Imperdonable: las marcas del pasado y la reinserción
Por Agostina Gieco
El 10 de diciembre Netflix estrenó Imperdonable, una película que aborda, en mayor o menor medida, la reinserción social tras estar en la cárcel. Luego de haber estado veinte años detenida, Ruth Slater (Sandra Bullock) es liberada y dedica su esfuerzo a recuperar a su hermana menor, Katherine (Aisling Franciosi), de la que fue separada cuando ésta tenía tan sólo cinco años. Sin embargo, los obstáculos a los que se enfrenta parecen ser mayores que sus victorias, ya que para una ex convicta no es sencillo conseguir trabajo en una sociedad que no concede segundas oportunidades y en la que no cualquiera brinda apoyo a alguien que estuvo en prisión, sobre todo por asesinato y menos de un policía.
En la película, dirigida por la alemana Nora Fingscheidt, se puede observar qué tan difícil es para alguien llevar a cabo una antigua rutina tras tantos años transcurridos en una celda. El trabajo que tenía ya no está disponible, por más capacidades y aptitudes que posea, y sus viejas amistades y personas conocidas la rechazan. Podría pensarse a Imperdonable como parte de las producciones de Netflix que abordan ciertos debates sociales en la misma línea, como la justicia por mano propia y los juicios por jurado.
El sistema está estructurado para no recibir de nuevo a personas que delinquieron. Es un parteaguas. Están quienes consideran que nunca cambian porque no desean ser “mejores personas”, y por lo tanto sus derechos humanos deben ser restringidos o radicalmente eliminados; y quienes creen en una cuota mayor de complejidad, por lo que esa persona debe tener la posibilidad de conseguir trabajo, integrarse a grupos sociales o simplemente participar de actividades cotidianas sin necesidad de sufrir marginación. Además, la divergencia de opiniones suele modificarse ante la gravedad de la acción cometida.
En Argentina, por ejemplo, existe la Fundación Espartanos, una organización sin fines de lucro cuyo objetivo consiste en bajar la tasa de reincidencia de personas que estuvieron en la cárcel. Cuenta con diferentes programas, como tutorías y capacitaciones, para ayudar a una mejor reinserción sociolaboral, modelos de participación en conjunto con empresas que emplean a ex presidiarios, y el fomento, tanto para mujeres como para hombres, a la conformación de equipos de rugby mientras se encuentran recluidos, en los que pueden continuar una vez en libertad.
La fundación ha logrado que el porcentaje de reincidencia del complejo penitenciario de San Martín sea de sólo un 5%, a comparación del 65% que había previo al trabajo conjunto. Han generado un cambio de actitud frente a la vida, dando segundas oportunidades e inculcando valores de compañerismo y compromiso, educación y, sobre todo, posibilidades. El modelo de Espartanos, que inició en 2009 en el penal de San Martín, ya fue replicado en otras 21 provincias, y en otros seis países: Chile, España, Kenia, Perú, Uruguay y El Salvador.
Si bien Imperdonable es ficción, su verosimilitud nos permite reflexionar. Evidencia cómo, habiendo estado en una institución carcelaria, resulta complicado adaptarse una vez que se sale. A veces pareciera que la influencia de la cultura de la cancelación impide observar y escuchar lo que tienen para decir cada una de estas historias. No pasa por acusaciones cruzadas de justificación, sino por pensar que ciertas personas no son casos perdidos. Es pensar que realmente puede haber cambios y pueden tener una vida mejor, trabajando, estudiando, haciendo deporte. En ese camino, la acción colectiva, porque no basta con que alguien confíe en que pueden modificar su rumbo, también quienes delinquen deben creerse capaces de hacerlo.