Distancia de Rescate: ese intervalo entre lo que nos aterra y contamina
Por Manuela Bares Peralta
Dos mujeres se encuentran, ancladas en un paisaje alejado. Ambas desentonan aunque una de ellas siempre vivió ahí. Ellas son Amanda (María Valverde) y Carola (Dolores Fonzi) y lo que se evoca sobre ellas es un miedo ancestral, maternar no como un lugar idílico sino como una experiencia atravesada por nuestro rol de cuidadoras y los temores que nos impone tanto el adentro como el afuera.
En esa Argentina rural, poblada por campos de soja, se desarrolla esta narración en tiempo presente. Un diálogo que, por momentos, se parece a un coro griego, nos guía en esta travesía visual donde el peligro está ahí, todo el tiempo presente.
La novela de Samantha Schweblin es caótica y desordenada, la adaptación de Claudia Llosa también. En esa forma y temporalidad confusas que ambas crearon para esta película se construye la sensación de peligro. Ese peligro que nos invade por lo que no llegamos a ver.
“Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo "distancia de rescate", así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería”, en esa sensación invisible, en esa conexión indisoluble se apoya toda la narrativa argumental de esta co-producción internacional. Ese es el vínculo que une a Amanda con su hija Nina y a Carola con su único hijo David.
La voz de Amanda guiada por David sólo se interrumpe para permitir breves diálogos entre las protagonistas o abruptos flashbacks. David intenta que Amanda recuerde, que preste atención en los detalles, que reconstruya el relato tanto para ella como para nosotros. Pero, la consciencia constante de peligro nos paraliza. Ese es el nudo argumental que nos proponen Llosa y Schweblin: deshacernos del miedo, lo suficiente cómo para avanzar en la trama.
Distancia de rescate es ese terror innombrable, eso que nos separa de lo que cuidamos y protegemos como mandato, es el miedo haciéndose cuerpo, eso que no vemos y nos contamina.