La caída: tocar fondo para renacer
Mariel Saenz (Karla Souza), reconocida nadadora mexicana especializada en clavados, se encuentra entrenando para los Juegos Olímpicos Atenas 2004, que serán los últimos de su carrera. Nadia Alfaro (Dèja Ebergenyi), de 14 años, se suma a la delegación, por lo que compartirán las pruebas. En paralelo, casi de manera inmediata, el entrenador principal de ambas, Braulio Peralta (Hernán Mendoza), a quien Mariel conoce desde niña, es acusado de abuso sexual por parte de la madre de Nadia.
La Caída, nueva película dirigida por Lucía Puenzo, está basada en el caso real de Azul Almazán, quien decidió denunciar por abuso sexual a su entrenador Francisco Rueda en 2018, tras sus acciones cometidas rumbo a los Juegos Olímpicos Sidney 2000. Tras nueve años sin participar de ningún largometraje, la escritora y directora argentina, reconocida por Wakolda, El niño pez y XXY, volvió a la pantalla grande apostando por una historia que mantiene la tensión a lo largo de toda la trama. El film se encuentra disponible en la plataforma de Amazon Prime Video.
La actuación de la protagonista deja entrever recurrentemente que algo esconde, sin develarlo hasta el final y sosteniendo de esa manera el misterio detrás de su pasado. La actriz que encarna el papel de Mariel sufrió abusos sexuales en la vida real, razón por la cual también es la productora ejecutiva de la película.
No es la primera vez que dentro del ámbito del deporte de élite o de las federaciones de cada país se denuncian abusos sexuales. El caso más conocido, posiblemente, es el de Larry Nassar, entrenador del equipo de gimnastas de Estados Unidos en el que se encuentra la medallista olímpica Simone Biles, quien en 2018 fue condenado por más de cien abusos, sobre todo cometidos a menores de edad. Este año volvió a tomar relevancia pública cuando muchas jóvenes alzaron la voz contra lo cometido por quien las preparaba para las competencias, denunciando a su vez al FBI por no haber actuado en su momento teniendo los testimonios correspondientes y permitiendo que continuara en libertad.
En éstas ocasiones, y siendo ámbitos tan cerrados como los equipos deportivos, la complejidad de denunciar a una figura de autoridad se agrava por sentirse amenazadas por la posibilidad de arruinar su propio futuro. Al miedo e incertidumbre entre las víctimas se agrega el hecho de que tal vez nadie les crea y terminen siendo marginadas socialmente y que, sobre todo, su vulnerabilidad aumenta al ser menores de edad. La coacción de los abusadores, que no necesariamente implica violencia física, pasa por convencer de que forma parte de una actitud cariñosa dentro un vínculo de confianza previamente establecido.