Severance: ¿Se puede dejar de ser trabajador por fuera del trabajo?
Por Daniela Morán
Severance, la nueva producción de Apple TV+ que lanzó el final de su primera temporada a principio de mes, llegó para llevar al extremo la idea de alienación laboral mostrando la vida de cuatro personas que deciden ingresar a trabajar en la empresa Lumon Industries. El requisito para ser contratados es someterse a un procedimiento quirúrgico que separa sus conciencias mediante la introducción de un chip en el cerebro. Cuando ingresan, a través de un ascensor, pierden total consciencia de cómo es su vida por fuera de ese edificio y al salir no pueden recordar nada de lo vivido más allá del ascensor. Hasta acá, una tradicional serie de ciencia ficción, pero la clave del guión, creado por el debutante Dan Erickson, está en las múltiples similitudes con la actualidad de las grandes empresas y sus condiciones laborales.
La mayor parte de los ocho capítulos que componen la temporada están dirigidos por el reconocido actor Ben Stiller. En su nuevo rol, logra narrar este complicado guión presentando las características de cada personaje de a poco, mientras nos van encantando por sus pequeñas alegrías y logros dentro de un espacio blanco, frío, simétrico y asfixiante. El protagonista, Mark (Adam Scott), es acompañado por dos compañeros de trabajo, Irving (John Turturro) y Dylan (Zach Cherry), y una compañera, Helly (Britt Lower), que ingresa para reemplazar al exjefe de área. En los cargos de jefatura y de una extraña supervisión, aparecen personajes como Harmony Cobel (Patricia Arquette) y Milchick (Tramell Tillman), que pasan de un tono dulce, tranquilo y amigable a gritos y maltratos. Las restricciones dentro de la empresa son casi totales y los premios al buen desempeño son bizarros o insignificantes, como una trampa de dedos o un cuadro de cristal con fotos de ellos mismos.
La historia no se centra sólo en la vida dentro de Lumon, sino que podemos conocer un poco de la vida de Mark, un reciente viudo que pasa sus días fuera de la empresa sin demasiada actividad, emborrachándose y visitando de vez en cuando a su hermana. Mark ingresó sabiendo que perdería total consciencia de lo que sucediera pero aceptó de todas formas, al igual que el resto. En su caso, fue una forma de disminuir las horas de angustia por la muerte de su esposa. Dentro de Lumon podría ser un hombre nuevo sin su recuerdo.
Pero ¿qué viene a plantear la serie más allá de la explotación laboral? La clave del guión está en dos elementos. El primero es la separación total del sujeto y su trabajo. Las personas que ingresan a Lumon dejan de ser trabajadores porque entregan la mitad de la consciencia a una empresa desprendiendo esa vida de lo que está por fuera. En el inicio de la tira están planteados los beneficios de la separación —severance en inglés—, tales como no acarrear los problemas que surgen en el trabajo a los momentos de ocio o a la vida social por fuera de él y lo mismo de forma inversa, logrando un mejor desempeño laboral. Con el correr de los capítulos, los personajes se acercan a la conclusión de que ya no son una sola persona: la separación los dividió en dos sujetos diferentes. Así, pierden su identidad como trabajadores y trabajadoras, es la desconexión total entre el trabajador y el producto de su trabajo. Se convierten literalmente en una herramienta más de la empresa Lumon.
El segundo elemento es la voluntad. La serie lleva al extremo la idea de autodisciplinamiento al punto de proponer que una gran cantidad de sujetos están dispuestos a entregar la mitad de su propia consciencia a una empresa. Y a la vez, no tienen idea a qué se dedica esa empresa. Se propone la confianza plena en el sistema capitalista.
A estos ejes se suman sutiles cuestionamientos con perspectiva de género en relación a la reproducción y una introducción, ejemplar y diferente, de la diversidad sexual que no tiene nada que ver con un pinkwashing, sino que busca presentar una historia de amor y las dificultades de reconocerse por fuera de la norma cisgénero.
Tanto la dirección de arte como la de fotografía tratan de conceptualizar la idea de un mundo frío y calculado donde empiezan a surgir algunas luces de rebeldía. Adentro abunda el espacio, el color blanco y los tonos fríos. Una particularidad es que los objetos tecnológicos que utiliza la empresa son vintage, nos recuerdan a una estética similar a la de Mad men pero sin justificaciones de época. Por fuera, la nieve y la oscuridad de las horas en las que Mark transita la ciudad. También tiene dejos de Twin peaks en los pasillos de Lumon y genera una obvia asociación con la serie distópica por excelencia, Black mirror.
Para aquellos que —como yo— se quedaron con ganas de más, ya fue anunciada una segunda temporada que traerá algunas resoluciones y las explicaciones a ejes centrales de la historia que tanto estamos esperando.