Guapis: tenemos que hablar de la sexualización de menores en el cine
Por Jazmín Manuel
La nueva película Guapis, dirigida por Maïmouna Doucouré, ha sido criticada desde que llegó a Netflix hace unos días. Incluso antes de ser estrenada en la plataforma, las críticas surgieron cuando se originó un fuerte repudio a la compañía en redes sociales —especialmente en Twitter, donde se hizo viral el hashtag #CancelNetflix— después de que lanzara una campaña publicitaria en la que se sexualizaba a las protagonistas de la película. Poco se sabía, en ese entonces, que las primeras imágenes brindadas por la compañía no eran nada si lo comparamos con las múltiples escenas de niñas bailando semidesnudas a lo largo de todo el film.
La película, originalmente llamada Mignonnes, cuenta la historia de Amy, una niña francesa de 11 años criada en una familia oriunda de Senegal, que se rebela contra las normas de su familia con el objetivo de participar, junto a un grupo de chicas de su escuela, en la competencia de baile de la ciudad. En toda la película se hace énfasis en el contraste de las prácticas tradicionales en su casa, donde se mantienen ciertas costumbres de una tribu, con respecto a la sociedad francesa moderna a la que Amy parece desear pertenecer con desespero.
Antes que nada, es necesario aclarar que la película podría haber sido excelente. La trama se mueve en una constante crítica a los mandatos patriarcales que oprimen, de diferentes formas, a mujeres en distintas culturas del mundo: desde la hipersexualización por parte de los medios de comunicación, que presionan a las mujeres a intentar alcanzar estándares de belleza y conducta específicos para “pertenecer” u obtener cierta validez social, hasta la historia paralela que vive la madre de Amy en el film, en donde debe aceptar, contra su voluntad, la llegada de su esposo al hogar familiar, que regresa de Senegal con una segunda esposa. Se muestra con claridad el contraste entre las dos versiones de la realidad que vive la protagonista, dentro y fuera de su casa. Los intentos desesperados de Amy para sentirse parte de un grupo y aceptada por sus pares se muestran de una forma que te rompe el corazón.
La dirección de arte, por su parte, es espectacular. Las luces y las sombras son claves a la hora de demostrar los sentimientos de la protagonista. La casa de Amy, donde todo parece distante y tenso, siempre está desordenada y a oscuras (excepto por la habitación construida para la nueva esposa, que se muestra prolija e iluminada, pero siempre con la puerta cerrada). Por otro lado, cuando está junto a su grupo de baile, se la puede ver rodeada de colores, iluminada por la luz del día, desligada de las responsabilidades que se le imponen como la hermana mayor de la familia, y aventurándose a la preadolescencia.
El problema con Guapis es la innecesaria cantidad de escenas en las que se muestra a un grupo de niñas de 11 años bailando twerk con poca ropa, haciendo primeros planos en los cuerpos de las actrices, que no sobrepasan los 14 años. Es evidente que la directora quiso apelar al recurso del shock; de generar un impacto y cierta incomodidad al espectador para demostrar el punto de la película. Pero la realidad es que pudo haber logrado el mismo impacto de formas mucho más sutiles. Exponer a las actrices —que son niñas— de una forma tan irresponsable, provoca que el film se contradiga, alimentando aquello que critica: la hipersexualización de menores.
Parece increíble que en pleno 2020 haya que aclarar que exponer y sexualizar de esa forma a niñas no es aceptable, sin importar el mensaje que haya de fondo. Y esto no se establece desde una “opinión personal”: la película no pasa la prueba Dost, una lista de seis factores, establecida en la Corte de Distrito de Estados Unidos, que determina si una representación visual de un menor constituye una "exhibición lasciva de los genitales o área púbica". Las escenas están constituidas por una representación visual sexualmente sugestiva, presentando a las niñas en poses de carácter sexual y con muy poca ropa.
Frente a las críticas, Doucouré defendió su film asegurando que su intención era generar un debate desde una mirada feminista, diciendo: "Vi muchos problemas a mi alrededor vividos por chicas jóvenes, por lo que decidí hacer este film y hacer sonar una alarma para decir que necesitamos proteger a nuestros niños". Por su lado, Netflix también habló sobre el tema, defendiendo la cinta catalogándola como “un comentario social en contra de la sexualización de niños”, y refugiándose detrás de argumentos flojos, donde enfatizaron que el film fue premiado en Sundance y Berlín a comienzos de año, como si haber recibido un premio lo eximiera de toda responsabilidad, y lo hiciera inmune a toda crítica y observación.
En resumen, podemos asegurar que Guapis cumplió con su objetivo de dar inicio a un debate sobre la sexualización de menores en el contexto de las redes sociales y los medios de comunicación, aunque no lo haya hecho desde el lugar que se pretendía. Nos toca, ahora, tener esta conversación necesaria para determinar un mayor cuidado de los niños y las niñas en las producciones artísticas, para evitar que se les exponga de la misma forma que se les expone en este film.