Ozark: lavando más que dinero, una redefinición del género
Por Diego Moneta
En 2017, cuando todavía reinaba Game of thrones, Netflix estrenó una producción que se convertiría a lo largo de estos cinco años en uno de sus pesos pesados. Ozark, creada por Bill Dubuque, estrenó la segunda parte de su última temporada a finales de abril. Hace rato que el narcotráfico y lavado de dinero se consolidan como temáticas en la industria del entretenimiento. The wire fue el puntapié inicial para que aparezcan series como Narcos, Breaking Bad, Barry Seal, entre muchas otras que abordan diversos puntos de vista y que no son plagios ni remakes sino simples o complejas evocaciones de temas similares.
La clave de Ozark es que adopta un lado más contable y sigue la vida de la familia Byrde, quienes deben mudarse desde la urbanización de Chicago a unas cabañas en Ozarks, Missouri. Marty (Jason Bateman) es asesor financiero de un cartel mexicano, pero Omar Navarro (Félix Solís), jefe del mismo, le cuestionó una operación de blanqueo. Para salvar su vida, Marty se compromete a lavar grandes sumas de dinero en tiempo record. La mayoría de los 54 capítulos— divididos en cinco temporadas— están filmados en Georgia, donde la productora sacó provecho de exenciones impositivas, lo que resulta un poco irónico considerando la trama mencionada. La familia la completan Wendy (Laura Linney) y sus dos hijos adolescentes, Charlotte (Sofía Hublitz) y Jonah (Skylar Gaertner).
El principal problema es que la región no tiene potencial de desarrollo. Si bien hay algunos turistas en verano, en invierno casi no hay pueblerinos, por lo que Marty emprenderá cualquier negocio con tal de lavar dinero. Sin embargo, los Byrde son recibidos con hostilidad y surgirán nuevos obstáculos, como una investigación del FBI, a cargo del agente Roy Petty (Jason Butler), modelos de negocio deficientes, y hasta una red de distribución de estupefacientes a nivel local, comandada por los Snell, Jacob (Peter Mullan) y Darlene (Lisa Emery), dos estereotipados sureños. La relación lineal inicial de Marty con el jefe narco se diversifica hasta abarcar a su familia, iniciando un espiral descendente fatal.
El hecho de que cada vez que parece que algo va a salir bien broten inesperadas complicaciones recuerda a Breaking Bad y Fargo, aunque el estilo narrativo de Ozark es más sobrio y terrenal. De hecho, cuando se aleja del mismo, termina siendo un poco exagerada. La fórmula es conocida, por lo que los paralelos se trazan fácilmente, pero su éxito se apoya en aspectos clásicos: un buen guion y una mejor actuación y dirección. La estética propia le permite un uso opresivo de los paisajes y un mejor resultado.
El elemento más potente de la trama es su fondo moral. El dinero funciona como hilo conductor y conector. Es un personaje más, es la motivación de la acción. El reparto entero está marcado por algún vacío o anhelo que sirve de vehículo. Están atravesados por la ambición de poder y control o por la necesidad de protección de lo/s suyo/s. Esa dinámica también los arrastra y nadie va a querer hundirse solo. De esa manera, se convertirá en una serie sobre lazos familiares, violencias, traiciones, apariencias y redenciones.
El otro fuerte son las interpretaciones, comenzando por Bateman. Aquel actor de Quiero matar a mi jefe y Arrested Development, identificado con papeles simpáticos, entra a un universo oscuro. A esas familias las une la disfuncionalidad. No obstante, la procesión de Bateman para volverse criminal es interior y los hilos de la trama cada vez le son más ajenos, lo que produce un efecto centrífugo en el que el peso recae sobre un reparto teóricamente secundario. En especial, personajes femeninos que, sin ofrecer una versión romantizada que contraste con la masculinidad tóxica, se convierten en el alma de la serie.
En una rápida enumeración, puede señalarse a: Wendy, que parte de una falsa impresión de estereotipo para volverse parte activa y condicionante del proceso; Darlene, agria y vengativa, que lucha por su deseo de ser madre; y Helen Pierce (Janet McTeer), tan implacable como matizada para llevar los asuntos legales del cartel, Maya Miller (Jessica Frances Dukes), detective embarazada, y Rachel Garrison (Jordana Spiro), dueña de un hotel, que comparten la necesidad de sostener su ética cuando la regla es que el fin justifica los medios. Sin embargo, quien más destaca es Ruth Langmore (Julia Garner), cuyo prontuario delictivo y agallas para los negocios— y posterior arco dramático— la acercan a lo más parecido a una heroína que hay en la tira y la vuelven coprotagonista. Su papel le ha valido dos Premios Emmy consecutivos en un contexto general de sequía para Ozark.
Por otro lado, la serie también aborda cuestiones como la inclusión financiera, similar a Billions, el rol de la beneficencia en el lavado, y la idea de que el sistema está roto, en el que cualquiera puede ser un enemigo. El recorrido es semejante al de Better Call Saul, que también está cerca de su final y mejora con el paso de las temporadas. Hablamos de zonas abandonadas como parte de un país en decadencia, donde la moralidad es opcional. Una historia vieja, recuperada por los grandes dramas de la industria, pero que en lugar de presentar una visión optimista recorren la otra cara del “sueño americano”.
A pesar del riesgo de repetirse, las tramas se cierran en tiempo y forma. Una serie sobre equilibrios y transformaciones que puede no enamorar, pero funciona como entretenimiento absorbente. Una temática gastada pero que se abre paso a base de premisas atractivas, sostenidas con intriga y drama, y que cubre sobradamente las exigencias del género. Un thriller que combina clichés con giros, complejidad narrativa y un cierto grado de humor.
Ozark es la redefinición del género, cambiando la centralidad de la figura masculina por personajes femeninos complejos y contradictorios. La serie concluye consecuentemente, siendo fiel a lo que ha sido y atando cabos sueltos, pero por sobre todo en el punto ideal de cierre. Las comparaciones que se disparan desde el principio, por la forma en la que un hombre común se enfrenta a un mundo peligroso, son varias. Sin embargo, Ozark te encapsula para no pensar en otra cosa. Una producción que mejora hasta su final, atravesado por la idea de que no hay manera de salir ileso, incluso siendo espectador.