Miss Revolución: la tiranía del 90-60-90
Por Agostina Gieco
Que tenga entre 16 y 26 años, que nunca se haya casado, que no tenga hijos, que jamás haya estado embarazada. Estos son, actualmente, algunos de los requisitos para poder participar de Miss Mundo, el concurso de belleza de fama mundial.
En su vigésima edición, desarrollada en 1970 en Londres, un grupo de mujeres integrantes del Movimiento de Liberación de la Mujer, cuya conformación había comenzado poco tiempo atrás, interrumpió el certamen. Dentro del Royal Albert Hall, donde se estaba llevando a cabo, arrojaron bombas de harina, tomates, agua y pancartas con inscripciones en contra del sexismo que denotaba ese acontecimiento televisado para más de cien millones de personas. Fuera del lugar, mientras arribaban las concursantes, otras mujeres flameaban banderas, carteles y panfletos con la consigna “No somos bellas, no somos feas, estamos enojadas”.
Miss revolución (Misbehaviour, en inglés), de la directora inglesa Philippa Lowthorpe, sigue a Sally Alexander (Keira Knightley), madre joven que se rehúsa a cumplir con el rol tradicionalmente impuesto de maternar y pertenecer al ámbito privado del hogar. Desea estudiar historia en una universidad londinense, en una época en la que todavía era mal visto para una mujer alejarse de las tareas domésticas para interiorizarse en una carrera de grado mayor. A partir de ciertos acontecimientos que vivencia en carne propia, decide unirse a un grupo que recién se está conformando, llamado el Movimiento de Liberación de la Mujer. Se manifiesta contra el sexismo, los ideales de “belleza” femenina, y a favor de la libre autonomía sobre sus cuerpos y la igualdad de derechos para hombres y mujeres, entre otros puntos.
En aquellos años, “Miss Mundo” era de los programas con más televidentes a nivel internacional, sobrepasando los Juegos Olímpicos y el mundial de fútbol masculino, y se desarrollaba dentro de la categoría de “entretenimiento familiar”. La mayoría reía frente a la televisión y se fascinaba con vestimentas y cuerpos estandarizados, sin cuestionar los ideales de belleza que allí se producían y reproducían. No se preguntaban por qué estaba mal que las mujeres fuesen juzgadas superficialmente ni tampoco polemizaban acerca de los chistes machistas y misóginos que el presentador y cómico de Hollywood Bob Hope realizaba, como por ejemplo: “Estoy muy feliz de estar en este mercado de ganado esta noche”, como si las concursantes fuesen animales de granja.
Cuando Sudáfrica aún seguía bajo el régimen del Apartheid, y así continuaría por mucho tiempo más, quienes organizaban “Miss Mundo” 1970 otorgaron a Pearl Jansen la posibilidad de participar, convirtiéndose en la primera mujer sudafricana negra en concursar. Hasta entonces, quienes representaban al país debían ser blancas. No se debió a razones de inclusión o progresismo, sino de conveniencia política. Grupos opositores al sistema de segregación racial, instaurado desde 1948, le consultaron a Eric Morley, director general del evento, si había objeción alguna a que una sudafricana negra participara, ejerciendo una importante presión. Por ésto, sumado a las protestas de organizaciones anti apartheid que sucedían en Sudáfrica y en otros países, se decidió permitirlo.
Para la realización de Miss revolución algunas de las figuras reales del hecho, entre ellas Sally Alexander y Joan Robinson, su compañera dentro del Movimiento y una de sus fundadoras, fueron convocadas y consultadas. Se reunieron con la directora y las protagonistas y compartieron su historia, que inspiró a las mujeres de su época y lo sigue haciendo al día de hoy.
La industria publicitaria, televisiva, cinematográfica, textil, entre muchas otras, son responsables de perpetuar estereotipos de cuerpos presuntamente perfectos en sus modelos, en la vestimenta que crean, en las actrices que contratan. A lo largo de los años, muchas compañías, como Dove, H&M, Victoria's Secret, por nombrar sólo algunas, fueron modificando sus políticas y comenzaron a incluir lo que hoy en día se llama “cuerpos reales”: con estrías, celulitis, curvas, enfermedades cutáneas, los famosos “rollos”. En definitiva, que salgan de las medidas 90-60-90. Niñas, adolescentes y adultas jóvenes son quienes mayores trastornos desarrollan en relación a su cuerpo y su peso debido a los estereotipos de belleza creados en torno a esa cifra de tres pares de números.
En redes sociales, puntualmente en Instagram, quienes realizan un gran trabajo de concientización sobre el tema son las mujeres detrás de la cuenta Mujeres que no fueron tapa. Hace poco tiempo comenzaron la campaña #HermanaSoltáLaPanza, incentivando y promoviendo la aceptación del cuerpo, con el objetivo de derribar estereotipos instaurados fuertemente en la sociedad y otras imposiciones.
No es casualidad que la industria del modelaje sea de las pocas en el mundo en la que las mujeres son, con gran ventaja, mejor remuneradas que los hombres. La idea de lo femenino asociado a lo bello proviene de siglos atrás, que una mujer no considerada atractiva no vale nada. Filósofos griegos ya teorizaban sobre su gracia y estética, en oposición a lo racional e intelectual del hombre. Hoy, tanto tiempo después, podemos decir que hay cierto cambio de mentalidad, al menos a nivel local. Sin embargo, mucho queda para una verdadera transformación.