Kingdom: historia, suspenso y zombies a la surcoreana
Por Diego Moneta
Ya no puede resultar sorpresivo, para nadie, el terreno que viene ganando la industria del entretenimiento surcoreana. Desde la exitosa Primavera, verano, otoño, invierno...y otra vez primavera de Kim Ki-duk hasta la reciente galardonada Parasite de Bong Joon-ho, la cinematografía ha crecido mucho en los últimos años.
Lo que no se divisaba muy claro era qué podían demostrar con respecto a las series. Kingdom, escrita por Kim Eun-hee y dirigida por Kim Seong-hun, nos da esa respuesta. La historia se basa, en parte, en el web cómic Kingdom Of The Gods, de la propia guionista. Es una de las grandes apuestas de Netflix, que cuenta ya con dos temporadas y, al menos, una tercera en camino.
La serie se estrenó a principios de 2019 y está ambientada en la época medieval de la dinastía Joseon. Sigue al príncipe heredero Lee Chang (Joo Ji-hoon), en su búsqueda por saber el verdadero estado de salud de su padre, enfermo de viruela. Todo se acelera cuando una epidemia zombie se empieza a esparcir por el reino.
Apostar por una temática que parecía agotada es audaz. Es fácil perder la verosimilitud de la trama, cayendo en estereotipos. Kingdom combina cine histórico, thriller de intrigas palaciegas y epidemia zombie, lo que impide su definición en un único género. Sin embargo, termina siendo un golpe de aire fresco que innova, ampliando el imaginario desde una perspectiva naturalista. Las personas se convierten por algo muy terrenal, que vamos descubriendo gracias a la joven doctora Seo-bi, el personaje de Bae Doona (actriz también en Sense8).
La trama representa la responsabilidad de los poderosos y el paso adelante de otro tipo de líderes. Lee Chang, hijo bastardo, busca limpiar su nombre mientras la reina, Consorte Cho (Kim Hye-jun), espera el fin de su embarazo y conspira con su padre para perpetuar al clan Haewon Cho en el poder. Ante el fallecimiento del dueño del trono, Consorte apela a una misteriosa “planta de la resurrección”, que convierte a fallecidos en zombies. En ese momento, el asistente del médico real es atacado por el convertido rey y, tras enfermar, pierde la vida. Se plantea una disputa maniquea entre el clan conservador y un príncipe que busca modernizar. La historia de la doctora es el nexo con la trama que desarrolla la expansión de la epidemia.
La disputa por el poder se complejiza. A nivel interno, el padre de la reina, Cho Hak Ju (Ryu Seung-ryong), es el enemigo que entorpecerá el camino de Lee Chang para llegar al trono: el nexo con el nivel externo. Tres años atrás, Joseon estuvo en guerra contra Japón, resistiendo una invasión. Hak Ju propuso una solución poco convencional para salir victorioso del conflicto, pero igualmente deja a la población sumida en caos y hambre.
De esta manera, el inicio de la epidemia coincide con la guerra política y militar por el trono. La profundidad del retrato de esa sociedad estamental, signada por la ambición de las elites nobiliarias y la desesperación del campesinado, halla en el origen de la enfermedad su mejor representación: un campo de refugiados, sitiado por el abandono y el desinterés, apela a comerse a uno de sus integrantes, el recientemente fallecido asistente del médico real, para no morirse de hambre.
La caracterización de los zombies es central y debe ser verosímil; y tal es el caso de Kingdom. Los muertos se levantan cuando se pone el sol y se ocultan al amanecer, tregua que permite desarrollar la trama política. Los zombies tienen gran movilidad, pero también cierta torpeza, alejándose de Guerra Mundial Z. Los guía el olfato en su búsqueda de sangre y carne, si bien no siempre muerden hasta el cansancio. Además, parece que tienen cierto rechazo al fuego y al agua.
Una aclaración necesaria es que no toda persona mordida se convierte de forma automática. Pierden temperatura corporal, enferman y fallecen, y recién ahí pueden convertirse. Otra innovación es el problema de la nobleza al profanar el cuerpo de un muerto: el criterio estamental pesa en cada aspecto social y, así, se decidirá quemar los muertos campesinos y realizar un funeral para los nobles.
Kingdom tiene un ritmo acelerado desde la primera escena, sin perjudicar a la narración. En ese sentido, sigue la tendencia actual de limitar la temporada a seis episodios. Así, deja una columna vertebral consistente que la hace digna de ver. La segunda entrega llegó en plena pandemia de CoVid-19 (13 de marzo) para profundizar la trama, manteniendo todos sus frentes. Para más tensión, una de las aristas desplegadas es la incertidumbre sobre el embarazo de la reina. La cuestión pasa por ver hasta dónde está dispuesta a llegar para tener un hijo varón.
Otro acierto de la serie es la evolución de sus personajes. Por un lado, la disputa interna en el clan, entre padre e hija, por la importancia del linaje real. Por otro, las decisiones de Lee Chang, y de quienes le rodean, para poner en la balanza sus objetivos personales en la búsqueda de un mejor futuro para el reino. Si bien Lee es el héroe que la tira construye, con obstáculos y amenazas en su camino, va a compartir el protagonismo con la médica. El valor de ese personaje, encargada de investigar una cura, aumenta a medida que se tensionan los acontecimientos.
La serie tuvo un largo proceso de desarrollo —casi ocho años—, por retrasos debido a condiciones laborales. A tal punto que, además de accidentes por negligencias que incumplen normas de seguridad y derechos de los trabajadores en Corea, un miembro de la producción falleció después de largas jornadas sin descanso durante un mes. La dificultad para encontrar una cadena dispuesta a hacerse cargo del abultado presupuesto de la tira fue otro de los motivos.
Kingdom tiene una gran dirección fotográfica e increíbles vestuarios, demostrando un gran trabajo de documentación en producción para recrear la Edad Media en Corea del Sur. Combina muchos elementos sin perder verosimilitud, lo que es un gran mérito en una temática tan proclive a caer en repeticiones estereotipadas. El vértigo de las acciones, la puesta en escena precisa, y los crecientes interrogantes nos hacen parte de su universo; sin olvidar lo mucho que se parece al nuestro.