No respires 2: de villano a héroe
Por Francisco Pedroza
La franquicia No respires tuvo su debut en 2016. En esa primera cinta conocimos a un ex marine no vidente que caza, uno por uno, a los ladrones que entraron a su morada. Al mismo tiempo, pudimos notar que no era una simple víctima, sino un personaje mucho más perverso de lo que parecía. Ahora llega esta secuela que, con más aciertos que errores, mantiene parte de la esencia que hizo a su predecesora un éxito en taquilla.
La idea inicial fue cautivadora y tan sencilla como maravillosa. Nos sitúa en una casa a oscuras, donde su dueño, que no puede ver, está altamente entrenado. Al ser una película de suspenso, daba pie a situaciones que erizaban a cualquier espectador: un crujido del piso, el rechinar de una puerta, el más mínimo ruido podía significar un encuentro nada agradable con el villano de turno. En su secuela, la decisión fue darle una vuelta a la narración y lo que antes era el mayor temor se convierte en una herramienta para su victoria.
Pasó el tiempo desde su última aparición. Norman Nordstrom (Stephen Lang), lejos de continuar con su plan anterior, se dedica a entrenar y cuidar a una niña de ocho años, de la cual, mediante avance el film, vamos a ir descubriendo su historia. De entrada, y con esta narrativa marcada, el planteo busco llevar al espectador a que empatice con el ex villano, ahora decididamente protagonista. Resulta un acierto y no cuesta despegarnos de la parte previa, ya que hasta él mismo lo recuerda con cierto arrepentimiento, por lo que es mucho más fácil compadecerse y desear que el hombre pueda sortear los obstáculos que se le vayan presentando.
Si bien el nuevo elemento funciona con fluidez, en relación al primer largometraje la novedad cabe sólo en este universo. El hombre “loco”, ciego y entrenado, que generaba terror, en esta segunda parte ya no está. La decisión fue volcarse más a las múltiples formas que tiene este personaje de aniquilar a sus adversarios. Es una secuela donde se prioriza la acción, en clara contraposición a la anterior, donde el recurso por excelencia era el suspenso y la tensión a partir del silencio predominante.
Aun así, esos momentos también aparecen, aunque en menor medida, y funcionan al igual que los giros narrativos. Estos últimos, en ambas películas tienen un lugar casi protagónico en el desarrollo de la trama. Son historias macabras que le dan a la esencia del film un tinte oscuro que calza a la perfección y está bien aprovechado. En No respires 2, de hecho, se llega al punto más alto a nivel representativo de la perversión.
En definitiva, es una segunda parte que le hace honor a la primera. La metamorfosis de villano a héroe fluye sin ser forzada y, para cualquier amante del género, cumple lo que promete. Entretiene y logra generar suspenso. Pronosticar una tercera parte sería un error, pero esta secuela tampoco tenía en vilo a nadie y terminó siendo un gran acierto.