The Orange Years: Nickelodeon y la identidad de toda una generación

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The Orange Years: Nickelodeon y la identidad de toda una generación

05 Diciembre 2020

Por Nicolás Adet Larcher*

Si nacieron durante la década del noventa es probable que hayan crecido junto a las producciones audiovisuales de Nickelodeon, el canal del logo naranja que se hizo reconocido a nivel mundial por series como Kenan & Kel, La vida moderna de Rocko, Doug, Clarissa lo explica todo, Pete & Pete, Rugrats, Le temes a la oscuridad, o Drake & Josh. Y si es así, es aún más probable que recuerden esas series con un afecto casi familiar. Después de tantos años y tantas emociones obtenidas frente a la pantalla, nadie se había tomado el trabajo de contar esa gran historia con sus protagonistas. Hasta hoy.

Para agitar la nostalgia en este año pandémico, en noviembre se estrenó un documental llamado The orange years: the Nickelodeon story. Hay que decirlo: no se consigue en ninguna plataforma, pero está disponible si uno busca con atención. El documental reconstruye la historia del canal naranja a través de las voces de directores, productores, actores, actrices, ejecutivos, sonidistas, guionistas y casi todas las personas que formaron parte de ese universo que nos conmovió durante tantos años. 

Si pertenecen a otra generación, ajena a la programación del canal, es probable que la contundencia del documental sea menor; que se pierda algo en el camino. Hay un componente afectivo que es clave para mantener el interés del espectador, ansioso por ver que sigue, por saber cómo se ven hoy esas personas, qué tienen para decir de esos años. Sobre todo en las anécdotas alrededor del ascenso del canal y en la cocina de cada show. En las casi dos horas, se podrán encontrar a personalidades como Melissa Joan Hart (Sabrina, Clarissa…), Danny Tamberelli (Pete & Pete), Kenan Thompson (Kenan & Kel) y Drake Bell (Drake & Josh). 

Si vamos a trazar un recorrido histórico, habría que empezar en 1977. Pero en esos años Nickelodeon no era, ni por cerca, el canal que conocimos en los 90. Antes de relacionar la palabra Nickelodeon con ese logo naranja salpicado y esponjoso, hay que decir que un Nickelodeon era otra cosa. A principios del 1900, los Nickelodeons se popularizaron en Estados Unidos y Canadá como máquinas para poder ver varias películas de 10 o 15 minutos. Eran escaparates pequeños donde uno, muchas veces, tenía que mantenerse de pie para ver una película. La palabra “nickel” venía de la moneda de cinco centavos que se pagaba como entrada y “odeon” de la palabra griega referida al teatro. Los Nickelodeons tuvieron su estallido en 1908, cuando ya se calculaban ocho mil en todo el territorio norteamericano. El gran impacto de los Nickelodeons fue sobre la clase trabajadora, que por primera vez podían acceder a ese tipo de entretenimiento por cinco centavos.

Pero volvamos al Nickelodeon que conocemos. El crecimiento y, sobre todo, la producción de contenidos propios demoraron casi diez años. Gran parte de lo que se mostraba en las pantallas todavía no involucraba a las ficciones que nos enamoraron. A mediados de los 80, Nickelodeon se mantenía a flote con material comprado a otros países o grabado con un público real. Para el final de esa década, ya con siete shows producidos por el propio canal, arrancó el proceso más ambicioso de expansión de la marca. 

Así fue como en 1990 se inauguró Nickelodeon Studios, que tenía las intenciones de poder competir contra Disney por la atención del público infantil. Hay que decir que, para esos años, Disney todavía no era el pulpo que es hoy, ni había generado los grandes éxitos que vinieron más adelante, sobre todo a mediados y fines de los 90. En esa época —relatan en el documental— les niñes comenzaban a pasar mayor parte del tiempo solos en sus casas y no tenían un entretenimiento pensado exclusivamente para elles, que acompañara sus días. La mayor parte del contenido infantil —cuentan— se pensaba con una mirada adulta.

Para 1990, Nickelodeon encontraba de a poco su identidad y se permitía soñar. You Can’t do that on Television (No puedes hacer eso en televisión) fue el primer programa de producción propia que definió la identidad que buscaba el canal y el que dio el primer paso para lo que vendría después. Niñes asistían al programa para competir y, si se equivocaban, un líquido verde llamado slime caía del cielo para cubrir sus cabezas. El fanatismo llegó a un punto en el que les niñes pedían a sus padres y madres que les acompañaran hasta Orlando para poder formar parte de la programación. Después vino todo lo demás; y está de más decir que todo este intento de reseña es apenas una invitación imprecisa para ir corriendo a ver el documental.

Nickelodeon despertó la curiosidad de una generación que tuvo su primer contacto con el mundo audiovisual. Pete & Pete fue una serie con un encanto hipnótico casi lynchiano; no por nada tuvo su referencia con Twin Peaks por parte de la crítica. Clarissa fue un gran personaje, definido como independiente, inteligente y feminista, “que no esperaba junto al teléfono a que un chico la llamara”. Rugrats fue pensada desde la idea inicial de que les niñes también podían tener un punto de vista, con un diseño de personajes con formas extrañas, con aventuras para contar. Doug “era exagerado”, pero al mismo tiempo real, simple y hermoso.

La década del 90, también, motiva a hablar de las producciones culturales que nos presentaron un entorno deslumbrante desde la televisión a quienes fuimos niñes. Nosotres, que nos aferramos a la televisión como una compañera de entretenimientos en nuestras tardes y noches, y que fuimos la última generación en contacto con un mundo analógico que se desvanecía. Más allá de que se trataba de series norteamericanas, había cierta rebeldía y espontaneidad en la pantalla que parecía cercana, natural; que forjó la identidad que el canal buscó desde el principio. Una identidad que también se hizo carne en toda una generación. Una forma de vida que entusiasmaba y nos hacía sentir menos solos.
 

*La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión del autor. 

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