Palm royale: desesperación por la apariencia y el status
Palm Royale, serie estrenada a fines de marzo, es una especie de reversión de Mujeres desesperadas, la cuasi telenovela estadounidense de hace más de una década. La diferencia es que, en este caso, sucede en un decil más alto: las apariencias ya no son algo importante, sino que lo son todo. La producción aporta sus nominaciones -Mejor serie de Comedia y a actriz principal y de reparto en el género, entre otras, ya que acumula un total de once- al récord conseguido por Apple TV+.
Como punto de partida, el protagónico lo tienen las mujeres, en particular una ex reina de belleza, enmarcado en la década del 60 donde el puritanismo sexual y la posición cultural respecto la misma era más estereotipada o más caricaturesca que en la actualidad. En ese entonces, en algunos círculos, podía verse a la belleza casi como un demérito intelectual. De esta manera, Palm Royale prescinde todo lo que puede de la violencia física como recurso para resolver los problemas existentes. Se suceden uno tras otro entre las mujeres, una palabra de más lo cambia todo y se resuelve mediante intrigas palaciegas. En ese aspecto, toma mucho de Mad Men, en la cual vestidos impecables y diálogos certeros reflejan el mundo femenino. En ese marco, aunque en un tono menos solemne, posa sobre una sorna justa a los matrimonios o uniones de la época.
Las relaciones maritales son mostradas como mundos separados. En el de los hombres, todo lo supuestamente sagrado es, en realidad, un mecanismo para poder tener status social, ya sea la fidelidad matrimonial o la crianza de los hijos. En el caso de las mujeres, hay un mundo privado donde descargan las furias, ya sea con la empleada doméstica de color o a través de venganzas cotidianas con los maridos, entre otros mecanismos. En ese contexto llega una ex reina de belleza soltera, que mezcla, a diferencia de las mujeres fatales de los 50, la belleza con la astucia. A su vez, posee una gran frescura, puede ser buena con los niños y en paralelo jugar con un hombre de turno por un interés particular, lo cual también se refleja en la trama de Mad Men, con la segunda mujer de Don Draper.
Además, aquí se da el enfrentamiento por el liderazgo, en donde la protagonista se disputa su lugar en la zona de las matronas. En este sentido, se destaca que no sea madre, lo que resultaba un elemento disfuncional en la época. Cierto feminismo, influido por el existencialismo, rechazaba la maternidad y sostenía, por ejemplo, la universalización del método anticonceptivo, lo que chocaba con el puritanismo protestante estadounidense del interior.
Cabe mencionar que, sobre el final, tiene una aparición Ricky Martín. Se da en complicidad con el espectador, como parodia de las masculinidades de la época, que no son las de las décadas del cincuenta. No es un estereotipo serio, honrado y recio sino más similares a las presentadas por Paul Newman, donde la simpatía se mezcla con cierta sorna y altanería sobradora. Lo que importa es quedar bien o preocuparse por el qué dirán mucho más que los valores o las tradiciones de la América profunda.
Para finalizar, puede resultar útil ver la tira analizada acompañada de Big Little Lies, una producción con tono policial, situada en la actualidad, en la cual el misterio sirve para mostrar la mugre que hay en la sociedad, por lo que se muestra a los personajes tal cual son. Con ambas series se entenderá de manera cómica el mundo de la pequeña burguesía, sea la crítica al puritanismo protestante como también al status social basado en apariencias engañosas solventadas en el dinero.