tu entusiasmo, en español— es una serie estadounidense que se estrenó en octubre del 2000 y, tras idas y vueltas, finalizó en abril de este año. No sólo es lo que se dice una comedia de situación, o sitcom, sino una comedia por definición, con todas las letras. A lo largo de su historia, es decir doce temporadas, acumula más de una veintena de nominaciones a los Premios Emmy y esta edición no es la excepción.
La idea nació de Larry David, escritor, cocreador y productor de Seinfeld, que en este caso es protagonista, guionista, realizador y productor. Tras ese éxito, el desafío era cómo volver a hacerla sin repetirse. Si la misma se trataba de “nada”, la clave era seguir hablando de eso, con él como punto de partida. De esa manera, Curb your enthusiasm es él mismo ficcionalizando su propia vida. Más arriesgada en su humor, con risas grabadas y capítulos de media hora, pero sin ciclo de emisión fija. De hecho, llegó a haber un freno de seis años entre el final de la octava y el inicio de la novena. Con todo, es David redoblando la apuesta.
Larry vive semi-retirado en Los Ángeles. Es pesimista, neurótico y nihilista. Sus historias giran alrededor de alguna situación incómoda en la que se mete por opinar o intentar no violar lo que considera normas sociales no escritas. Los problemas por falta de tacto son recurrentes. David siempre ha hecho humor con cualquier cosa, no escatima ni discrimina, por lo que muchas veces lo han acusado de perpetuar estereotipos. El punto es que no los niega, sino que los explota para tomar consciencia. A su vez, el tema por excelencia es su propia idiosincrasia como judío estereotipado, lo que alega algún tipo de armisticio entre identidades sociales. Eso siempre fue lo que lo hizo salir del lugar común y del cinismo.
Al mismo tiempo, esperable, es contradictoria. Es un tipo del siglo pasado tratando de acomodarse en el presente mientras siente que no puede hacer o decir sin temor a ser cancelado. Es cierto, pero no lucha contra la “corrección política” por motivos ideológicos— de hecho, es bastante progresista— sino contra ciertos “sobregiros”, dado que se enoja por nimiedades diarias. También es un error verlo como representante de “nuevas” derechas, al punto que ha hecho bromas con Donald Trump. A su manera, cierta honestidad intelectual.
El humor de Curb your enthusiasm es un delicado equilibro entre la autolaceración y el desprecio al resto, a partir de la convicción de creerse mejor y peor que los demás, con un constante juego de espejos entre realidad y ficción. A modo de ejemplo, en Seinfeld creó el personaje de George Costanza (Jason Alexander), el cual es su propia representación, que a todo el mundo le parece un imbécil. Al mismo tiempo, tal como se retrata en el documental Long shot, ha salvado a un inocente de la cárcel, dado que, sin querer, aparece en uno de los planos de las filmaciones. La clave es su apoyo en una continuidad discontinua como funcionamiento, otorgando progresión no inmediata mediante determinados hechos dramáticos y sorpresivos, mientras nos hace creer que ni siquiera hay arcos narrativos.
Es una comedia incómoda y, a la vez, revolucionaria, ya que cuando gran parte del género se sustentaba en ambientes inofensivos para la audiencia— fines de la década del 90—, Larry David decidió barrer con esa premisa y hacer de esa cualidad su principal sustento a la hora de demostrar humor. Una apuesta arriesgada, si consideramos que es un sentimiento que en general tendemos a evitar, pero cuyo protagonista sabe vehiculizar a la perfección. Es un cúmulo alegre de contradicciones, pero aclamado por ser un hombre común cuando se hizo rico. En esta instancia, la barrera que separa la realidad de la ficción es muy difusa.
El núcleo— Larry David— está rodeado por un dúo de actores que lo acompañó de principio a fin: Jeff (Jeff Garlin) y Susie (Susie Essman) Greene, su manager y su blanco usual de bromas, respectivamente. Se complementa con una cantidad abismal de cameos, porque todos quisieron ser parte de este universo. Su enfoque desordenado del proceso es lo que lo ha protegido de las críticas. La serie se grabó con cámaras portátiles, alejada de convencionalismos televisivos y dando lugar a la improvisación. Esa configuración la convirtió en un fenómeno tan sincero como brutal, y es de sus mayores atractivos. Si hoy no resulta innovador es porque varias han copiado la fórmula, como The office o Community.
No por nada se sostuvo todo este tiempo. Curb your enthusiasm murió como vivió: con el peso de Seinfeld sobre sus hombros, como aspecto metanarrativo, para defender el final que le ha dado, al punto que, salvo un cambio, lo repite en esta historia. No es conciliador sino su declaración de independencia. A nadie le interesa si la mente maestra de ambos “aprendió” la lección, o si vale la pena enseñarlas. Larry David no les— ni nos— debe nada. Es un cierre a la altura para una comedia histórica y para una carrera brillante en su lógica. Su recorrido, y su final, son su propia síntesis llevada hasta las últimas consecuencias.
Con sus idas y vueltas, se ha mantenido coherente y fiel a su estilo. El aporte de David a la comedia absurda excede cualquier cifra. Un humorista de culto y un mito viviente— quizás se pueda trazar cierto paralelismo con Ricky Gervais, quizás no—. Hizo escuela— véase, por ejemplo, Master of none— sobre lo que es focalizar en el comportamiento humano para romper convencionalismos. Bromas, sí; concientizar, también. Un ejemplo de la mejor comedia, entre la televisión y el streaming. Nunca ganó el Emmy, pero a nadie le interesa.