La purga: de una idea original a otra saga del montón
Por Francisco Pedroza
Desde su primera aparición en 2013, la saga de La purga lleva cinco películas y una serie en su repertorio. Su último exponente, y entrega final de la franquicia, es La purga por siempre, estrenada el 15 de julio. Un futuro distópico en Estados Unidos, donde una noche, por doce horas, todos los crímenes son legales, con el supuesto fin de que la gente libere su ira, pero verdaderamente una excusa para que los ricos puedan aniquilar a las clases bajas.
La premisa suena prometedora y, desde múltiples puntos de vista, una idea explotable y aprovechable, porque nadie puede negar que un escenario así, en el mundo donde vivimos, pueda volverse real. Lo vemos todos los días en muchos niveles, entonces, una noche donde el crimen se vuelva legal con una excusa bien formulada no resulta algo impensable. Por suerte seguimos hablando de una ficción, pero de una que tomó el camino “fácil” y se convirtió en una saga de suspenso y acción poco ambiciosa.
La cinta inicial nos plantea ese escenario con unas pocas líneas de texto al principio, que explican lo que ocurre, mezcladas con pantallazos que simulan ser cámaras de seguridad durante esa noche en particular. Nos sumerge en la historia de una familia de clase alta que se prepara para atravesar esa “celebración” en paz. Nos mostraban, también, la densidad del ambiente que allí se gestaba porque, por supuesto, la radio, la televisión y las calles, todos sabían lo que pasaría y los riesgos de no estar bajo un techo durante esas doce horas.
La narración se desarrolla enteramente dentro de una casa, con idas y vueltas, momentos de tensión y puntos previsibles, para terminar dando lo que prometía: situaciones nunca antes vistas y respuestas al “qué pasaría si”. La novedad fue el caballito de batalla de este inicio y, aunque quedaba mucho por presentar todavía, sin lugar a dudas había empezado de la manera correcta.
El segundo film, en cambio, nos mostró lo que todos pretendíamos ver: la calle volviéndose una carnicería durante doce horas. Una noche entera donde, en cada esquina, te puede esperar la muerte. Hablamos de las situaciones más perturbadoras y demenciales que se pueden dar cuando se libera la violencia humana. Esto dio la posibilidad a un gran despliegue de vestuarios, una marca que quedaría para las próximas entregas y que es uno de sus grandes aciertos. Las máscaras y los uniformes más variados y aterradores generan que los colores desfilen por la pantalla y el ambiente de psicópatas que pretenden transmitir funcione mucho mejor.
Sin embargo, obviando la icónica película de Jim Carrey, está claro que una máscara no te puede resolver todo un largometraje, y en esta serie cinematográfica eso se vuelve evidente. Si bien en las dos primeras entregas vimos algo novedoso y un contexto llamativo, las historias de los personajes nunca llegaron a salir de lugares comunes y los estereotipos se empezaron a hacer cada vez más presentes. De la tercera a la quinta todo esto fue empeorando.
Tras la curiosidad del planteo inicial siguieron ideas sumamente desaprovechadas. De un intento de cierre de la masacre a narrar el origen de la misma para rematar con un escenario donde la purga se extiende más allá de las doce horas, la trama de su última entrega. Todas parecen formas de seguir desarrollando este universo sin saber cómo hacer que funcione. Como resultado terminamos viendo una película de acción, que cada vez pierde más lo que resultaba una novedad y provocaba que quisiéramos verla. De todas formas, la idea no está agotada y esperemos que algún día su realización entera de en la tecla.