Judas y el mesías negro: traición y supervivencia en una temática repetida
Por Francisco Pedroza
Estados Unidos, 1960: Pleno auge de movimientos revolucionarios, los desangelados del pueblo empiezan a reclamar las calles. Los poderes más siniestros buscan perpetuar el status quo sin importar las vidas que se lleven en el camino. Algunas cosas nunca cambian. En ese contexto transcurre Judas y el mesías negro, nominada a los Premios Oscar en la categoría Mejor película.
La historia relata una porción de la vida de William O'Neal (Lakeith Stanfield, nominado como mejor actor de reparto), quien después de ser atrapado por el intento de robo de un auto usando una placa falsa del FBI, es nuevamente retenido. Allí nace una de las grandes frases del film: “Se le tiene más miedo a una placa que a un arma, porque todos tienen una”.
El oficial que lo captura le da a elegir entre ocho años de prisión o infiltrarse en las Panteras negras de Chicago, cuyo presidente es el verdadero foco de la narración. Hablamos del carismático y astuto Fred Hampton (Daniel Kaluuya, también nominado a mejor actor de reparto), tan combativo como inteligente y culto, que cita al Che Guevara para demostrar sus puntos revolucionarios. A lo largo del film notamos su habilidad para la oratoria: “Cuanto mayor sea la unión, más fácil será la conquista de derechos y la lucha por la igualdad”. Bajo esa premisa genera alianzas con diferentes facciones armadas, formando la “Coalición Arcoiris”: una agrupación que incluye orígenes muy diversos entre sus filas, desde latinos y afrodescendientes a reivindicadores de la Confederación. La unión hace la fuerza.
A las tres nominaciones ya mencionadas se suman otras tres a Mejor guion original, Mejor fotografía y Mejor canción original. Tal vez sea por los pocos estrenos del 2020 o por la centralización en aumento, pero este año se volvió alevoso. Si en promedio suelen aparecer 80 producciones en las ternas, este domingo sólo serán 30 y diez de ellas en una única categoría. Un criterio de elección cada vez más arbitrario.
Judas y el mesías negro es un clara muestra de ello, si bien es entrenida y correcta. Es una idea ya vista que no brinda ninguna novedad, a diferencia de, por ejemplo, El padre y su forma de narrar. La historia resulta conocida y, para colmo, El juicio de los 7 de chicago también aborda el tema y cuenta con varias nominaciones. La necesidad de visibilizar ciertos tópicos queda atrapada por un uso marketinero.
En las categorías de actores, musicales y tal vez en fotografía, está bien nominada. Stanfield y Kaluuya hacen un trabajo excelente en sus interpretaciones, con un alto grado de credibilidad. La música acompaña y nos sumerge en ese mundo de situaciones. Por último, la fotografía está muy bien lograda, creando a la perfección una estética de los años 60 con escenarios agradables para la vista.
Sin embargo, no hay más que eso. La historia de amor es totalmente innecesaria y da la sensación de estar interrumpiendo de manera constante. Se transforma en una búsqueda para empatizar con el espectador y termina restándole muchos puntos a la trama principal. Veremos, entonces, qué aspectos de Judas y el mesías negro eligen premiar en la academia este domingo.