Emilia Pérez: ¿un culebrón importado sin escapatoria?
Emilia Pérez es una película incómoda, desde su escenificación hasta los debates que suscitó después. Aclamada por críticos pero vapuleada por el público. Este musical narco nos obliga a diseccionar el corazón de Hollywood para entender cómo el largometraje de Jacques Audiard fue capaz de -casi- tocar la cima y unos días después autodestruirse.
Una abogada acepta un trabajo que la convertirá en millonaria y le permitirá cambiar su vida: un jefe narco quiere retirarse y necesita de su ayuda para someterse a una operación de reasignación de género. De esta manera, conseguirá terminar su transición y convertirse en Emilia Pérez (Karla Sofía Gascón)-. No obstante, unos años después, volverá a buscar a Rita (Zoe Saldaña), su antigua letrada, con el objetivo de poder reunirse nuevamente con sus hijos y su ex esposa (Selena Gómez).
El debate central es menos problemático. ¿Puede musicalizarse la tragedia alrededor de los desaparecidos por la violencia del narcotráfico en México? La respuesta es sí. Audiard lo hizo y en esa decisión hay audacia y provocación. De todas maneras, al igual que la discusión, la cinta comienza a empantanarse a medida que la trama se desarrolla.
Una de las cuestiones que aparece como un zumbido es la carencia de fluidez en los diálogos. Audiard tomó la decisión de filmar en español, una resolución que -a simple vista- le hacía justicia a una narración que transcurría en México y llevaba a la pantalla personajes nativos de esa región. Al mismo tiempo, eligió a Gascón, Saldaña y Gómez para protagonizar: una actriz europea y dos estadounidenses con raíces latinas. Sin dudas, las escenas de Gómez son las más problemáticas: un español por demás trabado y ensimismado con una jerga desprendida, llegando a entonarse incomprensible. A este error inicial se le suma una mirada estereotipada sobre la cultura mexicana, el narcotráfico y la representación trans, producto de la intención de evocar al culebrón, muy propio de las telenovelas locales, y de una mirada eurocéntrica que no admite matices.

Por otro lado, Emilia Pérez también tiene aciertos: es ágil y rompe con el musical tradicional, generando algunos buenos clímax coreográficos. Además, una mujer trans es la encargada de recrear la transición de su personaje desde ambas perspectivas. Aciertos que fueron sobredimensionados por el sentir hollywoodense pero opacados por la audiencia. A medida que fue estrenándose, sobre todo en países latinoamericanos, los errores ganaron lugar. A su vez, a ese debate iniciático se sumó la declaración del director francés donde considera al español “un lenguaje de países modestos, en desarrollo, de pobres y migrantes” y los antiguos tweets de Gascón en los que se refiere de forma despectiva tanto a musulmanes como a George Floyd y a los propios Oscar.
La mirada eurocéntrica del film encontró en las declaraciones de Audiard una justificación y la interpretación de Gascón, que le valió una nominación a los Oscar, producto también de esa inclusión que, al parecer, ella misma aborrecía, perdió cualquier tipo de oportunidad de redimirse. Sin ir más lejos, la temporada de premiación no es únicamente un reconocimiento al buen cine. Hay algunas características que hacen que películas ordinarias ganen volumen y cosechen adeptos. Vidas cruzadas y Coda, erigidas en la categoría a Mejor Película, son una prueba de eso: temáticas con impacto social o revisionismo histórico son requisitos indispensables para colarse en la larga marcha hacia los Premios de la Academia.
En este sentido, hay dos debates que se alternan. ¿Es Emilia Pérez una gran película? En este tópico no hay verdades absolutas, sólo percepciones. Más allá de cierta originalidad, no tiene nada inolvidable sino, más bien, un cúmulo de obstáculos que hace que verla se convierta en una tarea realmente difícil. Por otra parte, ¿cumple con los requisitos para convertirse en candidata a los Oscar? Lo que, en un principio, parecía ser un sí rotundo, con el paso de los meses, se convirtió en un no. Una película sobrevalorada que perdió la batalla moral en manos de sus propios protagonistas. Sí, Gascón es la primera actriz trans en ser nominada como Mejor Actriz, pero por una actuación olvidable. Lo mismo se repite en otras categorías, con excepción de la terna a Mejor Actriz de Reparto donde Saldaña, quien salió victoriosa.
Como se dijo al principio, Emilia Pérez -nominada a 13 Premios Oscar, de los cuales finalmente obtuvo dos- es una obra incómoda. Una transición de género que aparece como redención a los crímenes del pasado, una pulsión por la violencia atada a lo masculino, un culebrón narrativo sin escapatoria. No es lo suficientemente buena para superar sus propios errores.