The morning show: un elenco inmenso para una serie impecable
Por Francisco Pedroza
¿Qué pasa en las entrañas de los noticieros matutinos? ¿Dónde está el poder real y que lugar ocupan las estrellas de tales programas? ¿Hay lógicas que dependen meramente del género? ¿Y si alguna situación amenazara el status quo? Para responder esas cuestiones Apple estrenó The morning show, que ya cuenta con dos temporadas en su plataforma de streaming Apple TV+.
En el 2019 pudimos ver por primera vez como la serie empezaba a develar esas incógnitas metiéndose en las profundidades de una cadena televisiva. Si bien lo que movía la trama era el acoso en un ámbito laboral, la primera temporada había propuesto un tratamiento inusual, donde funcionaba como contexto para poner sobre la mesa muchas otras problemáticas fuera de la agenda, como los poderes laborales, la reputación al borde del colapso y los manotazos de ahogados en un mundo que es la meta de una gran parte de la población: la televisión.
El viernes pasado, luego de casi dos años, se estrenó la segunda temporada, con un capítulo inicial que muestra toda la gama temática que podremos ver en esta entrega. Todo empieza un año después de los sucesos de la primera temporada. Alex (Jennifer Aniston) y Bradley (Reese Witherspoon) tomaron caminos diferentes: Bradley como co-conductora del matutino y Alex, alejada de todo ese mundo, se dedica a escribir su autobiografía.
Por otro lado, Cory (Billy Crudup) vuelve al papel de presidente de la división de noticias en la United Broadcast Association (UBA), lo cual será uno de los conflictos de la trama. En paralelo, nos sitúan en una Nueva York totalmente vacía, por lo que podemos deducir que la pandemia va a jugar un papel protagónico en esta temporada.
Lejos de un aprovechamiento no forzoso de la temática que tanto éxito le había generado en 2019, The morning show nos alivia al ir más allá, lo que la convierte en una de las mejores producciones del último tiempo. Si bien son cuestiones conocidas, los recursos implementados son novedosos. Sabemos que vivimos en un mundo de apariencias, las redes sociales nos lo confirman día a día, y la televisión no es ajena a esta problemática.
Su credibilidad está perdiendo fuerza y no confiamos en ella como llegamos a hacerlo en algún momento. Esa es una historia ya contada y repetida hasta el hartazgo, “la hipocresía de la TV” se volvió un lugar común. Lo destacable es haberlo entendido para mostrarnos otra de sus capas: su submundo no sólo aparenta para fuera sino que también lo hace para dentro. Cada trabajador, cada personaje que se mueve por esos pasillos, cumple un rol. No hay alianzas desinteresadas. La ley de la jungla se detiene únicamente cuando las cámaras están prendidas.