La vida ante sí: el relato conmovedor de un encuentro inesperado
Por Jazmín Manuel
La nueva película italiana La vida ante sí (cuyo título original es La vita davanti a sé) llegó a Netflix para convertirse en una de las grandes obras estrenadas en la plataforma durante este mes. Está dirigida por Edoardo Ponti y se basa en la novela homónima de Romain Gary (Émile Ajar), publicada en 1975. El film recorre la historia de Momo (Ibrahima Gueye), un niño huérfano oriundo de Senegal, que es ubicado en la casa de Madame Rosa (Sophia Loren). Loren personifica a una mujer judía sobreviviente de Auswitchz que, tras abandonar el trabajo sexual, se dedicó a cuidar a hijos de otras prostitutas que no pueden encargarse de los niños en el momento.
La película nos hace testigos del encuentro de dos personas totalmente diferentes, tanto en sus orígenes como en la amplia diferencia de edad entre ellos y las diversas experiencias de vida. Los protagonistas son dos personajes que, desde afuera, no comparten nada en común y que, parecería, no podrían compartir absolutamente nada desde un principio. Sin embargo, a lo largo de la narración podemos ver cómo las situaciones traumáticas que han atravesado en sus vidas los unen de una forma única e inquebrantable. Lo que empieza como una relación tensa y distante se transforma, con el tiempo, en un vínculo especial que parece, incluso, lo más cercano a una familia que experimentaron en mucho tiempo.
“Algunos dicen que todo está escrito y que no se puede cambiar nada, pero yo quiero cambiarlo todo”, relata la voz en off del protagonista al comienzo. Esta introducción es lo que realmente define a toda la trama en su conjunto. Desde su primer encuentro con Rosa, absolutamente cada aspecto de la vida de Momo cambia por completo. Lo que el joven reconoce, en un principio, como una “pocilga” (el cuarto que Madame Rosa le armó en su casa), termina siendo para él un hogar, con todo lo que eso implica. Durante todo el film podemos ver cómo Momo cambia de rumbo en su vida y rompe, así, el futuro que él mismo creía ya escrito. La evolución del personaje es conmovedora, esperanzadora y emotiva.
Al mismo tiempo que nos vemos enfrentados a la esperanza del rumbo que toma la vida de Momo, en el film se muestra, de forma casi desgarradora, el lento deterioro de Madame Rosa. Este paralelismo se mantiene durante toda la narración, marcando el cambio de rol en los personajes: mientras que la mujer es, al principio, quien cuida de Momo, termina siendo él quien se encarga de ella. Nosotros, espectadores, nos encontramos entonces con un nuevo comienzo en la vida de uno de los protagonistas y, a la vez, el comienzo del final para otro. Este contraste nos mantiene con una sensación de melancolía por lo que se percibe que va a ocurrir, a la vez que la historia se cuenta siempre desde una perspectiva —como se mencionó— cargada de esperanza.
La vida ante sí es un drama que se centra en dos individuos que no se encuentran por casualidad. Es el retrato de un encuentro único entre dos partes completamente opuestas que, unidas en gran medida por los traumas que llevan sobre sus hombros, terminan complementándose y necesitándose la una a la otra, como si todo fuese obra del destino. Un bello relato sobre dos personas que se encuentran de una forma inesperada cuando, sin saberlo, más se necesitan.