High score: el lado humano de los videojuegos

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High score: el lado humano de los videojuegos

29 Agosto 2020

Por Agustín Mina

El pasado 19 de agosto Netflix estrenó su nueva docuserie, High Score: el mundo de los videojuegos. A lo largo de sus seis capítulos, la producción a cargo de Great Big Story nos transporta a algunos de los momentos más importantes de la industria; momentos que la cambiaron para siempre y fueron vitales para que los videojuegos sean lo que son hoy

Una de sus particularidades es que no tiene una perspectiva “histórica”, es decir, no se centra en los hechos fríos del pasado para traérselos a un público curioso de información. Por el contrario, va a la fuente: a los desarrolladores, diseñadores, e incluso, a los jugadores y jugadoras de esos años dorados. De esta manera, el recorrido histórico de la industria se cuenta a través de las historias de vida de las personas que intervinieron para transformarla. 

La docuserie se divide en seis capítulos, con un tema diferente para cada uno. En el primero, por ejemplo, aborda el ascenso y caída de la industria, con la llegada de Space Invaders y Pac-man. Cada episodio cuenta con testimonios de los desarrolladores detrás de los juegos y de jugadores de la época que, de una forma u otra, jugaron (ja!) un rol en su historia. Además, suma datos curiosos detrás de las leyendas como, por ejemplo, ¿por qué Pac-Man tiene esa forma? 

Sin embargo, quizá la gran novedad de High Score son las historias de vida de personajes mucho más desconocidos dentro de la industria. Porque, si bien es algo que no puede faltar, cualquiera que se interese por los videojuegos sabe ya sobre Jon Romero o Satoru Iwata. Pero ¿cuántas personas conocían a Ryan Best y su juego de rol GayBlade? 

Historias como la de Ryan, que usaron su habilidad para crear videojuegos como forma de protesta ante las injusticias del mundo, como un medio para verse incluidos y representados, son una parte importante de lo que hace grande a la industria y, sin embargo, son desconocidas para muchos. 

Más allá de cómo nacieron y fueron evolucionando los videojuegos, o la vida de las personas que lo hicieron posible, High Score destaca por poner el foco en el lado humano. La docuserie de Netflix nos muestra que detrás de cada juego, detrás de cada idea revolucionaria, había un grupo de personas apasionadas por lo que hacían; y nos muestra también cómo esos juegos, y esas consolas, impactaron en la vida de millones de personas.

Los videojuegos han tenido mala fama la mayor parte de su historia. Algunas personas los consideran una pérdida de tiempo, un hobby para niños, y otras incluso los han llamado —y siguen haciéndolo— “inventos del diablo”. Usados por décadas como chivo expiatorio para explicar dónde se origina la violencia de nuestra sociedad, High Score muestra la otra cara de la moneda, la que muchas veces no llega a los medios de comunicación, ni a las voces de los predicadores, o incluso los políticos: la cara de la curiosidad, de la inclusión, la diversión, el aprendizaje y la socialización.

 

Otra de las historias que aparece en la serie es la de Gordon Bellamy. En ese capítulo, Bellamy relata cómo, por ser negro y gay, tenía que jugar la vida con otras reglas, ya que el terreno no estaba igualado para todos de la misma manera. Eso cambió para siempre con los videojuegos. Éstos le permitieron —a él y a millones de personas— vivir la experiencia de jugar un deporte sin la necesidad de tener un cuerpo determinado, de competir de igual a igual con otra persona, en un universo donde las reglas son iguales para todos. 

Quizá por este motivo fueron tan populares entre las personas marginadas. Daban un espacio donde podían ser ellos mismos, donde podían cumplir sus sueños y fantasías; un lugar donde todo se definía por tu habilidad, tu ingenio o tu creatividad, sin importar tu género, etnia u orientación sexual.

High Score se encarga de derribar varios mitos sobre el mundo de los videojuegos. Uno de ellos es la creencia de que son un hobby solitario e improductivo, mientras que los más extremos llegan a hablar de cómo “te pudren la cabeza”. En el documental, vemos que se trata de un medio principalmente social. Desde los antiguos arcades —donde los jóvenes se juntaban en masa para jugar, competir y aprender, enseñándose unos a otros— hasta la propia industria, que obliga a cualquier persona interesada en hacer videojuegos a trabajar codo a codo con otras personas, muchas veces encerradas en una habitación por noches enteras. 

La historia de los videojuegos es la historia de cómo distintas personas se unieron para crear cosas fantásticas, que luego unirían a otras millones de personas para disfrutarlas, ya sea en los salones de juegos, en los livings de sus casas y después, en todo el mundo, a través de internet. 

En conclusión, High Score es la serie ideal para adentrarse en el mundo de los videojuegos y saber cómo funcionan. Es una herramienta fundamental para entender por qué son un fenómeno tan grande, que creció para superar a la industria del cine y de la música combinadas. Pero sobre todo, es una caricia al alma de los fanáticos, que los invita a revivir una historia que conocen de memoria, contada por sus protagonistas y adornada con curiosidades, testimonios, archivos y dramatizaciones. Un verdadero K.O a la nostalgia.

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