El país de las últimas cosas: la distópica novela de Paul Auster llega al cine
Por Diego Moneta
Llevar una novela al cine siempre es un desafío por partida doble: la exigencia de ser original y de respetar las premisas del libro. A ello se le suma otra cuota de dificultad si la obra fue lo suficientemente exitosa como para generar fanáticos. Es el caso de El país de las últimas cosas de Paul Auster, publicada en 1987. Uno de los grandes exponentes de la ciencia ficción en la literatura, muy difícil de traducir en clave cinematográfica, ya intentado por el autor previamente sin éxito en Inglaterra. “El resultado es el cruce de dos géneros, produciendo uno nuevo”, afirma en diálogo con Agencia Paco Urondo Alejandro Chomski, quien decidió asumir la tarea hace varios años.
Es la tercera vez que estrena un film basado en una novela escrita por otro— Dormir al sol, de Adolfo Bioy Casares, y Maldito seas Waterfall, de Jorge Parrondo—. Sin embargo, lo particular es que en esta ocasión está co-guionada con el autor, tras 17 años de trabajo conjunto. Ambos tuvieron la idea de situar la historia en nuestro país, en el contexto de crisis posterior al 2001, aunque terminó transformándose en una referencia más a nivel universal. “Estamos viendo los resultados de sociedades que no pueden salir de un modelo ni entrar a otro, condenadas a la involución”, explica Chomski, y agrega: “En algún punto, Argentina tiene esa capacidad y la película lo captura”.
El director y Auster se conocieron a través de amistades en común en 2002, en una de sus visitas a Buenos Aires, y al año siguiente Chomski estrenó su ópera prima, Hoy y mañana. El último día de la mencionada estadía, mientras tomaban un café, pasó un grupo de cartoneros con caballos y el estadounidense lo asoció a la profesión de la protagonista de su novela como buscadora de objetos. Las conversaciones llevaron a la escritura del guion que, mediante correcciones e intercambio de ideas, permitieron el paso a los cortes de montaje y a las jornadas de trabajo en el estudio. Auster cedió para la película sus derechos de autor por una suma simbólica y, en gran parte, la filmación se llevó a cabo en República Dominicana.
El país de las últimas cosas presenta a Anna Blumme (Jazmín Diz), una joven que viaja a una ciudad devastada, sin identificar, para encontrar a su hermano desaparecido. En el camino, conocerá a Sam (Christopher Von Uckermann), periodista que busca salvar la mayor cantidad de información cultural del lugar. A cada paso hay vestigios de un apocalipsis, cuyos motivos se desconocen: sectas de todo tipo, cadáveres que sirven como combustible y personas que corren hasta agotarse o saltan desde las alturas. “Un presente atemporal donde las reiteradas crisis de los sistemas sociales de occidente han llevado a la desintegración de la democracia moderna”, define el director.
Tras su paso por el circuito independiente, El país de las últimas cosas es el gran debut protagónico de Jazmín Diz en largometrajes. En diálogo con Agencia Paco Urondo, la actriz describe al guion como “una distopía total, con muchas escenas de acción, todas continuadas y de una intensidad muy fuerte”. La trama no pierde tiempo explicando de más, pero tampoco de menos. “El avance y la búsqueda es constante”, completa Diz.
Ese mundo distópico, imaginario y abstracto presenta diferentes tonadas y nacionalidades en el reparto para que el espectador no haga asociaciones— Chomski reconoce la influencia de Stalker, de Andréi Tarkovski—. Para Diz, esa multiculturalidad significó un agregado a su papel. “Las escenas efímeras con encuentros esporádicos y espontáneos fueron una parte fundamental para la construcción del escenario”, puntualiza.
Ese mundo es el que imaginó Auster en 1987 pero que se volvió realidad en la actualidad, por lo que, además, la pandemia resignificó al film. Un lugar inmerso en una crisis agónica, al cual es difícil llegar e imposible salir. “Funciona en blanco y negro para que lo abstracto cobre fuerza como metáfora del lenguaje universal que todos entendemos”, desliza Chomski. En El país de las últimas cosas Anna vive el día a día y Sam, en cambio, piensa en el futuro. Sin embargo, su recorrido, sobre todo en forma de resistencia en medio de la desolación, los llevará a tomar conciencia de la importancia de la vida en el presente.
La descripción visual del ambiente es impecable, construida a través de una estética en blanco y negro que la acerca a Invasión. Estamos ante un universo sórdido y degradado, con niveles de violencia y miseria extremos, entre muertes, explosiones y robos. En la novela, el viaje de Anna adquiere el formato de una larga carta escrita por ella misma. En la película, dado que resulta ineludible ante las descripciones precisas, escuchamos algunos fragmentos mediante su voz en off— grabados una vez que se retomó la posproducción—. Por momentos, su tono solemne e imperturbable genera cierta distancia emotiva, aunque sin desaprovechar el potencial del relato construido. Diz tomó todo lo trágico de la historia y lo exteriorizó en su interpretación. “Sin el lado más dramático o emocional, Anna se sostiene de una manera más fría, ya está adecuada a vivir en esa distopía”, argumenta. En ese sentido, el espectador podrá ser más propenso a admirar que a sentir.
Nada le quita mérito a la perseverancia de Chomski que, a lo largo de las casi dos décadas de adaptación, incursionó en otras novelas y géneros, como la comedia o el documental, destacando Existir sin vos: una noche con Charly García. “Para mí es un milagro que esta película exista, fue muy difícil de hacer y de vender como producto en este nuevo modelo de industria. Todas las personas que confiaron en que se haga están muy conformes y contentas, eso es importante”, precisa. Por su parte, para Diz, “que se pueda estrenar como corresponde y merece el trabajo audiovisual es un alivio y disfrute total”.
Chomski ya trabaja en otros proyectos. Tras la publicación de El libro del desvarío humano, editado por Caleta Olivia, está escribiendo otro con la misma editorial. También tiene una serie en carpeta. El país de las últimas cosas tuvo su estreno en 2020 en el Festival de Cine de Mar del Plata y a través de las plataformas de CineAr. Su llegada a las salas argentinas se dará, finalmente, este 24 de febrero.