Love, death and robots: la invasión de la violencia
Por Francisco Pedroza
Love, death and robots desde un inicio se caracterizó por ser un rejunte heterogéneo de directores y artistas visuales, siendo para muchos “el salto a la fama” o la primera oportunidad de poder trabajar en un proyecto para una plataforma como Netflix. Si bien acarreó la posibilidad de conocer— aunque sea por un ratito —la labor de grandes mentes del sector audiovisual, le imprimió cierto desnivel a sus capítulos y temporadas. Al lado de obras maestras de la animación digital se pueden encontrar piezas que no brindan nada y hasta llegan a aburrir, lo que termina resultando un poco decepcionante para el espectador.
La tercera entrega llega con la experiencia aprendida, pero sin la capacidad de volverse a arriesgar por nuevos artistas, por lo que su nuevo repertorio se encuentra conformado, en su mayor parte, por individuos ya consagrados en la industria: Alberto Mielgo, ganador del Oscar haciendo la dirección del episodio “Jíbaro”; David fincher, debutando como animador en el capítulo “Mal viaje”; el estudio Titmouse— el mismo de Big mouth —produciendo “Equipo mortal”, entre otros. Al mismo tiempo, tener a estos gigantes no asegura el éxito ni mucho menos, ya que, en un intento de profundizar aciertos anteriores, pierde de vista la innovación, uno de los factores más interesantes que tenía. De esta forma se cae en lugares comunes, lo que da como resultado la temporada más violenta y sanguinaria de las tres. Atrás quedaron las preguntas filosóficas y existenciales que en algún momento pudimos ver.
Más allá de sus falencias, cabe destacar pequeñas chispas de inspiración que aún llegan a deslumbrar. El ya mencionado episodio “Jíbaro”, por ejemplo, combina sonido e imagen a la perfección, regalándonos una experiencia sensorial totalmente inmersiva. Por otro lado, “Cómico”, presenta a un viejo campesino escoses adecuándose a la nuevas tecnologías anti plagas, lo que, a modo de paradoja, se vuelve uno de los mejores capítulos de la nueva temporada.
A su vez, en su conjunto, es la entrega que más sentido tiene, ya que el lineamiento que siguen todos los capítulos es muy sencillo de ver. La colonización, en diferentes versiones y para diferentes fines, es el tópico principal que conecta las nueve piezas en esta oportunidad. Love, death and robots nos deja, destinada a convertirse en una serie de culto. Sin embargo, en esta última temporada, el amor no apareció.