El crimen del country que nadie dejó de ver y consumir
Por Manuela Bares Peralta
Fines del 2002. Los televisores dejaban atrás los graphs urgentes que agitaban la crisis económica y social para dar paso a las teorías e hipótesis que despertaba el crimen de María Marta García Belsunce en el “Carmel Country Club”, uno de los barrios cerrados más exclusivos del país. Una realidad que podría haberse consagrado como la mejor ficción de la época y que asaltó nuestro presente, hace 20 años, edificando tapas de diarios, revistas y programas especiales para contar no sólo uno de los crímenes que marcaron el nuevo milenio, sino también la historia de una familia, cuya realidad poco se parecía a la de su propia geografía.
Los años pasaron, la investigación judicial y el tratamiento mediático que recibió el caso sufrieron un escrutinio público tardío que llegó con una miniserie documental de Netflix hace dos años atrás, con la ficción María Marta: crimen en el country, estrenada la semana pasada por HBO Max, y con el comienzo de un nuevo juicio, esta vez, al vecino Nicolás Pachelo.
El crimen de García Belsunce forma parte de la radiografía argentina. Su mediatización y espectacularización lo hicieron arraigarse en nuestro inconsciente y relatarlo de boca en boca como si fuera un mito, pero todo lo que pasó también describe a una época y su coyuntura, a una clase social ajena y a una forma de relacionarnos con la justicia.
El caso María Marta García Belsunce: ¿la hipótesis más popular se impuso a la verdad?
En 2007 el periodista Pablo Duggan publicó el libro “Perdón, María Marta” donde detalla su propia investigación a raíz de los hechos y pruebas que recuperó trabajando durante años el expediente de la causa. Unos años después, en 2020, publicó “Carmel: la investigación definitiva sobre el caso García Belsunce”, donde agrega comentarios sobre el último fallo que decreta la absolución definitiva de Carlos Carrascosa. Sin dudas, Duggan fue uno de los pocos periodistas que cubrió el caso y desafió las hipótesis más populares en terreno mediático, a la par que criticó duramente el rol de la Fiscalía y la Procuración a lo largo de la investigación. Ahora, con el inicio del juicio al ex vecino del country Nicolás Pachelo y dos vigiladores privados, la narrativa que siempre defendió Duggan ante los medios se transformó en la teoría más consistente para explicar el crimen. Agencia Paco Urondo dialogó con el periodista sobre el impacto que tuvo el caso en los medios y en la sociedad, logrando que, aún hoy, haya muchísimas personas que prefieren creer en la ficción.
Agencia Paco Urondo: ¿Qué significaba vivir en un country en el año 2002? ¿Hubo una atención mediática especial porque el crimen sucedió en un lugar donde en el imaginario de la sociedad se estaba y se vivía más seguro?
Pablo Duggan: Vivir en un country en 2002 era un lujo reservado para los sectores muy acomodados de nuestro país. A diferencia de ahora que es mucho más común que haya personas que viven en barrios cerrados y que si bien tienen buenos ingresos no son millonarios. El Carmel, en especial, es un country que tiene lotes muy grandes, cuatro veces más grandes que los lotes de Nordelta, y está muy alejado de la Ciudad de Buenos Aires. Los crímenes en ambientes cerrados son mucho más atractivos porque acotan la posibilidad de los autores, por lo que siempre son muy atrayentes para el género policial.
Este es un crimen que ocurre en la clase alta, entre gente con mucha plata y en un ambiente cerrado. Esto despierta morbo y cuestiones de resentimiento social contra los que más tienen. En definitiva, lo que aparece son prejuicios que no ayudan a descubrir quién mató a una persona.
APU: ¿Qué elementos se hicieron presentes en el caso que generaron tanto interés en la gente? ¿Fueron esos mismos elementos los que les valieron a familiares y amigos la antipatía del público?
PD: La antipatía surge por una fabulosa campaña de difamación que instala la Procuración a través del vocero de prensa del procurador General de la Provincia. Él iba dando a cuentagotas datos que ayudaron a instalar los detalles en contra de la familia. Al ser información oficial, los medios nunca investigaron nada y, por supuesto, les convenía creer que era buena, pero era falsa como la gotita y el “pituto”. Toda era información torcida con algún dejo de realidad, pero presentada muy truchamente para que la gente se pusiera en contra de la familia. El objetivo de la fiscalía y la procuración, es decir de toda la corporación judicial de la Provincia de Buenos Aires, era destruir a la familia y les salió bien.
La familia, por su parte, entró en modo de auto preservación, entonces, se escondieron de la prensa y dejaron de hablar públicamente. Eso sólo aumento el problema. Más allá de que tenían conductas que la gente común no entendía porque eran de clase alta, reaccionaban, hablaban y tenían costumbres diferentes, como velar en la cama de la casa, cosa que para algunos era una salvajada o la prueba del asesinato y, la verdad, no es más ni menos que una costumbre. Ellos jamás iban a velar a María Marta adentro de un cajón o en una cochería por considerarlo de mal gusto o ajeno a sus costumbres, pero la gente no entendió eso, al contrario.
APU: En la investigación que realizó sobre el caso explica una serie de supuestos que los medios dieron como ciertos durante muchos años: la gotita que no existió, el patrullero que nunca llegó, el certificado de defunción trucho y el médico que mandó a limpiar la escena. ¿Cómo el fiscal Molina Pico pudo omitir o reinterpretar estos hechos al calor de una única teoría, como fue la culpabilidad de Carrascosa y el encubrimiento por parte de la familia, descartando otras líneas de investigación? ¿Por qué la justicia decidió investigar tantos años después a Nicolás Pachelo?
