Minari: la otra cara del sueño americano
Por Diego Moneta
Según un informe realizado por la Fundación CIDOB, entre 1980 y 1990 unos 35 mil surcoreanos emigraron para ir a trabajar y uno de los destinos más elegidos fue Estados Unidos. Inspirada en una de esas historias, a comienzos del año pasado se estrenó en el Festival de Sundance Minari: Historia de mi familia. El film se distribuyó en el país norteamericano el 12 de febrero de 2021. Sus seis nominaciones a los Premios Oscar la colocan como una de las grandes candidatas para la noche del 25 de abril.
Minari podría ser definida como una versión semi-autobiográfica de la infancia de su guionista y director Lee Isaac Chung. La trama sigue a una familia de inmigrantes surcoreanos que se muda, por decisión del padre, Jacob Yi (Steven Yeun), a una zona rural de Arkansas para alcanzar el sueño americano. La familia la completan Monica Yi (Han Ye-ri), la madre, Anne (Noel Kate Cho), la hija menor, y David (Alan Kim), un pequeño de siete años que representa la mirada de Chung. Más adelante se sumará Soon-ja (Youn Yuh-jung), la abuela. Yeun, conocido por su papel en The walking dead, es el primer asiatico-americano nominado a mejor actor principal y Yuh-jung la primera nominada a mejor actriz de reparto. Minari también busca quedarse con el premio a mejor banda sonora, mejor director, mejor guión original y mejor película, luego de la exitosa Parasite.
La industria estadounidense ha generado y perpetuado la idea alrededor del sueño— o mito— americano, según el cual basta con la extensión de tierra y el trabajo duro para triunfar. Minari nos muestra otra cara de esa supuesta historia. Son los años de Ronald Reagan y la familia es movilizada para cumplir el sueño del patriarca, pero el resto no está conforme: una casa rodante poco acogedora, dificultades en las relaciones y cuidados médicos, necesarios para David, ubicados a larga distancia, serán algunos de los problemas.
Minari es el nombre asiático de una verdura similar al apio, caracterizada por su capacidad para crecer incluso en terrenos poco propicios. Funciona como metáfora alusiva de la historia de la familia protagonista, que busca asentarse finalmente en un lugar, y a su vez de la infancia vivida por Chung.
La película es un relato sin grandes complejidades, al punto que por momentos puede parecer que no ocurre nada. Sin embargo, apuesta a esa sencillez para hacer progresar naturalmente la historia y, de esa manera, conquistar al espectador. La narración se aprovecha del contraste entre esa cierta parsimonia y la calma que antecede al huracán de problemas. Los deseos y las necesidades de cada miembro importan, y su focalización ofrece un retrato más certero.
Allí destaca en particular la relación abuela-nieto, con la cual el film consigue su mayor cuota de humanidad, y la conexión planteada con las raíces culturales. Recuerdos de la niñez sin caer en la nostalgia fácil, dosis de humor con sensibilidad y la desesperanza frente a una pareja que parece desmoronarse. Tan consciente de la gravedad del contexto como de la incertidumbre futura en donde cada escena tiene su lógica y su sentido.
Además de lo intrafamiliar, Minari aborda la inserción de la familia en nuevas costumbres y tipos de relaciones, sin ahondar en la cuestión xenófoba. Es una historia familiar que da forma a la identidad. Logra un relato universal a través de situaciones identificables que exploran la dinámica familiar e inmigratoria, complementadas con la calidez y la honestidad de un trabajo autobiográfico. Es la idea de que un hogar no es necesariamente un lugar, en especial ante dificultades de asimilación o desplazamientos.
Una obra clara, convulsa y sencilla, que va de lo cotidiano a la reflexión en torno al legado y al futuro, mezclando la esperanza y la tragedia. Todo a partir de un reparto a la altura, que permite la exploración de esas emociones. Es un acercamiento a los dilemas existentes en la tierra de las oportunidades y las frustraciones.