Mi mejor amiga Ana Frank: el Holocausto desde una adolescente
Por Francisco Pedroza
Antes de llegar a las salas de cine, Netflix estrenó Mi mejor amiga Ana Frank, una nueva versión audiovisual de la historia de la joven perseguida por el nazismo. Su principal aporte no es la información que brinda, de hecho es bastante conocida a nivel general, sino que su novedad radica en el punto de vista de la narración. El film adopta, en este caso, el de Hannah Goslar (Josephine Arendsen), su mejor amiga.
Dos líneas temporales van llevando esta nueva historia procedente de los Países Bajos. Por un lado, vemos a las dos amigas en 1943, en un territorio ya ocupado por el ejercito nazi. Pese a ello, tanto Ana (Aiko Beemsterboer) como Hannah se esfuerzan por continuar su vida con normalidad y mantener las preocupaciones adolescentes lo más vivas posible en un contexto cada vez más aterrador y peligroso. En paralelo, vemos la historia de Hannah en el campo de intercambio de Bergen-Belsen, al año siguiente y sin Ana Frank.
En la segunda guerra mundial, pese a ser historia conocida, siempre podemos encontrar novedades y verla desde diferentes puntos de vista. De esa manera ocurrió en 2009, con Bastardos sin gloría, donde un grupo de estadounidenses armaban un grupo de cazadores de nazis, o con la contemporánea Múnich en vísperas de una guerra, que muestra la logística de unos espías ingleses al tratar detener el conflicto bélico que se avecinaba. Historias hay tantas como la gente que participó en ellas, algunas más cercanas a la parodia y otras con otro tipo de verosimilitud.
Mi mejor amiga Ana Frank pertenece al segundo grupo, ya que desde la vestimenta hasta las locaciones parecen sacadas de documentales históricos, y hasta el más mínimo detalle está bien logrado. Además, también destaca la fotografía, la cual, sobre todo en las escenas del campo de intercambio, logra transmitir la sensación de frío y terror. Sin embargo, el film lejos está de querer shockear al espectador con eso, ya visto hasta el hartazgo, lo cual resulta un acierto y vuelve a la historia fácil de ver por no tener situaciones forzadas y difíciles de digerir por su mera existencia.
Entre tantas historias sobre aquella época, Mi mejor amiga Ana Frank cumple su cometido y logra hacer un aporte novedoso. Un recurso que todavía funciona, en una película que, pese a ser bastante cruda por momentos, se deja ver y avanza rápido. No es el film que faltaba pero está muy lejos de estar de más.