PD: Lo que hizo Molina Pico no fue equivocarse con la lectura de las pruebas sino cometer un delito al permitir que se enterrara el cuerpo de María Marta. La Procuración advirtió esto y consideraba que Molina Pico era un inútil, un incapaz, y que era una situación vergonzosa que podía generarle problemas mayores a la Fiscalía porque hacía poquito tiempo se había cambiado la ley. Habían empezado a investigar los fiscales en lugar de los jueces, eso le dio mucho poder al procurador General y lo convirtió en alguien casi tan poderoso como el gobernador. En los casos de alta exposición pública, como el caso del matrimonio Perel, los fiscales quedaron muy mal parados y la Procuración no podía permitir que eso volviera a pasar. Molina Pico cometió un delito al no ordenar la inmediata autopsia y la única solución que encontraron era imputar a la familia. No es que se equivocaron, sino que inventaron pruebas como la gotita falsa. Inventaron también que la familia había truchado el certificado de defunción, bastante aberrante porque sólo lo puede hacer quien tiene la potestad de emitirlo, en este caso un médico registrado en la Provincia de Buenos Aires, el Doctor March, con complicidad de la cochería que tenía los certificados de defunción previamente firmados para después completarlos. Lo hacían por comodidad, para facilitarle la vida a la gente, para no mandarles el médico, se salteaban la ley pero lo hacían normalmente. Eso lo hacían muchas cocherías del país y este médico March firmaba certificados de defunción en blanco. Pero, según Molina Pico, fue la familia la que truchó el certificado. La familia no podía truchar nada ni dar información falsa, les pidieron un domicilio en Capital y lo dieron, pero la cochería sabía que no había muerto ahí porque el servicio del cajón lo mandaron a Pilar. La cochería tampoco mandó al médico. Todo fue armado a propósito en contra de la familia.
APU: Podríamos decir que la familia de María Marta cometió un sinfín de torpezas que la perjudicó, como el famoso “pituto”, la manipulación del cuerpo y la escena o la intervención inicial de la fiscalía. Más allá del crimen en sí mismo, ¿cree que ese accionar era un reflejo de cómo actuaba cierta clase social de nuestro país o fue más un síntoma de época?
PD: Sí, por supuesto. El temor al ridículo y al escándalo está muy instalado en la clase alta, le tienen mucho miedo al qué dirán. Se le da mucha importancia a lo que opine el otro, nadie quiere que otra persona piense que pasó algo raro. Son clichés de una clase social. Cometieron algunas torpezas por eso y algunas otras las podría haber cometido cualquiera.
Hay algo muy simple: cuando uno cree que es un accidente lo que ha ocurrido actúa de una manera. Por ejemplo, si alguien tiene un accidente y muere en el baño sería ridículo preservar la escena como si fuera la escena de un crimen.
APU: Pareciera que el interés por el caso nunca termina de agotarse, la miniserie documental que estrenó Netflix y la nueva serie de ficción de HBO son prueba de eso. ¿Qué diferencia a este caso de otros similares que transcurrieron en nuestro país?
PD: Es el caso que más publicidad y mediatización tuvo en los últimos 70 años por varias razones. Por el hecho en sí, en una época donde aún no se hablaba de femicidio ni había perspectiva de género, y por el hecho de que se sospechara de la familia de sangre de ella. Todo eso le otorgaba un morbo muy especial. Pero, además, había ocurrido el 2001, las noticias de política y economía no le interesaban a nadie, el país estaba muy triste, apático y caído, la gente consumía pocos diarios y revistas y esta historia despertó nuevamente el interés por el periodismo. Aumentó ratings, hizo crecer exponencialmente la venta de diarios y revistas, todo porque el caso enganchó en un momento muy duro del país. El caso, como fue vendido falsamente, más el momento histórico de la Argentina, hizo que explotara de una manera brutal en los medios. En 2006 cuando empezó a decaer el interés, tras 4 años de tapas diarias, arrancó el caso Nora Dalmasso casi como un reemplazo.
APU: En su libro “¿Quién mató a Nisman?” hace referencia a cómo puede terminar entorpeciéndose una investigación a causa de su mediatización. El crimen de María Marta García Belsunce tuvo mucho de eso en una coyuntura signada por la crisis económica y social. ¿Qué análisis le merece el rol que tuvieron los medios de comunicación a lo largo de la investigación? ¿La hipótesis más popular se impuso sobre la verdad?
PD: Los medios tuvieron todo que ver porque compraron una hipótesis falsa y no investigaron. En el caso Nisman, la muerte del fiscal fue utilizada políticamente, pero en el caso de María Marta fue utilizada como herramienta de venta, por puro interés comercial. Vendía la hipótesis de la familia, mientras que la otra no le interesaba a nadie. Los medios no querían nada que les derribara una historia maravillosa que la gente consumía con locura y avidez impresionante.
Siempre que un caso se hace muy famoso es muy difícil que se haga justicia porque siempre hay intereses. En este caso, había hasta un interés político de que los fiscales no quedaran como idiotas y por eso había que destruir e inculpar a la familia. Pero, después, el interés tan poderoso de los medios convenció a la gente y, en nuestro país, la justicia es muy permeable a la opinión pública. Quién se iba a animar a fallar en contra de un país entero que decía que Carrascosa tenía que ir en cana y que en la familia eran todos encubridores. La justicia que tenemos es bastante lamentable y deja que desear. Era muy difícil ir contra la corriente, sólo Tuny Kollman y yo, desde el principio, dijimos que esto era una ridiculez.