Scorsese y Lebowitz sobre los encantos, las miserias y el arte de Nueva York
Por Jazmín Manuel
Si pensamos en Nueva York —y si es que nunca visitamos el lugar—, lo más probable es que la idea que tenemos de la ciudad esté conformada por la imagen que se nos brindó de la misma en el cine y en la música. Cuando pensamos en Nueva York, lo hacemos como una metrópolis que sirvió como musa de decenas de canciones famosas, como la preferida de Frank Sinatra y como el centro artístico de Estados Unidos, la capital de la moda norteamericana. La ciudad del lujo, el arte y el teatro.
En parte, es todo eso; pero también es la suciedad, la locura en el tráfico, el amontonamiento de gente que parece estar todo el tiempo apurada, la molestia de los turistas y los eternos problemas en el transporte público. Martin Scorsese, en su nueva serie documental, Supongamos que Nueva York es una ciudad, se centra en resaltar ambas caras, de la mano de la persona más indicada para hacerlo desde el más profundo cariño y desprecio: la escritora, humorista y crítica Frances Ann (Fran) Lebowitz.
Si hay algo que caracteriza a Fran Lebowitz es su talento para quejarse con gracia. “Suelo irritar a la gente porque estoy llena de opiniones”, la escuchamos decir a la protagonista en esta producción, resumiendo así una característica de su personalidad que ha sabido aprovechar para construir una carrera exitosa basada en el humor, la observación y la crítica. En este documental biográfico, construído a partir de distintas entrevistas y presentaciones de la escritora, podemos conocer a la ciudad de Nueva York a través de los ojos de una pesimista con un sentido del humor ácido y sarcástico que sabe sacar risas explotando el costado negativo de una de las ciudades más famosas del mundo. A su vez, su discurso está lleno de fuertes comentarios sociales sobre la cotidianeidad de la sociedad estadounidense desde la perspectiva de una neoyorkina, burlándose de todos (incluso de ella misma).
El documental se centra también en algo que tanto Lebowitz como Scorsese conocen a la perfección: el ambiente artístico de la ciudad. A lo largo de los siete capítulos, escuchamos a este dúo hablar sobre distintos escritores, músicos y directores emblemáticos. Fran menciona a sus mayores referentes artísticos y a su vez cuenta más de una anécdota con reconocidos artistas del ambiente. Somos testigos de un interesante debate que tienen los dos sobre uno de los mayores negocios de la ciudad: las grandes subastas millonarias de arte. Hablan de las diferencias generacionales en la formas de percibir el arte y de concebir la experiencia de comprar una obra, y sobre cómo el ambiente artístico cambió a lo largo de los años. Si tenemos en cuenta que ambos son de los mejores en lo suyo, íconos artísticos y testigos de la ciudad, es un momento en el que como espectadores es muy difícil despegar los ojos de la pantalla.
Algo que la diferencia de otros documentales biográficos es que las entrevistas a la protagonista están lideradas y dirigidas por el propio Scorsese que, además de ser el director de la producción, también es amigo de la entrevistada. El documental está creado en un ambiente de confianza, cercanía y complicidad que se puede apreciar a lo largo de toda su duración. En paralelo a nuestra risa, en los distintos capítulos vemos a Scorsese riéndose a carcajadas de los chistes de Fran. Esta clara conexión entre ambos nos permite a nosotros, como espectadores, presenciar algo más que una seguidilla de preguntas y respuestas: nos hace testigos de una charla que fluye de una forma que solo se puede dar entre amigos.
Supongamos que Nueva York es una ciudad puede considerarse una de las mejores docuseries de la plataforma. Caracterizada por el humor inteligente de Lebowitz, nos brinda un retrato diferente de una de las ciudades más famosas del mundo, a través de los ojos de una neoyorkina que ama y odia Nueva York al mismo tiempo. Nos presenta una visión distinta sobre cómo es la vida en la gran ciudad, desde la sátira y la ironía, burlándose constantemente de lo políticamente correcto, a la vez que está atravesada por la mirada de dos artistas brillantes. Sin dudas, una serie imposible de perderse.