Famoso: el mejor gag de las plataformas digitales
Por Manuela Bares Peralta
Famoso es un formato adaptado para esta época. Un remasterizado de experiencias pasadas, pero con lenguaje propio. Intenso, breve y efectivo. Gestado como un recorrido ruidoso por la fascinación que despierta el mundo de la televisión y la fama en un vendedor inmobiliario que vive con sus padres y decide producir su propio programa de entrevistas. Martín Garabal pone en funcionamiento un ejercicio de improvisación que se extiende por tres temporadas, donde él es su principal voz argumental.
Un ejercicio de improvisación que se mueve en un registro demasiado delirante para la televisión tradicional, pero que se ajusta a la dinámica de las plataformas digitales casi a la perfección. La narración se apropió de una de las características principales de la sitcom tradicional: sus capítulos autoconclusivos nos permiten que nuestro recorrido por la serie sea todo lo desordenado que queramos.
Estrenada en el año 2013 de la mano de I.Sat, la tira volvió varios años después para una tercera temporada que estuvo a cargo de la UN3 TV y que se estrenó en la plataforma Flow. Antes de que el formato pudiera agotarse, Garabal lo puso en pausa y actualizó los deseos de su alter ego. El programa de entrevistas se convirtió en una excusa, en el puente para hacer realidad un deseo mayor: realizar una película. Las entrevistas ahora son una puesta en escena de la que somos cómplices; una trampa incómoda y, por momentos, surrealista, para convencer a famosos como Adrián Suar, Leonardo Sbaraglia, Sofía Gala, Guillermo Francella, Mercedes Morán y Juan Minujin, de que acepten formar parte de su proyecto cinematográfico.
Famoso es una serie librada al instinto del consumidor con la concentración justa de gags para dejarnos con ganas de repetir el capítulo. A través de la recreación de la atmósfera de las cámaras ocultas de los 90 y musicalizada con los míticos silencios al estilo de The Office, esta remake de buenas experiencias le esquiva a la repetición y al hartazgo. A cambio, nos ofrece la incomodidad como un trayecto placentero donde el resultado es un cúmulo inagotable de risas. Y, de paso, nos convencemos de que, en una época atravesada por la inmediatez, es posible construir nuevos géneros que parecieran estar lejos de agotarse.